Dra. Denisse Castro-Eguiluz
Investigador por México de CONACyT
Departamento de Investigación Clínica
Instituto Nacional de Cancerología
El cáncer sigue siendo una enfermedad que azota a la humanidad. Con 19.3 millones de casos nuevos y 10 millones de muertes en 2020, el cáncer es una de las principales causas de muerte en todos los países del mundo.1 Los factores involucrados en el desarrollo de esta enfermedad pueden ser tanto propios de un individuo, como alteraciones genéticas hereditarias que conllevan una susceptibilidad a desarrollar un tumor. También intervienen factores ambientales, exposición a sustancias cancerígenas, a ciertas infecciones y una dieta y estilo de vida que favorecen un ambiente que promueva el desarrollo de cáncer.2
Una dieta y estilo de vida inadecuados promueven condiciones crónico-degenerativas, como la obesidad y el síndrome metabólico, que se caracterizan por la presencia de inflamación crónica. Esta, a su vez, induce un estado conocido como estrés oxidativo, que significa una oxidación general en el organismo, la cual causa daño a tejidos, células y componentes moleculares; lo cual tiene diversas consecuencias, como mutaciones en el DNA (donde se encuentra almacenada la información genética), daño a proteínas que controlan la muerte celular y daño a otras partes de las células, que, a través de diversos mecanismos, pueden desencadenar cáncer.3
La obesidad es uno de los factores de riesgo más importantes que recientemente se han asociado con cáncer. De acuerdo con la evidencia epidemiológica, la obesidad ha ido incrementando a nivel mundial, y México es uno de los países con mayor obesidad, con una prevalencia del 37% en mujeres y 27% en hombres adultos.4 Asimismo, en niños y adolescentes de ambos sexos se ha observado un incremento en la prevalencia de sobrepeso y obesidad de manera preocupante en las últimas décadas.4 Con el incremento en obesidad, también se ha observado un aumento en la incidencia de cáncer. Dentro de los tipos de cáncer que se asocian con obesidad están: páncreas, colorrectal, vejiga, hígado, mama, endometrio y riñón, entre otros.5
La dieta y el estilo de vida tienen un papel fundamental en el desarrollo de obesidad y en la generación del ambiente inflamatorio y oxidativo que promueve el cáncer.6
Es importante señalar que el desarrollo de obesidad no depende simplemente de un balance positivo de energía, es decir, que la ingesta de energía a través de los alimentos sobrepase el gasto de energía a través de la actividad física. El mecanismo es mucho más complejo, pues involucra el tipo de dieta: los alimentos que escogemos pueden favorecer la inflamación y el desarrollo de obesidad, o bien inhibir la inflamación y prevenir la obesidad.7
Con base en la información mencionada anteriormente, surge la pregunta: ¿qué comer para prevenir, en la medida de lo posible, el desarrollo de cáncer? Dado que la inflamación y la oxidación son condiciones que llevan al desarrollo de este padecimiento, los alimentos que pueden ser protectores contra el cáncer son los que tienen propiedades antioxidantes y anti-inflamatorias.8
Se han estudiado los patrones dietarios en diversas comunidades en el mundo para identificar tipos de dieta que se asocien con protección o riesgo de desarrollar enfermedades crónico-degenerativas como la obesidad y cáncer. Se ha encontrado que una dieta de tipo occidental —que se caracteriza por incluir una alta cantidad de alimentos procesados, azúcares, harinas refinadas, alimentos ricos en grasas saturadas, sodio y que es baja en frutas, verduras, granos enteros y alimentos ricos en fibra y antioxidantes— induce la inflamación y está asociada con mayor riesgo de cáncer.9
Por otro lado, un patrón de dieta tipo Mediterráneo —que se caracteriza por un alto contenido de frutas y verduras, granos enteros, leguminosas, pescado, aceite de oliva, nueces y semillas, y limitada en alimentos procesados, azúcares, harinas refinadas, y carnes rojas— favorece un ambiente anti-inflamatorio y se asocia con una disminución en el riesgo de cáncer.10
La evidencia demuestra que el consumo de alimentos ricos en fibra, como las frutas y verduras, granos enteros y leguminosas, disminuyen el riesgo de desarrollar cáncer.11
Los antioxidantes protejen a los tejidos y células de la oxidación y consecuentes mutaciones. Estos los encontramos en vitaminas y otros compuestos que son abundantes en las frutas y verduras frescas. Dentro de los antioxidantes hay un grupo de compuestos conocidos como polifenoles; la evidencia muestra que una mayor ingesta de polifenoles está asociada con menor riesgo de cáncer. Estos compuestos son abundantes en el reino vegetal y algunos proveen color a las frutas y verduras, y les dan su sabor y aroma característico a alimentos como el chocolate, café de grano, té e innumerables tipos de hierbas y especias. Dentro de sus efectos biológicos, están sus propiedades antioxidantes, anti-inflamatorias y antimutagénicas, es decir, previenen el desarrollo de cáncer y favorecen la muerte de células cancerosas, incluso pueden impedir la proliferación e invasión de tumores.12
La microbiota, antes conocida como flora intestinal, tiene un papel en la prevención del cáncer, así como su alteración conlleva a modificaciones que promueven la carcinogénesis.8 Para ayudar a mantener una microbiota sana se requieren principalmente fibra—que encontramos en frutas, vegetales, granos enteros y leguminosas—y probióticos. Estos son microorganismos vivos que confieren un beneficio a la salud y se utilizan en los alimentos para su fermentación. Tal es el caso del yogurt natural, yogurt de búlgaros, requesón y algunos vegetales fermentados. Mantener una microbiota sana a través del consumo de estos alimentos también contribuye a prevenir el cáncer.
