Cargando

Escriba aquí

Dra. Arely Vergara Castañeda

Q.A. María Fernanda Lobato Lastiri

Grupo de Investigación de Ciencias Básicas y la Salud 

Facultad de Ciencias Químicas, Universidad La Salle México

Como parte de los sabores favoritos de la gastronomía mexicana, un deleite de chicos y grandes, ya sea en dulces, botanas saladas o agridulces, aguas frescas o bebidas reconfortantes y diversos platillos, encontramos al tamarindo (Tamarindus indica Linn). Esta es una de las pocas plantas de desarrollo lento originaria del África tropical, cuya producción y consumo se extendió en México a partir de su llegada durante la Colonia y que, hoy en día, podemos encontrarla en todo el mundo, producido de manera silvestre y como cultivo en países con climas cálidos semiáridos como India, México, Brasil, Belice, Guatemala, Costa Rica, entre otros de América Central, Sudamérica, Asia y África. 

El tamarindo, considerado una leguminosa, es un árbol frutal de hoja perenne que pertenece a la subfamilia Caesalpinioideae de la familia de las Fabacea y cuyo tronco, de madera dura, puede llegar a crecer hasta 24 metros y extenderse en las copas hasta los 2 metros1, por lo que comúnmente se emplea a nivel doméstico para proveer sombra en espacios abiertos o como protección de viento para cultivos y ganado2. El fruto que produce, en estaciones secas, es una vaina dura, subcilíndrica y aterciopelada que mide de 10 a 15 centímetros de largo por 2cm de ancho, y que alberga de 3 a 10 semillas en su interior cuya pulpa es de color café oscuro, de consistencia pegajosa y con un sabor ácido o agridulce atribuido a su contenido de azúcares y de ácido tartárico 1,3.

Dado su sabor característico y debido a que, tanto su fruto, como las hojas y flores pueden ser consumidas –e incluso la corteza aprovechada-, ha sido adoptado como parte de muchas gastronomías, incluida la mexicana, sobre todo uno de sus productos de mayor importancia: la pulpa, que constituye el 30% del fruto, consumiéndola directamente o como ingrediente para la preparación de bebidas tradicionales –aguas frescas, jugos, atoles, poncheo bebidas saborizadas no alcohólicas-; en la confitería como dulces, caramelos, pulpas, salmueras y conservas; en la preparación de alimentos como condimentos, aderezos, guisados, salsas y algunos tipos de curry; en la panadería y la elaboración de bebidas alcohólicas, incluidas las cervezas artesanales 2,4.

Además, el fruto en general es rico en mucílago, arabinosa, xilosa, glucosa y otros polisacáridos, los cuales son empleados como materia prima para la obtención de pectina, por lo que, a nivel industrial y comercial, es empleado como insumo para la elaboración de diversos productos como mermeladas, jaleas, quesos, helados y mayonesa, y también por su efecto antimicrobiano se emplea como conservador de alimentos5.

A pesar de su versatilidad en el aspecto alimentario, su uso va más allá y también se emplea con fines medicinales o terapéuticos, en la industria farmacéutica, así como en el rubro textil y de yute, en la fabricación de papel, insecticidas, para la obtención de madera con fines de construcción de viviendas, elaboración de utensilios y como fuente de combustible1,2,5,6.  

Respecto a su aporte nutricional, el tamarindo es un fruto que tiene un buen contenido de hidratos de carbono y proteína, con una buena proporción de aminoácidos esenciales5, vitamina C y betacaroteno, al igual que minerales, entre los que destacan el zinc, magnesio, sodio, calcio, fósforo y, en menor proporción, hierro, así como una buena variedad y cantidad de fitonutrimentos que en su mayoría actúan como antioxidantes2, 7. Además, la pulpa de tamarindo posee un alto contenido en fibra soluble que contribuye a la regulación del tránsito intestinal atribuyéndosele propiedades laxantes y beneficios gastrointestinales diversos, por lo que en algunas regiones de África, se emplea como parte de tratamientos para diarreas crónicas o disentería3,7

