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Dr. Fernand Vedrenne

Universidad Iberoamericana

Se dice que un alimento está fortificado cuando se le añade algún nutrimento para aumentar su concentración por encima de las cantidades que naturalmente tiene. También puede adicionarse alguna sustancia que no esté presente naturalmente en el alimento para darle un valor nutritivo extra. 

Los propósitos de la fortificación son muchos. Entre ellos se encuentra querer contribuir a que una población cubra con el requerimiento de algún nutrimento que no esté de manera suficiente en su dieta. Otro, es balancear el perfil nutrimental de un alimento o recuperar alguna vitamina que se pierde durante su procesamiento (como en el jugo de naranja, por ejemplo) (Dwyer et al., 2015). 

La Administración de Alimentos y Medicamentos de E.E.U.U. (FDA, por sus siglas en inglés) ha propuesto una serie de requisitos para fortificar un alimento:

  • El alimento debe de ser deficiente del nutrimento que se le va a adicionar
  • El alimento deberá ser consumido con la frecuencia suficiente para poder aportar las cantidades necesarias del nutrimento adicionado
  • El consumo del nutrimento en las cantidades en las que se fortifica no debe ser tóxico ni generar desbalances nutrimentales
  • El nutrimento adicionado debe ser estable en el alimento y debe poder ser bien absorbido por las personas que lo consumen 

Debido a patrones culturales y la baja disponibilidad de alimentos, algunas poblaciones no cubren los requerimientos de nutrimentos necesarios para tener un buen estado de salud. La fortificación es una gran forma de lograr que esas poblaciones cubran sus necesidades nutrimentales. 

A pesar de la gran ventaja que ofrece, existen grupos, tanto en la academia, como en la sociedad civil, que se oponen a la fortificación. Esto se debe a que la fortificación se discute en países desarrollados en los que no hay carencias de nutrimentos, como sí la hay en países subdesarrollados. Cuando se decide de este modo la fortificación, se le llama “fortificación discrecional”. 

Muchos investigadores no están a favor de este tipo de fortificación porque dicen que desvía la atención de los alimentos con alta densidad de nutrimentos de manera natural que crecen en las regiones afectadas, resta importancia al concepto de dieta variada y enfatiza el consumo de alimentos que de no haber sido fortificados, tendrían un perfil nutrimental bajo (Tarasuk, 2014).

Un ejemplo de un programa de fortificación exitoso que sigue los lineamientos de la FDA es el de la yodación de la sal en 1924. Este fue el primer programa de fortificación y fue creado para disminuir la incidencia de bocio en la población estadounidense. Esta política redujo la enfermedad de un 35 a 2.6% en los niños del estado de Michigan (Dwyer et al., 2015). Esta misma política fue usada en España de manera exitosa en las regiones montañosas del norte donde la gente desarrollaba bocio porque la sal se extraía del agua del deshielo (Fernandez, 2018).

Otro ejemplo, es el ácido fólico en las harinas blancas. Las harinas no suelen contener cantidades significativas de ácido fólico de manera habitual, pero como son consumidas cotidianamente, al ser fortificadas podrían ayudar a los consumidores a cubrir su requerimiento de esta vitamina (Dwyer et al., 2015). Esto reduce la incidencia de defectos del tubo neural en recién nacidos (van Gool, 2018). Además, el ácido fólico en forma fortificada tiene mejor absorción que de forma suplementada (Dwyer et al., 2015); la suplementación de 4mg al día de esta vitamina llena a los glóbulos rojos con el ácido fólico suficiente para prevenir defectos del tubo neural en 20 días (van Gool, 2018). 

Sin embargo, es importante mencionar que la fortificación con ácido fólico debe de ser valorada de manera integral, ya que el llegar a ingestas superiores a los 40mg/día puede traer efectos adversos, tales como enmascarar síntomas de deficiencia de vitamina B12 o incluso revertir el efecto de los anti-folatos naturales del cuerpo (sustancias que pueden controlar la síntesis del ADN) (van Gool, 2018). 

Dentro de los proyectos de fortificación discrecional, se puede ver el caso de los cereales para desayuno adicionados con hierro. En una población sana que tiene una dieta correcta, quizás no sea necesario este hierro extra proveniente de los cereales. Sin embargo, en poblaciones que no pueden cubrir el requerimiento necesario de hierro, los cereales de desayuno podrían convertirse en una fuente importante de éste. 

Se ha visto que los proyectos de fortificación discrecional han tenido un impacto en reducir la carencia de vitamina A, tiamina, hierro y ácido fólico. También han ayudado a aumentar el consumo de niacina, riboflavina, vitaminas B6, B12, C y D. Desafortunadamente, cuando el consumo base de nutrimentos en la dieta es deficiente, la fortificación no contribuye a mejorar la ingesta de calcio, magnesio y vitaminas C y E (Tarasuk, 2014). 

La fortificación también puede ser una gran herramienta para combatir deficiencias prevalentes en las poblaciones. Un ejemplo es el combate de la anemia infantil que se logra dando a los niños alimentos fortificados con zinc y hierro en comunidades marginadas del mundo. En poblaciones sin problemas de hambre, puede ayudar a mejorar el perfil nutrimental de la dieta. En estas situaciones, los efectos en la salud pueden ser debatibles. 

En algunos casos, las preferencias alimenticias de las personas pueden derivar en deficiencias de nutrimentos porque, simplemente, no les gustan los alimentos que contienen las vitaminas o minerales necesarios para un buen estado de salud. Ante esto, los profesionales de la nutrición podrían hacer tres cosas: motivar a comer el alimento que no le gusta (con poca probabilidad de éxito), recomendarle un multivitamínico (con costo elevado), o recomendar algún alimento fortificado con el nutrimento faltante.

La fortificación es una herramienta útil para personas que, por la razón que sea, no están obteniendo los nutrimentos necesarios a partir de su dieta. Como sucede en diversos temas de alimentación y salud, es necesario mantener abiertos los estudios sobre la eficacia de la fortificación y seguir actualizando las regulaciones en pro del bienestar de las personas. 

Referencias:

Dwyer, J. T., Wiemer, K. L., Dary, O., Keen, C. L., King, J. C., Miller, K. B., . . . Bailey, R. L. (2015). Fortification and health: challenges and opportunities. Adv Nutr, 6(1), 124-131. doi:10.3945/an.114.007443

Fernandez, R. L. (2018). A Simple Matter of Salt: UC Press.

Tarasuk, V. (2014). Didcretionary Fortification – A Public Health Perspective. Nutrients, 6, 4421-4433. 

van Gool, J. D., Hirche, H., Lax, H., de Schaepdrijver, L. (2018). Folic acid and primary prevention of neural tube defects: a review. Reprod Toxicol

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