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La influencia positiva de las comidas familiares en la elección de alimentos

La calidad de la dieta de un niño se mide preguntando a la madre sobre la frecuencia de consumo de diferentes categorías de alimentos de sus hijos. Para el estudio se consideró una muestra representativa de 2,332 niños escoses de cinco años de edad y sus madres. En las entrevistas con ellas se investigó la relación entre la calidad de la dieta de los niños y la comida, los hábitos de comida y su disfrute.

Durante el estudio se definió como “acontecimiento alimenticio”  si los niños comen comidas completas o tienen la tendencia de comer bocadillos durante todo el día. Los hábitos alimenticios se limitaban a lo que las madres pudieron recordar acerca de dónde, cuándo y con quién comían sus hijos. Además, se les preguntó acerca de la calidad percibida de las comidas de sus hijos y si ellos disfrutaban esas comidas.

Los resultados mostraron que casi todos los niños (99%) comieron una comida principal. De estos, la mayoría (75%) comió a intervalos regulares acompañados por  uno o dos padres (90%). Cerca del 71% comió la misma comida que sus padres. Algunas madres (14%) dijeron que las comidas fueron apresuradas, el 19% dijo que nunca o solo ocasionalmente había oportunidad de platicar durante la comida, y una cuarta parte consideraba que la hora de comer, nunca o solo ocasionalmente fue agradable para todos.

En la misma línea que una investigación previa, se encontró que la calidad de la dieta de los niños es “socialmente estratificada”. Es decir, los niños procedentes de entornos menos favorecidos también mostraron dietas de menor calidad. Además, las niñas, el primogénito, los hijos de madres con educación superior y los niños de las familias con dos padres mostraron una dieta más sana.

Los hábitos alimenticios y el disfrute de la comida mostraron tener un efecto significativo sobre la calidad de la dieta del niño. Estas relaciones se mantuvieron sin importar la diferencia de género, la educación de la madre, la situación laboral y la composición de los hogares. El análisis del “acontecimiento alimenticio”, por otro lado, indicó que los niños que no comen una comida principal sino bocadillos como papas fritas, fruta o dulces durante todo el día, tenían dietas significativamente más pobres. Las dietas de mayor calidad estuvieron asociadas tanto con un horario de comida regular, como con que además fueran comidas agradables y disfrutables. La ubicación de las comidas, es decir, los espacios tradicionalmente vinculados con la alimentación (por ejemplo, la cocina o el comedor) también tuvieron un impacto positivo en la calidad de la dieta del niño.

El hecho de que comieran acompañados por sus padres o no, no resultó ser un factor de impacto significativo para la calidad de la dieta de los niños. Sin embargo, las diferencias en el tipo de alimentos ingeridos influyó en la calidad dietética: cuanto más a menudo los niños comieron los mismos alimentos que sus padres, mejor era la calidad de la dieta de los niños. Las diferencias entre estos resultados y de la información anterior, solicita mayores análisis. A diferencia de otros reportes, el presente estudio sugiere que comer juntos en familia es un aspecto menos importante de lo que se pensaba. Cuando el autor investiga un poco más a fondo “se hace evidente que el tipo de alimentos que se consumen, en vez de la mera presencia de los padres durante la hora de comer, explica las diferencias en la calidad de la dieta de los niños. Comer la misma comida que los padres fue el aspecto de los hábitos alimenticios de la familia que más se relacionó con las dietas más saludables en este estudio. Estos hallazgos redirigieron la atención hacia los temas de la elección de alimentos, más que el tipo y el lugar de una comida. La dieta tiene una mayor calidad nutricional si se alienta a los niños a comer lo que comen sus padres.”

Los datos obtenidos en este estudio tuvieron algunas limitaciones, por ejemplo, que se trata de respuestas auto-informadas de las madres de los niños. Las respuestas podrían estar sesgadas por la percepción idealizada de las madres sobre sus hijos y podrían no reflejar necesariamente los hábitos alimenticios actuales. Por otra parte, el papel del padre no se exploró con profundidad en este estudio. La investigación futura debe incluir las dietas de ambos padres y sus hábitos alimenticios como factores por analizar.

Sin embargo, en general, los resultados presentados anteriormente muestran que los hábitos alimenticios se desarrollan durante los primeros años de los niños dentro del entorno familiar. Los padres juegan un papel fundamental para influir en la conducta alimenticia de sus hijos. Por lo tanto, los mensajes de salud pública deben centrarse en los padres para alentar y permitir que seleccionen alimentos saludables para ellos y sus hijos.

Fuente: Skafida, V., The family meal panacea: exploring how different aspects of family meal occurrence, meal habits and meal enjoyment relate to young children’s diets, Sociology of Health & Illness (2 April 2013)

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