DCE. Martha Dalila Méndez-Ruiz
DCE. Miguel A. Villegas-Pantoja
Facultad de Enfermería de Nuevo Laredo
Universidad Autónoma de Tamaulipas
Hasta el momento, es resaltable que los productos derivados del tabaco (principalmente, los cigarrillos) permanecen como los únicos artículos de consumo legal a los que se les atribuye el poco honroso título de acabar con la vida de hasta la mitad de sus consumidores (Organización Panamericana de la Salud [OPS], 2022). En ese sentido, y recién celebrado el Día Mundial Sin Tabaco el pasado 31 de mayo (desde 1987), es pertinente y actual analizar las consecuencias de su consumo, el panorama reciente y futuro de dicha epidemia, en especial entre la población masculina, que históricamente es el grupo con mayor consumo de dicha sustancia.
El origen del consumo de tabaco
Para poner en contexto, la planta de tabaco (Nicotiana tabacum) o petén es nativa del continente americano, de cuyas grandes hojas se obtiene la mayor parte del tabaco consumido en el mundo, refiriéndonos a las hojas secas trituradas, mismas que se emplean para la fabricación de los cigarrillos.
Los cigarrillos producidos de manera industrial desde el siglo XVII siguen siendo el principal medio de consumo del tabaco, antes de la conquista de América se consumía fumado, masticado, esnifado (aspirado por la nariz) o por vía oral. Actualmente, se han comercializado otras presentaciones que han incursionado en el mercado, como los cigarrillos electrónicos o vaporizadores. Cabe señalar que el acto de fumar ha estado asociado a la masculinidad desde la antigüedad (Kodriati et al., 2018).
El elemento que confiere el poder adictivo al tabaco es la nicotina, una sustancia psicoactiva con efectos estimulantes del sistema nervioso central. El fenómeno de la adicción ocurre porque la nicotina está involucrada en la liberación de dos aminas biógenas, adrenalina y dopamina; ambas son neurotransmisores y están relacionadas con la sensación de placer y bienestar (Martin et al., 2004). Al estimular el sistema nervioso contribuyen al establecimiento del deseo de consumir más sustancia (tanto en cantidad como en frecuencia).
Se estima que la nicotina está presente en un porcentaje minoritario en los cigarrillos de 1.5 a 3.0% de la materia seca de un cigarrillo convencional (Rubio & Santo-Domingo, 2004), pero el resto se reparte en una vasta cantidad de sustancias presentes en el tabaco y el humo de tabaco. Se calculan más de 4,000 sustancias; es decir, la mayor parte del contenido del tabaco, no es nicotina. Además de la nicotina, destaca el monóxido de carbono que es producto de la combustión de la materia orgánica del cigarrillo, los hidrocarburos aromáticos policíclicos, las nitrosaminas, los metales, algunos elementos radioactivos, entre otros.
Consecuencias para la salud
Dada la gran cantidad de sustancias presentes en el tabaco, se genera la amplia variedad de consecuencias que produce (Villegas et al., 2017). Por ejemplo, el monóxido de carbono dificulta el transporte del oxígeno a nivel de los glóbulos rojos (sangre), lo cual explica que en los consumidores se presente fatigaante la actividad física, apreciable inclusive en fumadores moderados. Lo anterior es una consecuencia discreta, pero que puede coexistir con otras de mayor gravedad. Así, elementos metálicos y radioactivos pueden provocar daños directos a las mucosas (berilio), la piel, tejidos pulmonares (berilio, arsénico, cromo y níquel), o asociarse con diferentes tipos de cánceres (por ejemplo, las nitrosaminas, níquel, cromo, berilio).
Recientemente, en un amplio estudio multicéntrico (GBD 2019 Tobacco Collaborators, 2021) se estimó que, dentro de los principales problemas ocasionados por el uso de tabaco, los que más muertes causaron fueron las enfermedades cardiacas isquémicas (1.68 millones), la enfermedad pulmonar obstructiva crónica(1.59 millones), cánceres de tráquea, bronquios y pulmón (1.31 millones) y eventos cerebrovasculares(0.931 millones), condiciones que en conjunto representan el 72.0% de todas las muertes atribuibles al uso de tabaco. Es preciso mencionar que la lista de problemas asociados al tabaquismo es más larga, sobre todo si se considera que algunos aún se encuentran bajo estudio.
Otro caso particular es el del EVALI, acrónimo de e-cigarette or vaping associated lung injury (lesión pulmonar asociada al cigarrillo electrónico), que ocurre debido al empleo de los cigarrillos electrónicos y cuyo diagnóstico aún se encuentra bajo estudio.
No obstante, existen algunos efectos diferenciales en torno al sexo masculino. De particular interés ha resultado el estudio de las consecuencias en la esfera sexual. Por ejemplo, un meta-análisis (investigación que concentra y analiza estadísticamente los resultados de múltiples estudios), desarrollado por Bundhun y sus colaboradores (2019), determinó que entre los usuarios de tabaco se registraba mayor presencia de oligozoospermia (patología donde se registra una baja concentración de espermatozoides y, por consecuencia, mayor posibilidad de infertilidad) y de defectos en la forma de los espermatozoides. Otros autores añaden (Boeri et al., 2019) que también se relaciona con menor motilidad espermática (es decir, menor movimiento del esperma). En una línea similar, otros estudios (Riviere et al., 2020) sugieren que el uso de tabaco se asocia con un mayor riesgo de muerte por el cáncer de próstata y, también, a menor supervivencia después del cáncer de próstata (Darcey & Boyle, 2018). Dicho sea de paso, el cáncer de próstata se trata de la segunda forma de cáncer más común y la quinta más agresiva entre la población masculina alrededor del mundo (Barsouk et al., 2020).
