Dra. Araceli Loredo Treviño
Departamento de Investigación en Alimentos
Facultad de Ciencias Químicas
Universidad Autónoma de Coahuila
Se sabe que la leche materna es el mejor alimento que se le puede proporcionar a un bebé. Tiene múltiples beneficios como la practicidad a la hora de alimentarlo, no hay que lavar instrumentos, es “gratis” y favorece el vínculo madre-hijo y el desarrollo neurológico del bebé. Además, nutrimentalmente hablando, le aporta al bebé la cantidad necesaria de carbohidratos, proteínas y lípidos y también lo provee de otros componentes que ayudan a mejorar su salud.
La alimentación con leche materna tiene beneficios a corto y largo plazo. Entre los beneficios a corto plazo están la disminución en un 88% sobre la mortalidad de los bebés; un menor riesgo en infecciones respiratorias, diarrea, infecciones en oídos, baja el riesgo de ser internado en el hospital por alguna complicación y reduce los problemas de oclusión dental. En cuanto a efectos a largo plazo destacan la disminución del riesgo de desarrollar diabetestipo II, obesidad, leucemia y mejor desempeño en pruebas para medir la inteligencia. En cuanto a la madre, la lactancia materna también tiene efectos positivos como un menor riesgo de desarrollar cáncer de mama y de ovario. (Mosca & Giannì, 2017)
La leche materna también contiene células del sistema inmunológico, hormonas que regulan el metabolismo y la composición del cuerpo, así como también pequeñas secuencias de RNA que estimulan al sistema inmunológico y, además, es el primer alimento probiótico, es decir, que contiene microorganismos benéficos, que recibe el bebé. (Moossavi et al., 2019)
Antes se pensaba que la leche materna era estéril, pero se ha demostrado que esto no es así y que contiene bacterias benéficas para la salud intestinal del bebé. Sobre cómo llegan esas bacterias a la leche hay dos posibles explicaciones: una es que las bacterias llegan a las glándulas mamarias por medio del sistema linfático desde el intestino de la madre. Se ha visto que varios lactobacilos y bifidobacterias empiezan a aparecer en las glándulas en el último trimestre del embarazo. La otra explicación posible es que el bebé le transfiere a la madre esas bacteriasy luego ella de nuevo a él, pero no se sabe con seguridad.
Lo que sí se sabe es que los niños que fueron alimentados con leche materna mínimo hasta los 6 meses, tienen una microbiota intestinal más rica en lactobacilos y bifidobacterias y con menos bacterias dañinas que los niños alimentados con fórmula. También se ha visto que entre los niños alimentados exclusivamente con leche materna durante el primer mes de vida se presentaban menos casos de asma y de dermatitis atópica (Fernández et al., 2013; Moossavi et al., 2019; Mosca & Giannì, 2017).
Estas bacterias producen sustancias que estimulan al sistema inmunológico y mantienen a raya a las bacterias nocivas, ya sea inhibiendo su crecimiento o evitando que se adhieran al intestino, y además, compiten por alimento con ellas (Mosca & Giannì, 2017).
¿Qué tanta es la influencia de estos microorganismos? Existen estudios en donde a fórmulas lácteas se agregaron bacterias provenientes de leche materna y se encontró que las infecciones gastrointestinales en los niños que tomaron estas leches se redujeron entre 58 y 92%, y las respiratorias en 26%. Además, la cantidad de bifidobacterias y lactobacilos aumentó en los intestinos de los niños que participaron en el estudio. Es decir, sin necesidad de tomar leche materna, los microorganismos tuvieron efectos benéficos en los bebés (Moossavi et al., 2019).
Incluso se ha mostrado la influencia de estos microorganismos en adultos. En un experimento en donde los adultos se vacunaron contra la influenza se les dieron a consumir los lactobacilos y se vio que aumentaron varias células del sistema inmnunológico, las cuales fueron las natural killer, las t-helper y las t-citotóxicas. También se vio en otro experimento que ese tipo de bacterias, cuando provenían de leche materna, aumentaban la cantidad de sustancias que producen las células del sistema inmunológico, mientras que, si provenían de otra fuente, la cantidad y tipo de estas sustancias era menor (Fernández et al., 2013).
En conclusión, los beneficios de la alimentación con leche materna son muchos y variados y persisten en el tiempo. Y respecto a los microorganismos que provienen de ella, aún sin estar en la misma leche, conservan los beneficios al sistema inmunológico tanto en niños como en adultos. Además de que parecen tener más beneficios que otros microorganismos que provienen de otras fuentes. Pero, cabe recalcar, que, para lactantes, lo más adecuado según las recomendaciones actuales es la alimentación con leche materna.
Referencias:
Fernández, L., Langa, S., Martín, V., Maldonado, A., Jiménez, E., Martín, R., & Rodríguez, J. M. (2013). The human milk microbiota: Origin and potential roles in health and disease. Pharmacological Research, 69(1), 1–10. https://doi.org/10.1016/j.phrs.2012.09.001
Moossavi, S., Sepehri, S., Robertson, B., Bode, L., Goruk, S., Field, C. J., Lix, L. M., de Souza, R. J., Becker, A. B., Mandhane, P. J., Turvey, S. E., Subbarao, P., Moraes, T. J., Lefebvre, D. L., Sears, M. R., Khafipour, E., & Azad, M. B. (2019). Composition and Variation of the Human Milk Microbiota Are Influenced by Maternal and Early-Life Factors. Cell Host and Microbe, 25(2), 324-335.e4. https://doi.org/10.1016/j.chom.2019.01.011
Mosca, F., & Giannì, M. L. (2017). Human milk: composition and health benefits. Pediatria Medica e Chirurgica, 39(2). https://doi.org/10.4081/PMC.2017.155