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La dieta correcta en el adulto mayor: Equilibrio difícil

Dr. Daniel Boone-Villa

Escuela de Medicina UN

Universidad Autónoma de Coahuila

 

La población mundial tiende a envejecer más que antes debido a la mayor esperanza de vida que se tiene y a una tasa de fecundidad menor. Alcanzar la tercera edad tiene muchos matices. Después de largos años de trabajo se puede vivir una etapa de calma para disfrutar lo que se cosechó durante una vida. Sin embargo, los procesos biológicos y sociales propios del envejecimiento provocan una serie de cambios en las condiciones de vida, llevando muchas veces a desarrollar enfermedades1.

La salud de las personas mayores depende de muchos factores y uno de ellos es la alimentación. En el caso de los adultos mayores la alimentación depende de un equilibrio más complicado de manejar que en otras etapas de la vida, ya que el proceso natural de envejecimiento provoca condiciones especiales. Por ejemplo, la mayoría de los adultos mayores requieren menos calorías, pero no se debe descuidar la ingesta de los demás nutrimentos, además en muchos casos es necesario incrementar el contenido de algunas vitaminas y, en ocasiones, de proteína2.

Esto no es un tema que deba causar terror, más bien, es algo de lo que uno se debe ocupar si es adulto mayor o se convive con alguno, además de que existe personal de la salud debidamente capacitado para orientarnos. Por otro lado, si hay alguna razón que nos impida acudir personalmente (o pagar, en su caso) para recibir la atención necesaria, existe información de fuentes confiables que puede ayudar a construir una dieta adecuada. Por ejemplo, el Plato del bien comer3, del que ya se ha hablado en otras ocasiones en este portal, y que es una guía general que nos explica las pautas básicas para construir una comida saludable.

Por otro lado, el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) cuenta con material informativo gratuito sobre este tema que contiene diversas recomendaciones como evitar el consumo de alimentos con alto contenido energético, el exceso de sal o grasas, o preferir alimentos de textura blanda si se tiene problemas para masticar4.

No se trata de prohibir o satanizar alimentos, ya que regularmente, cuando algo se prohíbe, la tentación es mayor5, lo que puede provocar que alguien empeore sus hábitos alimenticios en lugar de mejorarlos. También se debe cuidar mantener un nivel adecuado de actividad física, ya que esto permitirá que el adulto mayor conserve un buen apetito, favoreciendo la ingesta de nutrimentos a través de la comida 6.

Como dije antes, moderar el consumo de energía no debe restringir el consumo de otros nutrimentos. Por ejemplo, hombres y mujeres de la tercera edad deben consumir 1,200 y 1,300mg de calcio diarios como mínimo, respectivamente (además de suficiente vitamina D para poder asimilarlo), para prevenir la falta de este mineral en los huesos y la pérdida de músculo (osteoporosis y sarcopenia).

El calcio se encuentra principalmente en vegetales de hoja verde y en productos lácteos (leche, queso, yogur, etc.), pero hay que tener cuidado de que estos sean preferentemente hechos con leche descremada y/o deslactosada, ya que la leche entera puede ocasionar dificultades para digerir y elevar la cantidad de grasa y energía que se consume4,6.

El fósforo es otro mineral esencial para prácticamente todas las funciones del metabolismo. Es sencillo consumir la cantidad recomendada (1,000-1,500mg), ya que se encuentra en una gran variedad de alimentos, pero su absorción puede bajar debido a una alta ingesta de calcio7. Otro más es el hierro, que ayuda a transportar el oxígeno en la sangre. Se encuentra presente en alimentos de origen animal (carne, huevo, aves, etc.) y en algunas hortalizas y frutos secos. Lo recomendado es ingerir 10mg al día, ya que, aunque en la tercera edad aumentan los depósitos de hierro en el organismo y no hay pérdida por flujo menstrual en el caso de las mujeres, su absorción se puede ver reducida por el uso de algunos medicamentos (como los antiácidos) o la presencia de algunas cirugías (como la gastrectomía)7,8.

Por otro lado, las vitaminas no generan energía en el cuerpo, pero son indispensables para que el organismo funcione de forma correcta. Por ejemplo, la vitamina A ayuda a tener una visión sana y en la producción de glucoproteínas de la función celular epitelial; su ingesta recomendada varía dependiendo de diversos factores (sexo, carga genética, enfermedades, etc.) pero se encuentra generalmente en el rango de 700-1,000 microgramos (800 microgramos, en promedio). Se puede encontrar en leche, huevos y algunos vegetales, y su falta provoca problemas como descamación de la piel y mayor frecuencia de infecciones, entre otros. Además, su absorción se puede disminuir por la interacción con algunos medicamentos y algunas enfermedades7–9.

