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El consumo excesivo de grasas afecta la forma de comer

Las dietas con un alto contenido de grasas saturadas afectan el sistema de recompensa y placer del cerebro, provocando la necesidad de aumentar el consumo de comida para conseguir un efecto de satisfacción.

Estudios recientes han encontrado un vínculo entre el consumo de grasas y ciertas conductas. Investigaciones en humanos y animales demuestran una asociación entre la obesidad y la alteración del sistema de recompensa del cerebro, es decir, aquel que dirige nuestro comportamiento. La alteración se traduce en cambios conductuales y neurales.

También se ha asociado la preferencia por las dietas ricas en grasa con desórdenes neuropsiquiátricos, además de los ya conocidos problemas cardiacos. Una alimentación con altos contenidos de grasa puede conducir al desarrollo de la obesidad. Sin embargo, no se conocía hasta qué punto estos cambios tenían como consecuencia la obesidad o si dependía de la clase de grasas que ingerimos en la dieta.

Algunos análisis recientes están tratando de descifrar si hay una relación entre el tipo de grasas que consumimos y los mecanismos cerebrales de satisfacción del apetito, la recompensa y comportamientos similares que están asociados con enfermedades de la alimentación.

Gracias a un estudio publicado en la revista Neuropsychopharmacology se descubrió que el tipo de grasa es fundamental en la génesis de esas alteraciones en la conducta. Las grasas saturadas (como la del aceite de palma) tienen un efecto perjudicial para el cerebro, porque desatan un mecanismo similar al de las adicciones y disminuyen progresivamente la función de recompensa del cerebro. Esto hace que el cerebro requiera cada vez más cantidad de grasa para obtener el mismo placer o la misma sensación de recompensa. Por el contrario, los aceites ricos en ácidos grasos monoinsaturados, como el de oliva, parecen tener un efecto protector sobre el cerebro.

La investigación muestra que, independiente del sobrepeso y la obesidad que produce, una alimentación alta en grasas puede causar deficiencias en el funcionamiento de los circuitos cerebrales implicados en los trastornos del estado de ánimo, las adicciones, y causar trastornos de la alimentación, estados y patologías que inciden en la motivación y la sensación de bienestar.

“Otro hallazgo clave es que una alimentación alta en grasas de forma prolongada amortigua la sensibilidad del sistema de recompensa del cerebro, específicamente por la acción de las grasas saturadas, como el aceite de palma utilizado este estudio. El aceite de oliva no tiene ese efecto”, indicaron los investigadores responsables del estudio mencionado.

La grasa de palma y en general las saturadas, se utilizan en comidas procesadas y en bollería industrial para dar estabilidad a los aceites con los que se cocina, como consta en la página oficial de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y Agricultura (FAO).

El equipo de investigadores obtuvo estos resultados al experimentar con tres grupos de ratas. El primero, el grupo de control, recibió una dieta baja en grasa y con cantidades aproximadamente iguales de ácidos grasos monoinsaturados (aceite de oliva) y saturados (grasa de palma). Al segundo grupo se le dio una dieta alta en grasas monoinsaturadas, de las cuales el 50% provenía del aceite de oliva. El tercero fue alimentado con una dieta rica en grasas saturadas, pero el 50% esta vez derivaba del aceite de palma.

Las dietas altas en grasas eran todas iguales en términos de azúcares, proteínas, contenido de grasa y aporte calórico, y los animales eran libres de comer la cantidad que quisieran. Después de ocho semanas, todas las ratas tenían pesos y niveles de insulina similares, al igual que la cantidad de leptina (que es la principal hormona metabólica) y nivel de glucemia (nivel de azúcar en sangre).

En ese momento, las ratas fueron sometidas a una serie de pruebas de comportamiento y bioquímicas indicativas del funcionamiento del sistema de recompensa, cuyo neurotransmisor es la dopamina. Las ratas, con la dieta a base de grasa de palma, tenían la función de la dopamina significativamente debilitada, según lo encontrado en el estudio. La dopamina es fundamental para la motivación, entre otras funciones, y para marcar aquellas cosas que nos resultan apetecibles y placenteras.

Esto lleva al cerebro a tratar de compensar esa disminución aumentando el comportamiento de búsqueda de recompensas, como ocurre en el fenómeno de la tolerancia a las drogas, donde uno tiene que aumentar la dosis a lo largo del tiempo para obtener el mismo efecto. Por lo tanto, una persona que consuma en exceso grasas saturadas puede tener un sistema de recompensa cada vez más reducido, lo que induce un consumo más alto de alimentos ricos en grasa y azúcar para obtener el mismo nivel de placer o recompensa.

Este estudio es el primero en demostrar que, independientemente de los cambios de peso, la ingestión sin control de grasas saturadas puede tener efectos negativos en la motivación a nivel del cerebro.

Referencia: “Las dietas ricas en grasas saturadas alteran el centro del placer del cerebro” de Investigación y Desarrollo (ID) – www.invdes.com.mx

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