Finalmente, un factor de estilo de vida que tiene un gran peso en la prevención del cáncer es la actividad física. Esta se ha asociado con disminuir el riesgo de cáncer colorrectal, de mama, de endometrio, de hígado, de esófago y de pulmón, entre otros. Por otro lado, el sedentarismo, o falta de actividad física, incrementa el riesgo de cáncer.
Los mecanismos que confieren protección están relacionados con disminución en la exposición a algunas hormonas, disminución en los niveles circulantes de glucosa, insulina, disminución en el porcentaje de grasa corporal, incremento en los mecanismos antioxidantes y mejor respuesta inmune anti-tumoral, entre otros.11,13
Es de suma importancia resaltar que el consumo de alcohol, el tabaquismo y una vida sedentaria son factores de estilo de vida que confieren un alto riesgo de múltiples tipos de cáncer. De hecho, el tabaquismo, por sí solo, incrementa el riesgo de cáncer e inhibe cualquier efecto positivo de una dieta correcta y actividad física.11,14 De manera que una dieta basada en alimentos inflamatorios, en conjunto con un estilo de vida que incluya tabaquismo y sedentarismo llevan a un ambiente ideal para que se desarrolle el cáncer.
En resumen, las recomendaciones para la prevención del cáncer son:
En conclusión, muchos tipos de cáncer se pueden prevenir al adoptar estas recomendaciones y hacer de estas un hábito de estilo de vida, que promueva en el organismo un ambiente saludable, antioxidante y anti-inflamatorio.
Referencias:
1. Sung, H. et al. Global Cancer Statistics 2020: GLOBOCAN Estimates of Incidence and Mortality Worldwide for 36 Cancers in 185 Countries. CA: A Cancer Journal for Clinicians 71, 209–249 (2021).
2. Davis, C. D. & Milner, J. Frontiers in nutrigenomics, proteomics, metabolomics and cancer prevention. Mutation Research – Fundamental and Molecular Mechanisms of Mutagenesis 551, 51–64 (2004).
3. Kaur, V. et al. Pharmacotherapeutic potential of phytochemicals: Implications in cancer chemoprevention and future perspectives. Biomedicine & Pharmacotherapy 97, 564–586 (2018).
4. Instituto Nacional de Salud Publica. La Obesidad en México. INSP https://www.insp.mx/avisos/4884-la-obesidad-mexico.html (2020).
5. Himbert, C. et al. Signals from the Adipose Microenvironment and the Obesity–Cancer Link—A Systematic Review. Cancer Prevention Research 10, 494–506 (2017).
6. Conroy, M. J., Dunne, M. R., Donohoe, C. L. & Reynolds, J. v. Obesity-associated cancer: An immunological perspective. Proceedings of the Nutrition Society 75, 125–138 (2016).
7. Luvián-Morales, J., Varela-Castillo, F. O., Flores-Cisneros, L., Cetina-Pérez, L. & Castro-Eguiluz, D. Functional foods modulating inflammation and metabolism in chronic diseases: a systematic review. Critical Reviews in Food Science and Nutrition 1–22 (2021) doi:10.1080/10408398.2021.1875189.
8. Medina-Contreras, O. et al. Immunonutrition in Cervical Cancer: Immune Response Modulation by Diet. Rev Invest Clin 72, 219–230 (2020).
9. Patry, R. T. & Nagler, C. R. Fiber-poor Western diets fuel inflammation. Nature Immunology 22, 266–268 (2021).
10. Couto, E. et al. Mediterranean dietary pattern and cancer risk in the EPIC cohort. British Journal of Cancer 104, 1493–1499 (2011).
11. World Cancer Research Fund/American Institute for Cancer Research. Diet, Nutrition, Physical Activity and Cancer: a Global Perspective A summary of the Third Expert Report. Continuous Update Project Expert Report http://gco.iarc.fr/today (2018).
12. Rahman, I., Biswas, S. K. & Kirkham, P. A. Regulation of inflammation and redox signaling by dietary polyphenols. Biochemical Pharmacology 72, 1439–1452 (2006).
13. Biro, P. A., Thomas, F., Ujvari, B. & Beckmann, C. Can Energetic Capacity Help Explain Why Physical Activity Reduces Cancer Risk? Trends in Cancer 6, 829–837 (2020).
14. Kjellberg, L. et al. Smoking, diet, pregnancy and oral contraceptive use as risk factors for cervical intra-epithelial neoplasia in relation to human papillomavirus infection. British journal of cancer 82, 1332–8 (2000).