Más comúnmente conocida por ayudar a evitar infecciones, la vitamina C ayuda al organismo a distribuir y almacenar el hierro presente y a protegerlo del riesgo de enfermedades cardiovasculares. Presente en frutas cítricas y otros vegetales (brócoli y tomate, entre otros) su ingesta recomendada es similar a la de los adultos y oscila entre 75 y 90mg al día. Aunque cubrir el requerimiento es fácil con una dieta variada, el tabaquismo, enfermedades graves o el uso de ácido acetilsalicílico pueden disminuir su absorción7–9.

Además, no se debe descuidar la ingesta de fibra que puede ayudar a mejorar los procesos digestivos y algunos padecimientos gastrointestinales, así como a reducir el riesgo de enfermedades coronarias y de diabetes tipo 2. Su ingesta recomendada se encuentra en los 25 gramos diarios.

Por último, pero no menos importante, tomar una cantidad de agua adecuada es bueno en cualquier etapa de la vida (2-2.5 litros diarios), pero en la tercera edad se debe atender de forma especial, ya que los adultos mayores suelen presentar una sensación se sed disminuida y una saciedad más rápida que generan un mayor riesgo de deshidratación. A esto se suman comportamientos como el querer evitar la incontinencia nocturna o el uso de laxantes o diuréticos que aumentan la excreción de líquidos del cuerpo. Además, si se vive en localidades donde hace mucho calor, el riesgo de deshidratación es aún mayor7–9.

¿Esto parece complicado? Realmente lo es. Aún falta tomar en cuentas factores como la pérdida de audición, dolores musculares continuos, visión disminuida, fragilidad, incontinencia urinaria, pérdida de memoria, estado delirante, úlceras por presión, diabetes y condiciones físicas disminuidas que son comunes en los adultos mayores y que pueden modificar la ingesta de nutrimentos directamente (como la diabetes) o indirectamente al modificar los patrones de alimentación (como olvidarse de comer o la pérdida del apetito)1,4.

Por otro lado, el entorno social, económico y cultural en donde se desenvuelve cada individuo influye también en su salud. Los servicios básicos en las viviendas, los estereotipos discriminatorios (como “los viejitos son una carga”), la facilidad para conseguir alimentos variados y de calidad, así como el dinero para comprarlos son factores que también pueden aumentar el riesgo de malnutrición en la tercera edad1. No hay que olvidar que, aunque podemos tomar acciones básicas nosotros mismos, siempre es bueno acudir a los profesionales de la salud para guiarnos.

Es por todo esto que los adultos mayores necesitan de atención especial. A lo largo de la historia, las personas mayores siempre han representado un liderazgo (ideológico, social o religioso) y son guardianes de tradiciones y costumbres. Además, son fuente de conocimiento, experiencia y apoyo útil para toda la sociedad10.

 

Referencias:

  1. OMS. Envejecimiento y salud. Notas descriptivas (2018). Available at: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/envejecimiento-y-salud. (Accessed: 1st September 2020)
  2. MedlinePlus. Nutrición para personas mayores. Temas de salud (2020). Available at: https://medlineplus.gov/spanish/nutritionforolderadults.html. (Accessed: 1st September 2020)
  3. SSA. NOM 043-SSA2–205, Promoción y educación para la salud en materia alimentaria. Criterios para brindar orientación. D. Of. 32, 32–49 (2006).
  4. IMSS. Nutrición. Guías (2017).
  5. Aceves Villagrán, D. Más prohibido, más deseado. Excelsior (2019).
  6. Castro, C. Nutrición en el adulto mayor. Federación Mexicana de Diabetes (2015). Available at: http://fmdiabetes.org/nutricion-en-el-adulto-mayor/. (Accessed: 2nd September 2020)
  7. Nestlé Health Science & Sociedad Española de Geriatría y Gerontología. Nutricion en el anciano. Guía de Buena Práctica Clínica en Geriatría 28, (Grupo ICM Comunicación, 2013).
  8. Novartis. Requerimientos Nutricionales en la Tercera Edad. Revista de Fomento Social (2005). doi:10.32418/rfs.2005.238.2251
  9. García Gabarra, A., Castellà Soley, M. & Calleja Fernández, A. Ingestas de energía y nutrientes recomendadas en la Unión Europea: 2008-2016. Nutr. Hosp. 34, 490–498 (2017).
  10. OMS. Día Internacional de las Personas de Edad, 1 de octubre. (2019). Available at: https://www.un.org/es/events/olderpersonsday/. (Accessed: 3rd September 2020)

 

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