Dra. Janeth Margarita Ventura Sobrevilla
Escuela de Ciencias de la Salud
Universidad Autónoma de Coahuila
Miembro de AMECA
Para la medicina preventiva examinar los estilos de vida saludable es fundamental pues están relacionados con tres aspectos epidemiológicos importantes: a) incidencias (nuevos casos), b) mortalidad (muertes), y c) complicación o aumento en el riesgo del deterioro de la salud.
Existen diversos instrumentos o cuestionarios que permiten analizar el estilo de vida, que incluyen dominios como fumar, tomar alcohol o consumir drogas, dietas y patrones de alimentación, actividad física, calidad y cantidad de sueño, descanso y situación laboral, manejo de estrés y manejo de las emociones (1, 2, 3, 4).
La obesidad es uno de los principales problemas de salud pública a nivel global y nacional en los países de alto, mediano y bajo ingreso. La obesidad y el sobrepeso se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa que presenta un riesgo para la salud, con un incremento en el índice de masa corporal superior a 25. Particularmente, de 1975 a 2016 la prevalencia global de la obesidad y sobrepeso en los niños y jóvenes de entre 5 y 19 años se ha incrementado del 4 a 18% (5). Además, se considera un factor de riesgo para el desarrollo enfermedad cardiovascular, diabetes, hipertensión, cáncer y otras enfermedades no transmisibles.
La obesidad es una patología de origen multifactorial en la que influyen factores genéticos, biológicos y socioambientales como la cultura, la familia, la comunidad, las políticas públicas y los estilos de vida (6). Prevenir y tratar la obesidad requiere de un trabajo en conjunto de diferentes disciplinas tales como psicología, medicina, nutrición, economía, legislación, tecnología alimentaria, agronomía, veterinaria por mencionar algunas áreas. Para lograr una modificación en las políticas públicas que sea efectiva para mejorar los patrones de alimentación de la población es importante generar un diálogo entre los diferentes actores, considerando como bien común la seguridad alimentaria del consumidor (7).
Aprender a combinar los alimentos para integrar una dieta correcta o tener una educación alimentaria es una de las medidas más importantes para prevenir o reducir la obesidad en cualquier edad o condición socioeconómica, pues permite al individuo tomar la mejor decisión sobre su alimentación y su salud de acuerdo con sus necesidades y condiciones de vida. Como un rol central debemos analizar la interacción entre preferencias del consumidor sobre los alimentos y el ambiente (social, cultural y comercial) en donde los consumidores aprenden, expresan o rehacen sus hábitos para conformar su estilo de vida en el cual se incluye tanto la dieta, como la actividad física.
Se proponen 4 mecanismos por los cuales las políticas públicas pueden afectar la dieta de la población:
Además, se beben explorar las acciones y condiciones de los diferentes escenarios que incluyen lugares como las escuelas, centros de trabajos y hogares; condiciones socioeconómicas y tiempos para preparación o formas de consumo y la disponibilidad, asequibilidad y calidad de los alimentos, pues estos escenarios están estrechamente relacionados con la toma de decisiones sobre los alimentos que consumimos. Recordemos que en nuestro país existen grandes diferencias entre el poder adquisitivo, jornadas laborales, culturas e ideologías familiares. Si bien lo ideal sería tener espacios, tiempo disponible, infraestructura y variedad de alimentos adecuados para cada sector de la población dependiendo de sus necesidades, esto sigue quedando del lado de la utopía.
Las necesidades de las áreas rurales distan de las necesidades de las áreas urbanas, además, la disponibilidad de tiempo para preparar los alimentos o los tiempos destinados para el consumo son heterogéneos en la población. Sin dejar de lado que, aunque se tiene una canasta básica, por razones geográficas y de poder adquisitivo no es posible asegurar que en cada hogar se cuente con los mismos alimentos o nivel de conocimiento en alimentación. En las grandes ciudades los habitantes tienen el gran reto de tener su espacio laboral lejos de casa y la mayor parte del tiempo comen fuera de su hogar, lo que no necesariamente es un sinónimo de un mal hábito de alimentación ni la justificación para no lograr una dieta correcta, pero sí es una complicación en comparación con quienes pueden realizar sus comidas en casa. En las áreas rurales los retos están más encaminados a lograr la disponibilidad, asequibilidad e inocuidad alimentaria, pues no siempre es posible obtener una dieta variada (7, 8).
Cuando se trata de crear buenos hábitos de estilo de vida, lo mejor es iniciar desde la infancia; en este sentido los padres de familia o cuidadores de los infantes son quienes tienen un mayor peso en la formación de buenos hábitos. Recordemos que los hábitos de vida saludables, además de la alimentación, incluyen la actividad física, sueño y manejo de las emociones (6). Por tal razón es fundamental orientar de forma paralela a los padres de familia o cuidadores, entre ellos incluidos los maestros, de tal manera que los niños logren crecer en un ambiente propicio que les permita generar hábitos saludables. Los esfuerzos para orientar a la triada niño-adolescente, padres y maestros tienen más oportunidad de lograr un impacto en la prevención o tratamiento de la obesidad, que enfocar los esfuerzos únicamente a educar los niños y jóvenes.
Otro factor para considerar es que cuando un consumidor adulto ha desarrollado preferencias de dietas menos convenientes en términos de la calidad nutritiva de los alimentos, resulta más difícil reevaluar sus preferencias. Sin embargo, las formas en las que se presentan los alimentos y los precios pueden ayudar a mejorar la selección de estos (7). Si bien, en muchos casos lo ideal sería consumir alimentos en su forma más nativa, debemos recordar que no siempre es posible hacerlo; por ello, los fabricantes de alimentos tienen una gran responsabilidad y participación en la reformulación, procesamiento e innovación de productos ya sea listos para su consumo o preenvasados, pues atender las demandas de los consumidores y garantizar la seguridad alimentaria, incluida asequibilidad permiten a este sector incorporarse al compromiso y estrategias para combatir problemas de salud pública asociadas con la alimentación. Los fabricantes de alimentos, además de atender las demandas del consumidor, requieren de coordinar sus acciones con el sector público que se encuentra a cargo de la salud, de tal manera que, al momento de reformular, los productos que producen cumplan con las recomendaciones sanitarias (7).
En un reporte reciente publicado en el 2020, se revisó la tendencia de los patrones de alimentación en los adultos mexicanos por sus características demográficas, usando como referencia los datos la Encuesta Nacional de Salud de los años 2006, 2012 y 2016. En las zonas urbanas, donde el estado socioeconómico es más alto que en las rurales, los patrones dietarios incluyen cereales, carnes, frutas y vegetales. En cambio, para las zonas rurales la alimentación está más centrada en derivados de maíz y leguminosas, particularmente frijoles. De manera general, 5 de cada 10 adultos consumen las cantidades recomendadas de frutas y verduras, mientras que, 8 de cada 10 adultos consumen bebidas azucaradas no lácteas (9).
Del 2006 al 2016 en adultos de 40 a 59 años el consumo frutas, frijoles, lácteos, proteína vegetal, alimentos de origen marino ha disminuido. En contraste, el consumo de vegetales, granos enteros y grasas ha aumentado de manera significativa. Con respecto a sexo, las mujeres registraron mayores valores en el consumo de frutas, verduras, frijoles, lácteos y proteína total de los alimentos, mientras que en los hombres los mayores consumos se presentaron en grasas saturadas (9).
La integración de una dieta correcta puede llevarse a acabo al seguir las recomendaciones de la NOM-043 o la norma de plato del bien comer, que nos indica la combinación de los tres grupos de alimentos que debemos incluir. (Para más información puedes consultar la nota “Combina tres grupos de alimentos para una dieta correcta”) (10). Los alimentos frescos, preenvasados, procesados, orgánicos, listos para su consumo pueden ser parte de una dieta correcta; no se trata sólo de contar calorías o nutrimentos críticos, las frecuencias y porciones también son importantes. Acudir con un nutriólogo terminará de darnos la dirección que necesitamos para llevar una dieta correcta y tomar las mejores decisiones en los diversos escenarios que se nos presenten. Conocer los patrones de alimentación y las tendencias de consumo o preferencias en la selección de alimentos, nos permite tener un mejor panorama para generar estrategias a favor de la construcción de mejores hábitos saludables.
Estigmatizar, categorizar o sesgar los esfuerzos sobre los hábitos saludables, los alimentos según su origen, preparación o procesamiento pueden resultar productivo para algunos sectores de población, pero intrascendentes para otros, pues recordemos que las políticas públicas deben dirigirse a la población en general y, entendiendo a la obesidad como un problema de salud pública grave de etiología multifactorial, aunado a las condiciones sociodemográficas, culturales-ideológicas y económicas tan diversas que tenemos en la sociedad, de verdad que es un reto lograr la generación de estilos de vida más saludables.
No obstante, mediante la información y educación sobre alimentación integral, intuitiva e incluyente se puede lograr que los consumidores desarrollen las habilidades que les permitan tomar de manera adecuada y dependiendo de sus necesidades las mejores decisiones sobre su dieta. De la mano de la alimentación podemos trabajar en la creación de estilos de vidas saludables que incluyen realizar actividad física al menos 30 minutos al día, constancia y disciplina con las horas de sueño, el manejo efectivo de estrés y la buena salud mental. Combatir el analfabetismo alimentario será de gran apoyo para reducir la obesidad en nuestro país.
Bibliografía:
Ford, E. S., Bergmann, M. M., Boeing, H., Li, C., & Capewell, S. (2012). Healthy lifestyle behaviors and all-cause mortality among adults in the United States. Preventive medicine, 55(1), 23-27.
Karavasiloglou, N., Pestoni, G., Wanner, M., Faeh, D., & Rohrmann, S. (2019). Healthy lifestyle is inversely associated with mortality in cancer survivors: Results from the Third National Health and Nutrition Examination Survey (NHANES III). PloS one, 14(6), e0218048.
St-Onge, M. P., Grandner, M. A., Brown, D., Conroy, M. B., Jean-Louis, G., Coons, M., & Bhatt, D. L. (2016). Sleep duration and quality: impact on lifestyle behaviors and cardiometabolic health: a scientific statement from the American Heart Association. Circulation, 134(18), e367-e386.
Benavides, F. G., Benach, J., Diez-Roux, A. V., & Roman, C. (2000). How do types of employment relate to health indicators? Findings from the Second European Survey on Working Conditions. Journal of Epidemiology & Community Health, 54(7), 494-501.
WHO (2019). Recuperado de https://www.who.int/health-topics/obesity#tab=tab_1.
Ang, Y. N., Wee, B. S., Poh, B. K., & Ismail, M. N. (2013). Multifactorial influences of childhood obesity. Current Obesity Reports, 2(1), 10-22.
Hawkes, C., Smith, T. G., Jewell, J., Wardle, J., Hammond, R. A., Friel, S., … & Kain, J. (2015). Smart food policies for obesity prevention. The Lancet, 385(9985), 2410-2421.
Pérez-Tepayo, S., Rodríguez-Ramírez, S., Unar-Munguía, M., & Shamah-Levy, T. (2020). Trends in the dietary patterns of Mexican adults by sociodemographic characteristics. Nutrition Journal, 19, 1-10
Pérez-Tepayo, S., Rodríguez-Ramírez, S., Unar-Munguía, M., & Shamah-Levy, T. (2020). Trends in the dietary patterns of Mexican adults by sociodemographic characteristics. Nutrition Journal, 19, 1-10
Hablemos Claro. 2020. Recuperado de https://hablemosclarodealimentos.org/combina-tres-grupos-de-alimentos-para-una-dieta-correcta/