Cargando

Escriba aquí

El concepto de Índice Glucémico (IG) se utiliza frecuentemente en la educación del paciente sobre la diabetes, y se presenta en diferentes formas, ya sea como una tabla de valores o integrada en las recomendaciones dietéticas. En 2011, la Asociación Americana de Diabetes (ADA) publicó una declaración de posición sobre “Normas de Atención Médica en Diabetes”, con una serie de recomendaciones y lineamientos.

Importancia clínica del índice glucémico

La ADA declara que para la atención médica de nutrición para las personas con diabetes:

“Monitorear el consumo de carbohidratos, ya sea por el conteo de los mismos, intercambio o estimación basada en la experiencia, sigue siendo una estrategia clave para alcanzar el control glucémico. Para las personas con diabetes, el uso del índice glucémico y la carga glucémica, puede proporcionar un beneficio adicional para el control de la glucemia cuando solo se considera el total de carbohidratos.

La importancia de los alimentos con IG bajo para las personas sanas, forma parte de una discusión constante dentro de la comunidad científica y los organismos oficiales de distintos países. Por otro lado, los problemas de salud asociados con el sobrepeso, son una preocupación importante para los países de todo el mundo. La Organización Mundial de la Salud y la Agricultura y la Alimentación de la Organización de las Naciones Unidas (OMS/FAO) han declarado que, a nivel mundial, el sobrepeso es un problema mayor que la desnutrición. Han recomendado que las personas en los países industrializados basen sus dietas en alimentos con IG bajo, para prevenir las enfermedades relacionadas con el estilo de vida.

En cambio, las recomendaciones del Comité Asesor de las Guías Dietéticas de EE.UU. actualmente no apoyan el concepto del IG. En 2005, se concluyó que “Aunque el uso de alimentos con un índice glucémico bajo puede reducir la glucosa postprandial, no hay suficientes pruebas de algún beneficio a largo plazo, para recomendar el uso general de las dietas que tienen un índice glucémico bajo. Se pensaba que el valor clínico y práctico del IG debía ser más estudiado y que se necesita más evidencia antes de añadir información sobre alimentos de bajo IG para hacer recomendaciones públicas basadas en la evidencia. Alrededor de 5 años más tarde, el Comité Asesor para las Guías Alimentarias 2010 de los EE.UU., concluyó que no había pruebas suficientes para tomar el IG en cuenta y declaró: al seleccionar los alimentos a base de carbohidratos, no hay necesidad de preocuparse por su índice glucémico o carga glucémica. Lo que es importante tener en cuenta, son sus calorías, densidad calórica y contenido de fibra”.

Europa ha adoptado una posición diferente a la de los EE.UU. con las regulaciones que fomenta el posicionamiento de los alimentos con propiedades de bajo índice glucémico o reducidos y permiten declaraciones correspondientes. Dentro de los intentos actuales para establecer una lista de declaraciones de propiedades saludables, aceptadas en la Unión Europa, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) evaluó una serie de ingredientes en relación con los efectos de disminución de glucosa en la sangre y concluyó:

“El Grupo Especial considera que la reducción de las respuestas glucémicas postprandiales, pueden ser un efecto fisiológico beneficioso”. Han sido expedidos los dictámenes favorables correspondientes sobre los polioles, isomaltosa, lactitol, maltitol, manitol, sorbitol, xilitol y eritritol, así como para la isomaltulosa y un número de otros ingredientes de los carbohidratos, así como para los edulcorantes intensos.

El consistente consumo de alimentos con alto IG, puede aumentar los factores de riesgo asociados con la obesidad, la diabetes tipo 2 y enfermedades del corazón. Por el contrario, el consumo de alimentos que provocan respuestas de bajo índice glucémico puede ayudar a reducir estos factores de riesgo. Se cree que una menor respuesta glucémica corresponde a menos liberación de insulina, mejor control de la glucosa en la sangre a largo plazo y a una reducción de lípidos en la sangre. Aunque no existe una prueba definitiva de que la reducción del impacto de la glucemia prevendrá la enfermedad de forma individual, algunas investigaciones sugieren que la reducción del efecto glucémico de la dieta, puede disminuir el riesgo de enfermedad. Un número creciente de estudios sugiere que la reducción del impacto glucémico de la dieta, puede ayudar a los consumidores a que coman menos calorías, sin embargo, no todos los investigadores y críticos han llegado a la misma conclusión.

Dos artículos en Obesity Reviews abordaron la cuestión de si a los pacientes obesos se les debe de aconsejar que sigan una dieta de bajo índice glucémico. Pawlak (et al.) concluyeron que se les debe advertir que sigan una dieta de bajo IG, basados en la preocupación de que la reducción del consumo de grasas, ampliamente recomendado en la prevención y tratamiento de la obesidad, tiene el potencial de fomentar un aumento en el consumo de carbohidratos de alto IG.

Por otro lado, Raben concluyó que a quienes padecen obesidad no se les debe aconsejar que sigan una dieta con un IG bajo, porque no hay evidencia en la actualidad de que los alimentos de IG bajo tienen un efecto mejor o diferente que los alimentos de IG alto, al considerar el control del peso corporal a largo plazo. Sin embargo, los estudios a largo plazo, en los que el consumo ad libitum y las fluctuaciones en el peso corporal son permitidos y las dietas son similares en todas las variables excepto el IG, aún no se han llevado a cabo.

