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Msc. en CBB. Julián Herrera Mejía

Universidad Autónoma de Ciudad Juárez

 

El tracto gastrointestinal (TGI) es un órgano dinámico, complejo y especializado, cuya función principal es regular los mecanismos fisiológicos implicados en la digestión de los alimentos y la absorción de los nutrimentos. El transporte de los nutrimentos desde el intestino hacia la sangre es un proceso clave para mantener el balance nutricional y el suministro de energía a todos los órganos y tejidos de nuestro cuerpo. Mantener la salud gastrointestinal es fundamental para prevenir los problemas de salud asociados a los desequilibrios nutricionales.

Durante las últimas décadas, la evidencia científica acerca de la importancia de la microbiota intestinal en la salud digestiva y la prevención de enfermedades intestinales ha venido en considerable aumento.

El término “microbiota intestinal” se refiere a un ecosistema diverso y heterogéneo, que incluye más de mil millones de microorganismos que residen a lo largo de todo el TGI, principalmente, en el intestino grueso. La composición de la microbiota varía entre cada sujeto y se modifica a lo largo de la vida en respuesta a factores biológicos y medioambientales. Estos microorganismos proveen al intestino humano de enzimas y otras proteínas que se requieren para lograr la digestión de alimentos, favorecer la respuesta inmunológica intestinal, estimular la síntesis de vitaminas y la producción de neurotransmisores. Las alteraciones en la microbiota provocan la aparición y progresión de enfermedades intestinales, debido al desarrollo de procesos inflamatorios.

Los “prebióticos” son ingredientes dietéticos con efectos benéficos sobre la microbiota intestinal. Se encuentran naturalmente en alimentos de origen vegetal como frutas, verduras, cereales de grano entero, leguminosas y frutos secos. La mayoría de los prebióticos son carbohidratos con estructuras complejas, como la fibra dietética, por lo que resisten la digestión gastrointestinal. Los prebióticos, son la fuente de energía de algunas poblaciones bacterianas benéficas para nuestro cuerpo, favoreciendo su crecimiento. Estas bacterias liberan moléculas que proveen de enegía a nuestras células en el colon (como el lactato y los ácidos grasos de cadena corta – AGCC), así como precursores de hormonas y neurotransmisores. Todos estos compuestos son necesarios para que el tejido intestinal funcione correctamente.

Por su parte, los “probióticos” son microorganismos vivos que, al ser ingeridos en cantidades adecuadas, confieren beneficios para la salud del ser humano. En la industria de alimentos, son utilizados como ingredientes para la fabricación de yogures y quesos fermentados. El consumo de probióticos ayuda a mantener el equilibrio entre bacterias benéficas y patógenas del intestino, a aumentar la secreción de moco en el colon y restaurar la barrera intestinal. Actualmente, la combinación de probióticos y prebióticos (simbióticos), se ha utilizado para la reducción de síntomas gastrointestinales adversos, como la diarrea, el estreñimiento o el dolor abdominal, y en la prevención enfermedades intestinales, incluyendo, el cáncer de colon, el síndrome de intestino irritable y la enfermedad inflamatoria intestinal.

Debido a esto, es importante recordar que:

  • Los desequilibrios de la microbiota intestinal provocan efectos potencialmente nocivos para la salud del tracto digestivo
  • Para cubrir los requerimientos de ingesta de prebióticos y fibras dietarias es necesario consumir alimentos de origen vegetal en cantidades suficientes todos los días (por ejemplo, 5 raciones entre frutas y verduras)
  • El consumo regular y moderado de productos lácteos fermentados (como quesos y yogures) es una alternativa accesible para proveer probióticos al intestino

Parte de nuestra salud depende de las condiciones en las que se encuentre nuestra microbiota intestinal, de tal manera que el consumo de alimentos que la favorezcan tendrá efectos positivos en nuestro organismo. Los alimentos fermentados, en general y los ya mencionados, así como la ingesta de fibra en cantidades adecuadas es esencial para nuestra microbiota.

 

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