Como parte de la medicina tradicional sus aplicaciones y usos están dados de acuerdo a los efectos reportados destacando el digestivo, laxante, antihelmíntico, diurético, antioxidante, hepatoprotector, antimicrobiano e incluso en algunas zonas del centro de África Occidental se emplea en el tratamiento de fiebre y heridas. Por otro lado, a nivel sistémico se ha sugerido que los extractos de la corteza del tallo, raíces, hojas así como la pulpa poseen propiedades antiinflamatorias, analgésicas y metabólicas por su alto contenido de flavonoides, compuestos fenólicos y catequinas, por lo que suele emplearse en personas con enfermedades crónico degenerativas 1,3,5,7. Pese a que desde el punto de vista de la etnomedicina, su posible utilidad es inmensa, se requiere contar con más evidencia para sugerir dosis recomendadas de consumo del fruto o de los extractos obtenidos a partir de él para observar un beneficio en la salud, sin que esto sustituya los tratamientos médicos ya probados.

El tamarindo, al igual que otras especies de árboles frutales, se ha considerado una potencial fuente para contribuir a las recomendaciones nutricionales y mejorar la calidad de la dieta a un bajo costo. Pese a su versatilidad para incluirlo en la alimentación, en la industria alimentaria y como parte de la medicina tradicional, hoy en día es considerado un producto subutilizado en el mundo, con un alto valor de uso cuya producción y comercialización puede impactar, no sólo en el aspecto alimentario, sino en otros sectores como el ambiental, social, cultural y económico. 

Referencias:

Komakech, R., Kim, Y. G., Matsabisa, G. M., & Kang, Y. (2019). Anti-inflammatory and analgesic potential of Tamarindus indica Linn. (Fabaceae): a narrative review. Integrative medicine research, 8(3), 181–186. https://doi.org/10.1016/j.imr.2019.07.002

Ebifa-Othieno, E., Mugisha, A., Nyeko, P., & Kabasa, J. D. (2017). Knowledge, attitudes and practices in tamarind (Tamarindus indica L) use and conservation in Eastern Uganda. Journal of ethnobiology and ethnomedicine, 13(1), 5. https://doi.org/10.1186/s13002-016-0133-8

Borquaye, L. S., Doetse, M. S., Baah, S. O., & Mensah, J. A. (2020). Anti-inflammatory and anti-oxidant activities of ethanolic extracts of Tamarindus indica L.(Fabaceae). Cogent Chemistry, 6(1), 1743403.

Okello, J., Okullo, J., Eilu, G., Nyeko, P., & Obua, J. (2017). Mineral composition of Tamarindus indica LINN (tamarind) pulp and seeds from different agro-ecological zones of Uganda. Food science & nutrition, 5(5), 959–966. https://doi.org/10.1002/fsn3.490 

Arshad, M. S., Imran, M., Ahmed, A., Sohaib, M., Ullah, A., Nisa, M. U., Hina, G., Khalid, W., & Rehana, H. (2019). Tamarind: A diet-based strategy against lifestyle maladies. Food science & nutrition, 7(11), 3378–3390. https://doi.org/10.1002/fsn3.1218 

Kumar, C. S., & Bhattacharya, S. (2008). Tamarind seed: properties, processing and utilization. Critical reviews in food science and nutrition, 48(1), 1–20. https://doi.org/10.1080/10408390600948600 Havinga, R. M., Hartl, A., Putscher, J., Prehsler, S., Buchmann, C., & Vogl, C. R. (2010). Tamarindus indica L. (Fabaceae): patterns of use in traditional African medicine. Journal of ethnopharmacology, 127(3), 573–588. https://doi.org/10.1016/j.jep.2009.11.02

Etiquetas
Anterior artículo
Siguiente artículo

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *