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La importancia de que los niños conozcan los riesgos de contraer enfermedades relacionadas con los alimentos se está convirtiendo en una prioridad en algunos países. En ese sentido, se están llevando a cabo intervenciones para averiguar cuál es la mejor forma de enseñarles cómo protegerse.

En Italia se realizó un estudio con el objetivo de averiguar cuál era la mejor manera de enseñar a niños menores de 15 años sobre los riesgos de enfermedades relacionadas con el consumo de alimentos.

Se pusieron a prueba dos tipos de estrategias para aumentar el conocimiento que los niños tienen sobre los riesgos de contraer este tipo de enfermedades. Una era enseñanza teórica y la otra, práctica.

Los niños son un grupo muy vulnerable a padecer enfermedades relacionadas con los alimentos y los microbios que se encuentran en ellos. De hecho, cerca de la mitad de los casos que se reportan de este tipo de enfermedades son en niños.

Muchas de las enfermedades transmitidas por alimentos se deben a procesos inadecuados de cocción, almacenamiento y refrigeración. Aunque los niños, por lo general, no participan en estos procesos, sí tienen un espacio de riesgo relacionado a sus hábitos de higiene.

Con eso en mente, la intervención educativa tenía como meta enseñar mejores prácticas de lavado de manos y de alimentos, y a detectar algunos signos de descomposición en los alimentos. Por otro lado, se les enseñó a los niños un poco sobre los microbios en el contexto de los alimentos que comen.

Teoría y práctica

Dos grupos de niños entre 9-11 años de edad, de 12 escuelas diferentes, participaron en el estudio. A la mitad se les dio una explicación sólo teórica y a la otra, práctica. El grupo de enseñanza práctica realizó 3 experimentos. Los niños pudieron observar el crecimiento de bacterias en tres medios diferentes: aire, saliva y manos (lavadas y sin lavar), seguido de instrucciones sobre cómo reducir el crecimiento de dichos microorganismos.

Para evaluar los resultados de la intervención, se solicitó a los niños que dibujaran la relación de una persona con los microorganismos y que respondieran una encuesta, antes y después de la intervención.

Como resultado se observó que los niños que participaron en el taller práctico lograron una mejor comprensión sobre los microorganismos, las enfermedades y las formas de prevenirlas, que quienes recibieron sólo una instrucción teórica.

Respecto de los dibujos, un 30% de los niños del grupo de enseñanza práctica lograron establecer una relación clara entre los microorganismos y su organismo, frente a menos del 20% del otro grupo. Además, se observó que la representación gráfica de los microorganismos que hicieron los niños, fue menos caricaturesca después de la intervención.

Las respuestas a las encuestas demostraron algo similar. Los niños que participaron en los experimentos podían identificar mejor los contextos de riesgo de enfermedades propagadas por los microorganismos dañinos en los alimentos.

Estudios como este indican que hay que involucrar más a los niños en el cuidado de su salud, y hacerlos partícipes de las formas de prevención. Por otra parte, si los niños reciben este tipo de educación en sus escuelas, por ejemplo, podrían transmitir mejores hábitos a las personas con las que conviven en sus casas, difundiendo mejores maneras de cuidar la salud.

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