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Observaciones sobre el proyecto de Directrices de la OMS: la ingesta de azúcares para adultos y niños

ILSI no es una organización que se dedique a establecer normas, pero tiene una experiencia considerable en el examen de los datos disponibles y participa activamente en los esfuerzos para mejorar la calidad del diseño de la investigación y la interpretación (Webb, et al., 2013). Dado que los gobiernos nacionales de todo el mundo se presionan para satisfacer las necesidades de salud de sus poblaciones, parece importante ofrecer orientación en la que se pueda depositar una considerable confianza para evitar el desperdicio de recursos valiosos en la implementación de acciones que no se traducirán en resultados efectivos.

La orientación de la OMS se basa en dos revisiones asentadas en la evidencia, relacionadas con la caries dental y la obesidad/sobrepeso. La nueva recomendación cuyo objetivo es reducir aún más el consumo de azúcares libres, a un 5% del total de calorías, parece sostenerse únicamente sobre los datos de varios estudios que tienen más de 50 años. Aun así, los hallazgos de la revisión basada en la evidencia son descritos por los autores de la misma como de “muy baja calidad” (Moynihan y Kelly, 2014).

Las revisiones de ILSI sobre la literatura en relación con los azúcares y la caries dental

ILSI Norteamérica revisó los datos relacionados con la caries dental en septiembre del 2002 y los resultados se publicaron en 2003 (Touger-Decker y van Loveren, 2003). Una evaluación anterior se llevó a cabo en 1994 y fue publicada en 1995 (König y Navia, 1995); en esta, se aborda el problema de la caries dental en tiempos de guerra. Los datos citados por la revisión de la OMS fueron recolectados después de la Segunda Guerra Mundial en Japón, donde intervenían, sin duda, muchos factores de confusión, por ejemplo, la desnutrición y la falta de cuidado dental. Los autores de la de ILSI en 1994 declaran: “Aunque el consumo de azúcar aumentó rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial, 45kg per cápita durante los últimos 40 años, el número de escolares de entre 7 y 15 años libres de caries se elevó al 65% en 1989, y el índice CPOD para niños de 12 años de edad disminuyó a 1.0.” Los datos citados provienen de Büttner 1991.

ILSI Europa también publicó una monografía concisa sobre este tema (van Loveren, 2009), en la que se revisan los estudios que muestran que la frecuencia de consumo de hidratos de carbono fermentables, es un conductor de caries dental junto con la higiene bucal, la exposición al fluoruro y el flujo salival y su composición. La monografía cita investigaciones que muestran una disminución de la caries dental en niños de Alemania y los Países Bajos desde 1960 hasta 2005.

Las contribuciones de ILSI para la comprensión de los efectos del consumo de azúcares añadidos, en el Índice de Masa Corporal (IMC)

ILSI Norteamérica apoyó un nuevo análisis del Apéndice J: Asociación de la Ingesta de azúcares añadidos y de la ingesta de otros nutrimentos, publicados por el Instituto de Medicina en el año 2002. En el 2010 Marriott (et al.) combinó los datos de las encuestas Nacionales del Examen de Salud y Nutrición del 2003-2006 (NHANES). Se contó con 15,189 encuestados, de edades de 4 años y mayores, y con los equivalentes de las bases de datos del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, My Pyramid Equivalents Database, para estimar la ingesta individual de azúcares añadidos en forma de porcentaje de la energía total. Los encuestados fueron clasificados en 8 categorías de ingesta de azúcares añadidos por porcentaje de energía. La mayoría de las personas tenían un consumo estimado de >5 a <20 por ciento de la energía proveniente de los azúcares añadidos, con un total diario de energía media de 2,062 kcal a 2,183 kcal. Controlar la ingesta total de energía en el análisis, representó un rango estimado promedio de 45 a 92 gramos, equivalentes a la ingesta de azúcares añadidos diariamente. No hubo diferencias apreciables entre los hombres y mujeres encuestados en las 8 categorías.

