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La mayoría de los adultos en el mundo no son capaces de digerir la leche. Por ello, reconsiderar el consumo de esta puede ser un punto importante para mejorar la salud.

El 60% de la población mundial adulta no puede digerir la leche, es decir, son intolerantes a la lactosa. El otro 40%, que puede consumir leche sin presentar problemas de salud, está repartido en parte del centro de Europa, parte del Mediterráneo y África (en Kenia, Tanzania y la zona del Sahara).

La leche es una fuente de nutrimentos muy importante en la vida, sin embargo, su papel es fundamental solamente durante la infancia. Pasando los 5 años, aproximadamente, la capacidad de procesar la lactosa, el principal azúcar de la leche, va disminuyendo. Este cambio, según un grupo de investigadores del College de Londres, es perfectamente normal.

¿Qué es la intolerancia a la lactosa?

La intolerancia a la lactosa es una incapacidad de asimilar o digerir la leche entera. Esto se debe a que el cuerpo no puede procesar la lactosa, lo que provoca molestias como distensión o inflamación abdominal, gases, dolores y calambres intestinales e incluso diarrea.

Los factores que intervienen en el grado de gravedad de esas molestias, depende de la cantidad de lactosa que se ingiera y de la microbiota (antes llamada flora intestinal) que tenga la persona; entre más saludable sea la diversidad de microorganismos en el intestino, menos fuerte son las reacciones a la lactosa.

Antes de autodiagnosticarse como intolerante a la lactosa es importante consultar a un gastroenterólogo, ya que estos síntomas son muy similares a los del síndrome de colon irritable. Una buena forma de rastrear el origen de dichas molestias es llevar un diario de alimentación para poder establecer las relaciones entre lo que se come y el estado de salud estomacal.

La intolerancia a la lactosa es normal

La intolerancia a la lactosa es parte de un proceso evolutivo normal en el ser humano. Es importante señalar que esta condición no es una alergia como lo son las reacciones adversas que provocan los mariscos, los cacahuates o las fresas por mencionar a los alérgenos más comunes.

La intolerancia a la lactosa, en cambio, es una modificación natural en el organismo, y no es una alergia porque lo que reacciona no es el sistema inmune, sino el digestivo. En ese sentido, Mark Thomas del Departamento de Genética, Evolución y Medio Ambiente del College de Londres, dice que la resistencia a la lactosa, es decir, la posibilidad de seguir consumiendo leche sin presentar molestias, es una mutación genética que tiene que ver con el medio ambiente.

¿La leche no te hace daño?

El porcentaje de personas que en la edad adulta pueden tomar leche sin tener problemas estomacales son descendientes de ganaderos y se han dedicado por generaciones al cuidado del ganado, y tienen una variación genética específica que les permite seguir consumiendo leche.

Según Thomas, en el caso de los europeos que tienen resistencia a la lactosa, coincide con el hecho de que habitan zonas en las que la luz del sol es escasa, lo que implica que tienen deficiencias en la vitamina D. La mutación genética, que surgió hace aproximadamente 7,500 años, que los hace resistentes a la lactosa, funciona como una compensación para esa deficiencia vitamínica, lo cual fue crucial para sobrevivir.

En el caso de las poblaciones africanas donde se presenta la resistencia a la lactosa, esta mutación podría haberse dado hace 3,000 o 7,000 años y es diferente de la europea. Aunque lo que tienen en común es que se presenta en población ganaderas.

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