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Dra. Diana Beatriz Muñiz Márquez

Tecnológico Nacional de México

Campus Instituto Tecnológico de Ciudad Valles 

Dr. Jorge Enrique Wong Paz

Universidad Autónoma de San Luis Potosí

Facultad de Estudios Profesionales Zona Huasteca

Una práctica de alimentos usada desde la prehistoria

Cuando escuchamos hablar de “alimento procesado” mostramos una preocupación constante porque relacionamos este concepto con la frase de: consumir comida procesada aumenta el desarrollo de enfermedades cardiovasculares u otras patologías como el cáncer. Sin embargo, a lo largo de la evolución humana, el hombre ha implementado diversas estrategias de tratamiento y conservación de nuestros alimentos. Los primeros alimentos se obtenían a través de la caza, pesca y recolección, los cuales debían pasar por el proceso de conservación tradicional que se usara en esa época para que el hombre los mantuviera disponibles y comestibles por más tiempo. Fue de esta manera como surgió el procesamiento de nuestra comida a través del salado, del ahumado y de la congelación. Más tarde se emplearon otros procesos como la fermentación y la conservación en almíbar. 

Entonces, podemos definir a un alimento procesado como aquel producto alimenticio que ha sufrido modificaciones o transformaciones para llevarlo del campo a la mesa, con el propósito de mantenerlo apto para el consumidor por más tiempo, es decir, prolongar su vida de anaquel. En este contexto, el concepto de comida procesada es controversial debido a que el consumidor percibe a estos alimentos como menos saludables que los alimentos naturales, es decir, aquellos que son consumidos directamente como se encuentran en la naturaleza. Sin embargo, más que pensar en el hecho de que el procesamiento de alimentos es algo “malo”, es más conveniente enfocarse en la identificación de qué tipo de procesamiento se le da a cada alimento. Existen procesos térmicos como los enlatados u otros más modernos como el uso de altas presiones que no modifican el contenido nutrimental de los productos, ambos tienen en común el objetivo de asegurar la calidad e inocuidad de los alimentos sin efectos secundarios en los consumidores. Por otra parte, están los alimentos procesados que no cumplen con las recomendaciones nutrimentales consideradas saludables y que pueden ser ricos en componentes calóricos como azúcares y grasas saturadas, que son considerados nutrimentos críticos. 

Desde este punto de vista, podemos relacionar el desarrollo de diversas patologías con la ingesta inadecuada de estos productos que, inconscientemente, se consumen de manera excesiva, aunado al estilo de vida poco saludable que incluye dormir poco, hacer poca actividad física y vivir bajo niveles de estrés emocional permanente. Así que, no solo es lo que comemos, también es la forma en la que vivimos3

Entonces, ¿cómo sabemos si un alimento procesado puede ser parte de una dieta correcta? Para esto, tendríamos que establecer ciertas estrategias de evaluación de lo que comemos, por ejemplo, observando el etiquetado de los alimentos y basándonos también en el modelo de perfil de nutrimentos, tomando en consideración que la finalidad de procesar los productos alimenticios es conservarlos por más tiempo sin que pierdan su calidad nutricional y garantizando su inocuidad. En este grupo de alimentos procesados se encuentran productos que se caracterizan por ser alimentos listos para consumir, “ready-to-eat”, que contienen en gran medida aceites, grasas, azúcares, conservadores y potenciadores de sabores y olores. Por ejemplo, las bebidas azucaradas, las frituras y las botanas dulces, entre otros1, que no sería recomendable consumirlos en exceso ni con mucha frecuencia. No obstante, recordemos que la alimentación es un proceso de enseñanza-aprendizaje bastante complejo que está influenciado por muchos factores, entre ellos la cultura y la gastronomía de cada país, así como las costumbres y el tiempo de preparación de alimentos en cada familia. En este sentido, los productos mexicanos como los tamales, el champurrado, el mole, las mermeladas estarían en el foco de alerta cada vez que se consumieran por su perfil de nutrimentos críticos. Con base en esto, los consumidores tendríamos que poner atención en los ingredientespresentes en el alimento, para conocer la calidad nutricional del mismo. De esta manera podríamos relacionar el impacto que el producto pudiera tener en la salud, independientemente del tipo de tratamiento al que es sometido antes de llegar a la mesa. Debemos ser conscientes de cuidar nuestra propia alimentación integrando en la dieta preferentemente alimentos mínimamente procesados y poniendo especial atención en los alimentos, ya sea industrializados o preparados en casa, altos en azúcares, grasas y saborizantes, con los cuales podemos crear un hábito de consumo recurrente, sobre todo cuando buscamos en la comida una satisfacción placentera. Más allá de si consumimos o no un producto, depende de cada uno de nosotros tomar decisiones adecuadas conforme a nuestras condiciones de vida que nos permitan cuidar de nuestra salud, recordando que no sólo hay que cuidar la dieta, sino nuestro estilo de vida integral.

Bibliografía:

Nieto-Orozco., C., Sangochian, A. C., Tamborrel-Signoret, N., Vidal-González, E., Tolentino-Mayo, L., Vergara-Castañeda, A. (2017). Percepción sobre el consumo de alimentos procesados y productos ultraprocesados en estudiantes de posgrado de la Ciudad de México. Journal of Behavior, Health & Social Issues, 9, 2, 82-88.

Marti A., Calvo C., Martínez, A. (2021). Consumo de alimentos ultraprocesados y obesidad.: Una revisión sistémica. Nutrición hospitalaria, 38, 1, 177-185.

Talens Oliag, P. 2021. Alimentos ultraprocesados: impacto sobre las enfermedades crónicas no trasmisibles. Nutrición hospitalaria, 38, 1, 3-4.

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