El índice de masa corporal para la misma muestra representativa a nivel nacional de los Estados Unidos fue mayor para los individuos con ingestas bajas que para los niveles altos de azúcares añadidos, por lo que no parece que haya una relación lineal entre esta y el IMC para dicha población. Las personas con baja ingesta de azúcares agregados (<5% de la energía) tenían un IMC similar a aquellas con alto consumo de las mismas (>35% de la energía): 28.9 en comparación con 28.1, respectivamente. De las personas que tenían sobrepeso u obesidad, las mayores proporciones abarcaban un consumo de entre 5 y 15% de su energía de los azúcares añadidos. Con cada aumento de 5% del consumo de azúcares añadidos superior al 15% de la ingesta de azúcares añadidos, se encontró una menor prevalencia de individuos con sobrepeso y obesidad, hasta que se alcanzó la categoría más alta (>35%).

Marriott (et al., 2010) también comparó la calidad nutricional de la ingesta alimentaria por categoría de consumo de azúcares añadidos. Al igual que con los datos del IMC, la relación no es lineal, sino en forma de “J”. Esto significa que aquellos con muy baja ingesta de azúcares agregados (<5%) tenían una peor calidad de dieta, medida a partir de la Ingesta de Referencia Dietética, que aquellos con mayor ingesta de azúcares agregados, hasta que esta alcanzó >25% de la energía.

Obviamente, un estudio a partir de datos con sede en EE.UU. no es suficiente para construir las recomendaciones que pretenden tener un enfoque global, pero proporciona una nota de advertencia que señala que una ingesta de azúcares agregados muy baja -lo que significa menos del 10% de la energía– pudiera dar lugar a consecuencias inesperadas.

ILSI Europa publicó una monografía concisa (Ziesenitz, et al., 2012), que revisa los datos disponibles. Se encontró que el consumo excesivo de energía, independientemente de sus fuentes, conduce al aumento de peso. Los medios más eficaces para la pérdida de este son la reducción de la ingesta de energía y el aumento de la actividad física.

Referencias:

  • Büttner, M. “Efficiency of dental prevention programmes in Swiss children”, Deutsch Stomatol 1991; 41:13-8.
  • Institute of Medicine. Dietary reference intakes for energy, carbohydrate, fiber, fat, fatty acids, cholesterol, protein and amino acids. Washington, DC, National Academy Press. 2002.
  • König, K., Navia, J. M., “Nutritional role of sugars in oral health”, Am J Clin Nutr. 1995; 62:275S-283S.
    Marriott, B. P., Olsho, L., Hadden, L., and Connor, P., “Intake of Added Sugars and Selected Nutrients in the United States National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES) 2003-2006”, Crit Rev Food Sci Nutr. 2010;50:228-258)
    Moynihan, P. J., Kelly, S. A. M., “Effect on Caries of Restricting Sugars Intake –Systematic Review to Inform WHO Guidelines”, J Dent Res. 2014; 93:8-18.
  • Touger-Decker, R., van Loveren, C., “Sugars and dental caries”, Am J Clin Nutr 2003; 78:881S-892S.
  • Van Loveren, C., “Oral and Dental Health – Prevention of dental caries, erosion, gingivitis and periodontitis”, ILSI Europe Concise Monograph Series, Brussels, Belgium, 2009.
    Webb, D., Leahy, M. M., Milner, J. A., Allison, D. B., Dodd, K. W., Gaine, C., Matthews, R. A. J., Schneeman, B. O., Tucker, K. L., and Young, S. S., “Strategies to optimize the impact of nutritional surveys and epidemiological studies”, Advan Nutr. 2013;4:545-547.
    Ziesenitz, S., Eldridge, A., Antoine, J-M., Coxam, V., Flynn, A., Fox, K., Gray, J., Macdonald, I., Maughan, R., Samuels, F., Sanders, T. Tomé, van Loveren, C., and Williamson, G., “Healthy Lifestyles: Diet, Physical Activity and Health”, ILSI Europe Concise Monograph Series, Brussels, Belgium, 2012.
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