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Nutrición y deterioro cognitivo en las personas adultas mayores

M en NC, M en C. Carlos A. Reyes Torres

Doctorante en Epidemiología Clínica

UNAM

La esperanza de vida ha ido en aumento y es quizá un gran logro médico y de políticas de salud pública, pero esto no quiere decir que sean años de vida saludables. En el año 2015, aproximadamente 47 millones de personas adultas mayores vivían con demencia; se estima que para el año 2050 esta cifra se triplique. El Alzheimer ocupa cerca del 60-70% del total de los casos de demencia, siendo la más común al hablar de este problema en el adulto mayor. Lo más importante es que, de acuerdo a diversas investigaciones, 35-40% de los factores de riesgo para el desarrollo de demencias en las personas adultas mayores pueden ser factores modificables, como la alimentación y la actividad física; es decir, se trata de estilos de vida modificables.

Existe desde hace varios años la interrogante de cómo afecta la alimentación sobre el deterioro cognitivo y si podríamos realizar intervenciones oportunas y tempranas con la finalidad de evitar o disminuir el riesgo del deterioro cognitivo. Al revisar los conceptos y estudios que se han realizado en torno a la definición de un envejecimiento exitoso, sin duda alguna se cuenta con la importancia de llegar a ser una persona adulta mayor con una correcta función cognitiva. Es entonces que deberíamos tener hábitos de vida saludables o preventivos desde edades muy tempranas con la finalidad que puedan tener un impacto positivo y significativo en el envejecimiento. Derivado de este concepto se ha avanzado más en la investigación clínica tratando de describir la asociación que existe entre la nutrición y el deterioro cognitivo en las personas adultas mayores. Si bien aún se carece de evidencia con un alcance experimental como ensayos clínicos aleatorizados, sí contamos con algunas investigaciones observacionales que nos han ayudado a entender dicha asociación y que nos permiten realizar recomendaciones basadas en la mejor evidencia científica disponible hasta hoy en día. 

Recientemente se ha descrito una dieta enfocada a prevenir el deterioro cognitivo llamada MIND diet por sus siglas en inglés (Mediterranean-DASH Intervention for Neurodegenerative Delay). En diversos estudios observaciones ha demostrado tener un efecto clínica y estadísticamente significativo en la prevención del deterioro cognitivo. Dicha dieta es una combinación de los beneficios de dos patrones de alimentación: dieta mediterránea y dieta DASH, así como el uso de altas cantidades de antioxidantes como flavonoides, vitamina E, carotenos y ácidos grasos omega 3 (Figura 1). En cuatro estudios observacionales se encontró que la adherencia a dicho patrón de alimentación redujo el riesgo de deterioro cognitivo en los participantes evaluados con diversos instrumentos encargados de checar las funciones cognitivas. Este patrón de dieta engloba el consumo elevado de vegetales de hojas verdes, oleaginosas como nueces y almendrasfrutos rojosleguminosascereales integrales o salvajes con un alto contenido de fibra dietética, pescados, huevos enteros, aceite de oliva y vino tinto en las comidas. 

Fig 1. Características de los diferentes patrones de alimentación relacionados con la función cognitiva

Por otro lado, existen diversos patrones de alimentación que se asocian con un aumento en el riesgo del desarrollo y progresión del deterioro cognitivo. Uno de los más estudiados y con resultados contundentes es el patrón de dieta occidental (Western Diet). Este patrón corresponde a un alto consumo de alimentos procesados, con alto contenido en calorías, hidratos de carbono simples en forma de calorías vacías, sodio, grasas trans y saturadas, así como un alto consumo de alimentos con conservadores. La mayoría de los estudios apuntan a que todos estos alimentos contribuyen a un aumento de la neuroinflamación, con incremento en la producción de citosinas proinflamatorias como IL-6, IL-1β y FNT -α. Todas estas proteínas proinflamatorias podrían ser responsables de afectar la plasticidad sináptica del hipocampo, incremento de la amiloidosis, daño y muerte neuronal, adelgazamiento cortical y reducción del volumen de la masa cerebral. Por lo tanto, se debe enfocar en disminuir los agentes pro oxidantes de la dieta con la finalidad de disminuir el estado inflamatorio responsable de la neuroinflamación y por lo tanto del deterioro de las funciones cognitivas. 

Sin duda alguna, podemos entonces contestar a nuestra interrogante inicial demostrando una asociación significativa entre la alimentación y las funciones cognitivas, prestando especial atención en los antioxidantes de la dieta como la vitamina Eflavonoides, carotenos y ácidos grasos omega 3 como parte de una alimentación anti inflamatoria. Se debe contar con cambios en los patrones de alimentación desde edades tempranas con la finalidad de crear un hábito de vida saludable y poder llegar a un envejecimiento exitoso, saludable y activo disfrutando plena y conscientemente de dicha etapa de la vida. 

Bibliografía:

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