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Fructosa: ¿realmente es necesaria la intervención de la salud pública?

Recientemente la fructosa ha sido el foco de atención en un debate sobre los posibles efectos adversos de los azúcares sobre la salud. Se ha sugerido que la fructosa está involucrada en el desarrollo de la obesidad y las enfermedades metabólicas asociadas, tales como enfermedades del corazón, hígado graso y diabetes mellitus. En sus comentarios, los investigadores suizos presentan evidencia científica que demuestra un equilibrio entre riesgos y beneficios potenciales del consumo de fructosa; también destacan una serie de huecos en los conocimientos actuales al respecto.

La fructosa es un azúcar que se encuentra naturalmente en las frutas y en la miel. Hoy en día, la mayor parte de la fructosa en nuestra dieta proviene de la sacarosa (también conocida como “azúcar de mesa”), aunque también está presente en el jarabe de glucosa-fructosa, un edulcorante líquido utilizado en la fabricación de alimentos y bebidas.

Se ha sugerido que la fructosa o la sacarosa pueden incitarnos a comer más porque son menos saciantes que otros nutrientes, aumentando potencialmente el riesgo de obesidad. Sin embargo, la contundencia de esto no se ha demostrado en la práctica. Existe una serie de pequeños estudios que han examinado el efecto de comidas con diferentes glucosas y los efectos de distintas proporciones de fructosa sobre la saciedad, y no han encontrado una evidencia fuerte de ello. Los autores señalan que el peso corporal depende del equilibrio entre la energía consumida y la energía gastada. Es probable, por lo tanto, que cualquier efecto de la fructosa en el peso corporal sea el resultado de un aumento de la ingesta total de energía que no ha sido equilibrado con el aumento de la actividad física.

Los estudios han demostrado que grandes dosis de fructosa (1.5-3g/kg peso corporal /día) a corto plazo pueden aumentar los niveles de triglicéridos en la sangre. Los triglicéridos elevados en sangre son un factor de riesgo para el desarrollo de la aterosclerosis, una afección vascular en el que los depósitos de grasa se acumulan en las paredes de las arterias. Un meta-análisis de ensayos pequeños en voluntarios sanos, indica que las concentraciones de triglicéridos en la sangre se incrementaron con una ingesta de fructosa superior a 50g por día. Del mismo modo, las cantidades moderadas de fructosa (40g) por día tendían a provocar cambios no deseados en el colesterol. Teniendo en cuenta que el consumo promedio diario en América, Europa y Oceanía es de 50 a 75g diarios, una parte de la población puede estar expuesta a tales efectos. También se ha propuesto que la fructosa, cuando se combina con una excesiva ingesta de energía, podría aumentar la grasa visceral, que se acumula alrededor de los órganos. Sin embargo, los autores señalan que esto se basa en un único estudio y aún no ha sido confirmado en estudios más amplios y bien controlados.

Según los investigadores suizos, la noción de que la fructosa pueda estar implicada en el aumento de la acumulación de grasa en el hígado y en el desarrollo de la enfermedad de hígado graso no alcohólico (EHGNA) se basa principalmente en experimentos con animales. En estudios en humanos el consumo de hasta el 30% de la energía diaria a partir de fructosa, era necesario para aumentar el almacenamiento de grasa en el hígado, mientras que una menor ingesta no produjo efectos significativos. En la actualidad no hay datos epidemiológicos de grandes análisis sobre la relación entre la ingesta de fructosa o sacarosa y EHGNA.

Por último, se ha sugerido que la fructosa conduce a la alteración de la sensibilidad a la insulina. La insulina es una hormona que produce el organismo para metabolizar la glucosa. En los casos en que el organismo se vuelve menos sensible a la insulina, hay un mayor riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas como la diabetes tipo 2. Los estudios muestran que proporcionar a las personas un 20-30% de energía extra con fructosa en un período corto parece producir una alteración de la sensibilidad a la insulina en el hígado, pero no da lugar a ninguna resistencia significativa a esta en todo el cuerpo. Esto sugiere que es poco probable que la fructosa esté implicada negativamente en la capacidad de la insulina para regular el metabolismo de la glucosa.

La medida en que un alto consumo de fructosa pueda aumentar los factores de riesgo metabólicos, está muy influenciada por el nivel de actividad física de cada quien, concluyen los investigadores suizos. El consumo elevado de fructosa parece no tener efectos negativos para la salud respecto de las concentraciones de triglicéridos en personas físicamente muy activas; por el contrario, en los atletas tales ingestas pueden incluso mejorar el rendimiento (tales como, el almacenamiento alto de glucógeno en el hígado). Al mismo tiempo, es importante señalar que el exceso de energía de cualquier fuente de alimento es probable que conduzca a cambios metabólicos indeseables.

Los autores hacen hincapié en que se necesitan más investigaciones sobre los efectos fisiológicos de la fructosa antes de que se justifique la intervención del sector de salud pública. En sus palabras, “parece recomendable limitar el consumo de azúcar como parte de cualquier programa de pérdida de peso y en las personas con alto riesgo de desarrollar enfermedades metabólicas. No hay evidencia, sin embargo, de que la fructosa sea la única o incluso el factor principal en el desarrollo de estas enfermedades, ni que esta sea perjudicial para todo el mundo”. Las dosis altas de cualquier fuente de energía están asociadas con el exceso de peso corporal y con cambios metabólicos, y la fructosa no es la excepción. En lugar de enfocarnos únicamente en este nutriente, los autores recomiendan que las políticas de salud pública se centren de manera más amplia en el fomento de estilos de vida saludables que incluyan actividad física, una dieta nutritiva y un consumo calórico moderado.

Fuente: Eufic.org

Referencias:

  • Tappy L & Mittendorfer B (2012) Fructose toxicity: is the science ready for public health actions? Curr Opin Clin Nutr Metab Care 15:35761.
  • Tappy L (2012) Q&A: ‘Toxic’ effects of sugar: should we be afraid of fructose? BMC Biology 10:42.
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