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MNH Viridiana Martínez de la Fuente ED

Hospital Universitario 

Universidad Autónoma de Coahuila

El cuerpo humano está formado por varios componentes, entre ellos están la grasa, el hueso y el músculo. Cada uno tiene su proporción y esta varía a lo largo de la vida; estas variaciones dependen de factores como la edad, la nutrición, la actividad física y el estrés, entre otros. El estilo de vida influye en cómo la masa de estas partes del cuerpo va aumentando o disminuyendo; en esta ocasión nos enfocaremos a hablar del músculo.  

El músculo tiene como funciones principales la movilidad del cuerpo y también contribuye a la postura de la persona. El aumento de la masa muscular depende en muy buena medida del consumo de proteínas y la calidad de estas, así como de la actividad física en un cuerpo considerado sano. Cuando la masa muscular disminuye considerablemente, se le llama sarcopenia.

La sarcopenia es una enfermedad progresiva y generalizada del músculo esquelético, que es el músculo que está más cerca del hueso, caracterizada por una disminución de la fuerza y masa muscular y, finalmente, del rendimiento físico. Los factores que intervienen en el desarrollo de sarcopenia son: envejecimiento, disminución de hormonas (testosterona, estrógenos y hormona de crecimiento) y sedentarismo, entre otros.

La prevalencia de sarcopenia varía de 18 a 60% en la población geriátrica, la tasa de progresión de la pérdida de masa muscular es de 8% por década de la vida con una tasa anual de 1-2%, y la potencia muscular cae entre un 9-27% después de 5 años, 10-22% después de 7 años y un 25-35% tras 11 años por década hasta la octava década.

Las principales consecuencias de tener sarcopenia es que disminuye la cantidad, calidad y la fuerza del músculo y esto hace que la funcionalidad del cuerpo para moverse, caminar y pararse sea menor. También implica un mayor riesgo a caídas y fracturas, y se asocia con un riesgo de 3 o 4 veces más de desarrollar alguna discapacidad. Los signos y síntomas incluyen debilidad, cansancio, falta de energía, problemas de equilibrio, dificultad para levantarse, para caminar y mantenerse de pie.

El Grupo de Consenso Europeo para la definición y diagnóstico de la Sarcopenia en Ancianos propone utilizar un algoritmo que incluye: velocidad al caminar, fuerza de prensión y masa muscular (MM) para identificar sarcopenia. The International Clinical Practice Guidelines for Sarcopenia (ICFSR) propone resonancia magnética o DEXA (la absorciometría dual de rayos-X) como apoyos diagnósticos.

Dentro del tratamiento la mayoría de los profesionales de salud involucrados coincide en que la base es la alimentación y la actividad física adecuada para cada paciente, es decir, personalizada y que responda a las necesidades y posibilidades de la persona. En cuanto a la alimentación, se ha observado que es precisamente en esta edad, la del adulto mayor, donde el consumo de proteínas de alimentos de origen animal disminuye, ya sea por problemas económicos, por molestias con la dentadura o por la practicidad en la preparación de la comida. Tenemos que ser muy enfáticos en que el consumo de proteína debe estar presente, ya sea por medio de algún suplemento nutricional o buscar opciones que faciliten su consumo, por ejemplo, optando por carnes más suaves y fáciles de masticar como pollo, pescado, res, conejo, huevos o atún. Se Recomienda el consumo de una dieta alta en proteína (1.2–1.6g por kg de peso corporal por día) para prevenir sarcopenia asociada a la edad, también es recomendable el consumo de omega 3 y vitamina D.

Una manera práctica de comer las carnes que constituyen una fuente de buena calidad de proteína es que sea en presentación molida o picada, por ejemplo: albóndigas de res o de pollo o de pescado, pastel de carne, picadillo de res o pollo, ensalada de pollo o de atún, pescado picado, etc., incluso se puede agregar huevo duro picado en alguna sopa.

Aunado a esto el paciente tiene que realizar actividad física y ser menos sedentario; algunos tipos de ejercicio que pueden ser adecuados para este sector de la población son: la caminata, las ligas de resistencia y algunas pesas. Se puede programar una hora diaria o 40 minutos para realizar algún tipo de ejercicio mínimo 5 veces a la semana. 

Estas medidas pueden prevenir la sarcopenia si se comienzan a una edad pertinente. Pero, si ya se ha presentado la enfermedad, estas estrategias pueden mejorar la condición del cuerpo de la persona y contribuir a mejorar su calidad de vida. Hay que recordar la importancia de consultar a un especialista ya sea en nutrición o geriatría para que estas opciones sean seguras y convenientes para la persona, ya que cada paciente tiene sus propias necesidades y gustos, que deben ser respetados.

Bibliografía:

Nutr. Hosp. (2006) 21 (Supl. 3) 46-50 ISSN 0212-1611, CODEN NUHOEQ S.V.R. 318

Revista Médica Sinergia Vol.4 Num: 5, mayo 2019 pp. 24-34 https://doi.org/10.31434/rms.v4i5.194

Burgos Peláez, R., (2006). Enfoque terapéutico global de la sarcopenia. Nutrición Hospitalaria, 21 (Supl. 3), 51-60. 

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