Raben señaló que es recomendado un IG bajo en el tratamiento de la diabetes. Se llevó a cabo una revisión sistemática de estudios de intervención comparando alimentos con alto y con bajo IG y dietas sobre el apetito, la ingestión de alimentos, el gasto energético y el peso corporal. De los 31 estudios a corto plazo, se asoció un IG bajo con una mayor sensación de plenitud o reducción de hambre en 15; no se observaron diferencias en 16. En 20 estudios a largo plazo, la pérdida de peso se produjo en cuatro ensayos de IG bajo y dos ensayos con IG alto, sin embargo, cabe señalar que muchas de las dietas tenían el mismo número de calorías.

Una revisión de la literatura del 2007, “La respuesta de la glucemia a los alimentos: Impacto en la saciedad y la regulación del peso a largo plazo”, publicado en Apetite, analizó 32 estudios a corto y largo plazo en relación con las indicaciones geográficas y saciedad. La revisión concluyó: “Aunque hay pruebas de estudios a corto plazo que muestran que los alimentos de bajo índice glucémico (IG bajo, en particular) tienen propiedades altas de saciedad, más que los alimentos de alto índice glucémico, los estudios disponibles a largo plazo no permiten concluir acerca de la regulación del consumo de energía y el peso corporal. La demostración del beneficio a largo plazo de los alimentos de IG bajo y dietas con respecto a su efecto sobre la saciedad, requiere más estudios”.

Los resultados concluyen además: “Con base en estos datos, se puede decir legítimamente que frases como, ‘Este es un alimento bajo en IG. Los Alimentos de IG bajo ayudan a sentirse lleno durante más tiempo que los alimentos de IG alto”, son declaraciones fundamentadas de propiedades de salud. Por el contrario, los beneficios para la salud a largo plazo de las dietas de bajo índice glucémico sobre la base de los reglamentos del consumo de energía y el peso corporal, permanecen sin fundamento”.

ILSI Europa, un grupo regional del Instituto Internacional de Ciencias de la Vida (ILSI), publicó una monografía concisa sobre “Alimentación, la respuesta glucémica y Salud” en 2011, que revisó la evidencia científica de una influencia de la respuesta glucémica en los indicadores de salud relacionados con el manejo de la glucosa de la sangre, resistencia a la insulina, lípidos del plasma, la saciedad y el peso corporal. Esta revisión concluye que “existe un creciente cuerpo de evidencia científica de que los cambios de composición que afectan a la respuesta glucémica de los alimentos, se asocia con resultados beneficiosos relacionados con las prioridades clave de salud pública, como la diabetes tipo 2, el control de peso y las enfermedades del corazón”.

Las intervenciones dietéticas que bajan el IG y/o nivel glucémico de la dieta, han demostrado que mejoran la glucosa de la sangre en ayunas, en individuos con control de la glucemia alterada, por ejemplo, diabéticos. Del mismo modo, las proteínas glicosiladas (asociados con el daño del tejido) se reducen; este efecto es mayor en los sujetos con peor control glucémico. La sensibilidad a la insulina también se puede mejorar en los no diabéticos, en sujetos con sobrepeso, obesos y pacientes con diabetes tipo 2, sobre todo en relación con un consumo alto no disponible de carbohidratos.

En resumen, la dieta baja en IG ha surgido como una interesante herramienta en la reducción de riesgo de enfermedades de estilo de vida. La evidencia que apoya un posible papel protector de los alimentos bajos en IG contra enfermedades crónicas, aún se juzga de maneras distintas en diferentes partes del mundo. Mientras el aún creciente cuerpo de pruebas ayudará a evaluar y reforzar más su significado clínico y su valor en las personas sanas.

Por último, siempre debe tenerse en cuenta que las reducciones en el IG de la dieta se asocia, por lo regular, con cambios más allá de la fuente de carbohidratos disponibles (por ejemplo, cambios en el consumo de grasa y los niveles de proteína y fibra dietética). Por lo tanto, la modificación de la respuesta glucémica de la dieta, no debe ser vista como una estrategia independiente, sino más bien como un elemento de una dieta equilibrada en general y estilo de vida.

El papel de los hidratos de carbono especiales

Los alcoholes de azúcar (polioles) tales como lactitol, xilitol, isomaltol, eritritol, sorbitol, manitol y maltitol, producen un efecto de bajo índice glucémico, así como los azúcares de bajo IG, fructosa e isomaltulosa, así como la oligofructosa, inulina, polidextrosa, almidones resistentes y otra fibras dietéticas. Estos ingredientes pueden ser utilizados para sustituir total o parcialmente la sacarosa, glucosa y carbohidratos altos en IG, como el almidón y la maltodextrina en una amplia gama de alimentos procesados, incluyendo productos lácteos, productos de panadería y confitería.

Retos y oportunidades a futuro

Tradicionalmente, el IG se ha utilizado como una herramienta para ayudarles a las personas con diabetes en el control de la glucosa en la sangre. En los últimos años, ha ganado popularidad entre la población en general como un medio eficaz para el seguimiento del consumo de carbohidratos.

El “concepto de IG” no debe ser visto como una dieta, sino como una una estrategia para lograr una nutrición de calidad, para que se convierta en un estilo de vida saludable. Con una reducción en el impacto glucémico de la dieta, se puede observar una inversión de la tendencia a las enfermedades relacionadas con el estilo de vida. Una dieta de bajo IG puede jugar un papel clave en la prevención de enfermedades y condiciones de vida relacionadas, así como ayudar a mantener estables los niveles de la glucosa en la sangre después de las comidas. Se necesitan más ensayos clínicos bien controlados para establecer la asociación con mayor certeza.

Fuente: www.caloriecontrol.org

Etiquetas

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *