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Aceite de coco: otra cara de la moneda

M. en C. Zuleima Natali Dominguez Valázquez

Departamento de Fisiologia de la Nutrición

INCMNSZ

El coco es el fruto del Cocus nucifera (familia Arecaceae) un árbol originario de Asia. Uno de los usos más conocidos que se le da a esta fruta es la obtención de aceite; la pulpa del coco seco, o copra, contiene más de 60% de aceite que puede ser extraído1. El aceite de coco de la copra se produce al triturar la pulpa de cocos secos, luego pasa por un proceso de refinación, blanqueado y desodorizado. 

El uso del aceite de coco como aceite para cocinar o como producto cosmético se ha popularizado en los últimos años, debido a que distintos estudios proponen que su consumo tiene efectos benéficos, dada la estructura de los ácidos grasos que lo componen2,3. México ocupa el octavo lugar en el mundo en consumo de aceite de coco, mismo que ha aumentado de 100 toneladas métricas por año en 1990 a 139 toneladas métricas por año en el 20194

El aceite de coco contiene una gran proporción de ácidos grasos saturados (91%), principalmente ácido láurico (C12:0), mirístico (C14:0) y caprílico (C8:0). El ácido láurico es el ácido graso saturado más abundante en el aceite de coco (54%) y se puede clasificar como un ácido graso de cadena media o de cadena larga. Su acción sobre el metabolismo es debatido, ya que algunos estudios señalan que, por el hecho de ser de cadena media, induce pérdida de peso, prevención de enfermedades cardiovasculares y metabólicas3,5,6

Figura 1. Composición de ácidos grasos del aceite de coco por su grado de saturación y por la longitud de la cadena.

En los primeros estudios sobre el metabolismo de ácido láurico se reportó que el 70% de éste se absorbe vía quilomicrones6 (una de las 4 lipoproteínas en la sangre). Sin embargo, otros análisis señalan que su metabolismo es directo por vena porta llegando al hígado, donde son oxidados de inmediato por la mitocondria, puesto que no necesitan el transporte mediado por carnitina7. Este transporte genera un aumento en la producción de acetil CoA que lleva a que se generen cuerpos cetónicos (acetoacetato y β-hidroxibutirato). En una personal saludable, las cetonas se forman en el organismo como una forma alternativa de combustible ante la escasez de glucosa. Pero, por ejemplo, en alguien que cursa con diabetes, un exceso de cetonas puede poner en riesgo su salud. 

Se ha demostrado que el consumo de aceite de coco no induce incremento en el peso corporal, ni alteraciones en la composición corporal, y tampoco genera intolerancia a la glucosa. Sin embargo, es interesante observar que el consumo de aceite de coco incrementa las concentraciones de colesterol-LDL (conocido como colesterol “malo”). Esto podría deberse a que el aumento en la producción de acetil CoA por la oxidación rápida del ácido láurico vía vena porta, puede generar la síntesis de ácidos grasos de cadena larga, aumentando el colesterol-LDL. Por otro lado, el aceite de coco induce incrementos en los niveles de triglicéridos y colesterol en el hígado, lo que podría llevar al desarrollo de esteatosis hepática (hígado graso). 

Aunque varios estudios muestran que el consumo de aceite de coco produce varios beneficios, los descubrimientos se limitan a estudios fisiológicos. Sin embargo, en los aspectos metabólicos y moleculares se pueden ver más a fondo los efectos de esta grasa. El aceite de coco puede usarse para cuidados de la piel o con fines cosméticos, pero, su consumo no es recomendable, ya que, si se ingiere como alimento de manera cotidiana o habitual, puede llevar a desarrollar esteatosis hepática y ateroesclerosis por generar incremento en el colesterol-LDL. 

La Organización Mundial de la Salud recomienda que, de la ingesta diaria de alimentos, el 25 al 30% provenga de lípidos y menos del 10% debe ser de grasa saturada para adultos y menos del 7% para población pediátrica, esto con el fin de prevenir enfermedades relacionadas con el corazón. Como con la mayoría de los alimentos, la frecuencia de consumo, así como las porciones, determinan los efectos que estos tengan sobre la salud.

Referencias:

1.         Dasilva, C. et al. Extracción de aceite de Coco (Cocos nuciferas) como estrategias de aprovechamiento de los productos locales de Mitú. Vaupés Innova 1–8 (2017). doi:10.2307/j.ctt5vkfk6.31

2.         Boateng, L., Ansong, R., Owusu, W. B. & Steiner-Asiedu, M. Coconut oil and palm oil’s role in nutrition, health and national development: A review. Ghana Med. J. 50, 189–196 (2016).

3.         Wallace, T. C. Health Effects of Coconut Oil—A Narrative Review of Current Evidence. J. Am. Coll. Nutr. 38, 97–107 (2019).

4.         Index Mundi. Coconut oil domestic consumption by country. (2019). doi:10.1155/2010/706872

5.         Clegg, M. E. They say coconut oil can aid weight loss, but can it really? Eur. J. Clin. Nutr. 71, 1139–1143 (2017).

6.         Sankararaman, S. & Sferra, T. J. Are We Going Nuts on Coconut Oil? Curr. Nutr. Rep. 7, 107–115 (2018).

7.         Dayrit, F. M. Lauric acid is a medium-chain fatty acid, coconut oil is a medium-chain triglyceride. Philipp. J. Sci.143, 157–166 (2014).

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