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El tratamiento psicológico de la obesidad

Dado que se ha encontrado que los tratamientos no quirúrgicos para la obesidad suelen ser poco eficaces a largo plazo, que la opción de la cirugía bariátrica no constituye una alternativa generalizable por ser costosa y arriesgada, es necesario explorar otras alternativas. Una de ellas consiste en involucrar, en el tratamiento de la obesidad, la perspectiva conductual y reconocer la importancia de otros factores relacionados, como el sedentarismo.

Aunque los hábitos implicados en los trastornos alimentarios más comunes son ya conocidos, no es posible asumir que esos comportamientos sean los mismos que contribuyen al desarrollo de la obesidad. Así que las estrategias que han resultado efectivas para los trastornos de la alimentación no pueden aplicarse directamente al tratamiento de la obesidad. Cada padecimiento tienen sus particularidades aunque se relacionen todos en el tema de la alimentación.

Hoy en día hay investigadores que proporcionan dos métodos para identificar objetivamente los comportamientos alimentarios implicados en la obesidad. Uno consiste en preguntar: “¿de dónde vienen las calorías en exceso?” La obesidad se ha asociado con un aumento general en el consumo de energía. Sin embargo, esto se manifiesta de forma diferente para cada persona. Mientras que algunos optan con frecuencia por alimentos de alto contenido energético, otros pueden tener una dieta muy equilibrada, pero simplemente consumen demasiado. El otro método consiste en observar las conductas alimentarias de las personas que pierden peso sin recuperarlo. Estos comportamientos pueden incluir regularmente una dieta baja en calorías y grasas siendo consistentes en este comportamiento tanto en los días laborables como en los fines de semana.

Para que las medidas que se tomen frente al problema de la obesidad sean efectivas, es importante considerar los diversos factores que conducen a este padecimiento. En ese sentido resulta provechoso tomar en cuenta que las emociones también influyen en las conductas alimentarias. Se ha demostrado que la reducción de la cantidad de alimentos consumida a raíz de un estrés emocional y la incorporación de un modelo flexible de restricción dietética, es un binomio esencial para la pérdida de peso. Es decir, en muchos casos de obesidad, se puede establecer una relación directa entre un evento emocional fuerte o traumático y el aumento en la cantidad de comida que se consume. Por otro lado, tener una rutina de ejercicio y auto-monitoreo también ayuda a mantener la pérdida de peso.

El “cuestionario de comportamientos alimentarios” fue desarrollado con base en la literatura científica y la experiencia clínica. Su realización implicó el análisis de las conductas alimentarias de un número determinado de individuos durante 3 meses, período en el que se pueden observar los hábitos de los participantes. El cuestionario es una nueva herramienta para los profesionales de la salud que ayuda a determinar la frecuencia de las diferentes conductas de alimentación, y confirmar qué tan relacionadas están con la obesidad, esto para proporcionar un mejor tratamiento de la misma. La encuesta está diseñada para que cada persona califique los diferentes comportamientos respecto de su alimentación, en el grado en que estas conductas representaron un problema para ellos en los últimos 3 meses. La escala para esta evaluación abarca las categorías: nada, un poco, moderadamente, bastante o extremadamente. En las posibles respuestas se considera hábitos como: “comiendo porciones grandes”, “comiendo cuando se sienta aburrido” y “comiendo en secreto”.

Es importante que los médicos y nutriólogos observen a las personas obesas en su entorno natural, de manera que las conclusiones sean relevantes y directamente aplicables a cada caso. Por ejemplo, muchos ensayos clínicos han analizado atracones en relación a la obesidad, pero la mayoría de las personas obesas no informan de estos episodios de exceso de comida.

Otra conducta que hay que tener en cuenta es el “pastoreo”. A pesar de que no hay consenso sobre la definición exacta de este comportamiento, se caracteriza por el consumo repetido de pequeñas cantidades de alimentos durante un período prolongado de tiempo. Esta acción repetida contribuye al aumento de peso, pero no ha recibido mucha atención. Aunque el pastoreo puede ocurrir en cualquier momento del día, los pocos estudios que hay al respecto, indican que la tarde y la noche son los momentos más propensos en los que éste aparece. Los alimentos que se consumen en el pastoreo son generalmente altos en calorías. No se sabe aún qué tan común sea esta conducta en la población mundial; sin embargo, debido a su correlación con el aumento de peso, hay que investigar más a fondo.

Como ya se mencionó, los pensamientos y sentimientos afectan e incluso determinan los hábitos alimenticios. A la fecha al hablar con los pacientes o no se consideran estos factores o bien, no se cuenta con una manera clara de describir la relación de la emocionalidad con la manera de comer. A menudo las personas no se dan cuenta de que mediante la comida somatizan lo que sienten, un ejemplo de esto es la práctica de “comer para sentirse mejor”. Otro punto importante está en reconocer que la gente come por placer y no sólo por saciar el hambre; por ello sería benéfico ofrecer fuentes alternas de placer que sustituyan el exceso de comida, pero se necesitará tiempo para profundizar en estas relaciones y crear planes de acción que aporten resultados duraderos.

En la actualidad, los enfoques para el tratamiento de los comportamientos alimenticios mencionados se derivan de los utilizados para otros trastornos alimenticios e incluyen terapia cognitivo-conductual (TCC). La TCC se basa en el principio de que los pensamientos controlan los sentimientos y estos determinan los comportamientos. La terapia consiste en tomar conciencia de los pensamientos negativos y responder a ellos de una manera positiva. Con el apoyo de la TCC se han visto mejores resultados en el tratamiento de la obesidad, frente a los obtenidos únicamente añadiendo actividades físicas y una dieta baja en grasas. Una terapia conductual cognitiva enfocada en el apetito ayuda a que la persona preste atención a su hambre, a lo que les provoca un aumento de apetito y a las indicaciones de saciedad que podrían ayudarles a responder mejor. Muchos estudios también han demostrado que la TCC puede tratar positivamente el “pastoreo”. Sin embargo, se necesitan más ensayos en este campo de investigación.

Por otra parte, las actividades de inducción de disonancia parecen ser especialmente eficaces para el cambio de síntomas alimentarios. La disonancia se refiere a la conjunción de dos creencias contradictorias, por ejemplo, quiero comer esto, pero sé que no es saludable. A partir del reconocimiento de esa contradicción, este estado mental se identifica como desagradable y motiva a la gente a cambiar sus pensamientos para ser más coherente y en consecuencia, cambiar sus comportamientos.

En conclusión, los investigadores y los clínicos necesitan entender el contexto en el que ocurren las conductas alimenticias y cómo las personas responden a ellas, con el fin de desarrollar estrategias de tratamiento eficaces. Los profesionales de la salud no necesariamente tienen que utilizar las medidas implementadas para otros trastornos de la alimentación para combatir la obesidad. Los comportamientos alimenticios problemáticos implicados en este padecimiento, deben ser identificados y las estrategias de tratamiento deben centrarse en estas conductas. El “cuestionario del comportamiento en la alimentación” es una herramienta conveniente, pues tiene como objetivo ayudar a los investigadores y los clínicos a identificar estos comportamientos clave.

Para más información, ver Carter FA et al. (2012) Improving psychological treatment for obesity: Which eating behaviours should we target? Appetite 58:1063-1069.

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