Panorama reciente y futuro
Hasta la fecha, el tabaquismo permanece como uno de los principales problemas de salud pública a nivel mundial (GBD 2019 Tobacco Collaborators, 2021). Aunque se puede decir que las prevalencias de consumo han dejado de aumentar, el problema del tabaquismo está lejos de considerarse bajo control (OMS, 2019). Así, mientras en el año 2000 se estimaba que el 33.3% de la población con edad mayor a 15 años eran fumadores, para 2020 pasó a 22.8% (como referencia, en México al 2017 se estimaba en 20.1%; Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz [INPRFM] et al., 2017). Es decir, cerca de un cuarto de la población mundial estudiada sigue consumiendo la sustancia. Sin embargo, aunque el uso de tabaco decline, el número de muertes seguirá en aumento, debido a que muchas de las consecuencias del tabaquismo toman tiempo en aparecer (López et al., 1994).
Ahora bien, al analizar el consumo de tabaco de acuerdo al sexo, en lo general la brecha de consumidores sigue siendo grande (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2019) con mayor perjuicio para los hombres. En el año 2020 se estimó que 37.5% de los hombres eran fumadores, comparado con 8.0% de las mujeres. En este sentido, es apreciable que la proporción de hombres fumadores es casi cinco veces mayor con relación a la de las mujeres. Desafortunadamente, la situación en México no es muy diferente: se calcula que 31.3% de los hombres y 9.8% de mujeres han consumido tabaco (INPRFM et al., 2017); es decir, una proporción masculina más de tres veces mayor.
En resumen, lo anterior implica que en el futuro continúen (e inclusive aumenten) las repercusiones sanitarias, sociales, económicas y laborales, especialmente para los varones. Por otro lado, se ha discutido que la aparente disminución del uso de cigarrillos solo enmascara un nuevo problema en ciernes: el abuso de la nicotina por parte de los más jóvenes mediante nuevas formas de consumo, tales como los cigarrillos electrónicos o vaporizadores. Aunque hay algunos avances para contener su adopción (pues al menos 75 países ya han impuesto algún tipo de restricción a la producción, distribución o venta de estos dispositivos, incluido México; OPS, 2022), lo cierto es que existen numerosos vacíos legales y de conocimiento que dificultan tener un panorama claro del estado real de esta nueva adicción.
Por ejemplo, una investigación que incluyó datos de 27 estudios realizados en 13 países (Yoong et al., 2018) reveló que, al menos entre el período de 2013 a 2015, el uso de cigarrillos electrónicos entre la población juvenil era bastante heterogéneo: desde un 4.4% en un estudio italiano, hasta un 62.1% en un estudio en población polaca. Lo alarmante es que los datos provenían de participantes con edad entre 11 y 19 años, de modo que se considera una condición relativamente común entre la población adolescente y joven. La última Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco desarrollada en México en 2017 (INPRFM et al., 2017) estima que un 6.5% de los adolescentes y jóvenes (12 a 17 años) han usado alguna vez el cigarrillo electrónico, situación casi tres veces más común entre hombres (1.6%) que en mujeres (0.6%).
Datos recientes de un estudio realizado en la frontera norte de México (desarrollado por los autores, pero aún no publicado) apuntan a que actualmente puede ser un problema mayor, pues se estimó que el 51.4% de los participantes (adolescentes y adultos jóvenes entre 17 y 29 años) han utilizado algún dispositivo electrónico de administración de nicotina. Desafortunadamente, la menor atención que reciben estos productos, así como algunas falsas creencias sobre ellos (por ejemplo, que provocan menos daños [Pokherel et al., 2015], o que facilitan la deshabituación del cigarrillo tradicional [Wang et al., 2021]), facilitan su adopción en segmentos vulnerables de la población.
Es importante que, tanto los profesionales sanitarios, como la población general, no desestimen la peligrosidad del tabaco, ni subestimen los niveles de consumo. Aunque se ha controlado la publicidad de los cigarrillos convencionales, el tabaquismo todavía es una condición común entre los adultos, misma que implica serios riesgos de salud del usuario (especialmente en la salud sexual de los varones). Por otro lado, demanda un especial esfuerzo el contrarrestar las creencias positivas sobre los cigarrillos electrónicos, dispositivos que a menudo son la vía de iniciación entre los más jóvenes y cuyos efectos perjudiciales permanecen bajo estudio.
Referencias:
Barsouk, A., Padala, S. A., Vakiti, A., Mohammed, A., Saginala, K., Thandra, K. C., Rawla, P., & Barsouk, A. (2020). Epidemiology, Staging and Management of Prostate Cancer. Medical Sciences, 8(3), 28. https://doi.org/10.3390/medsci8030028
Boeri, L., Capogrosso, P., Ventimiglia, E., Pederzoli, F., Cazzaniga, W., Chierigo, F., Dehò, F., Montanari, E., Montorsi, F., & Salonia, A. (2019). Heavy cigarette smoking and alcohol consumption are associated with impaired sperm parameters in primary infertile men. Asian Journal of Andrology, 21(5), 478–485. https://doi.org/10.4103/aja.aja_110_18
Bundhun, P. K., Janoo, G., Bhurtu, A., Teeluck, A. R., Soogund, M. Z. S., Pursun, M., & Huang, F. (2019). Tobacco smoking and semen quality in infertile males: A systematic review and meta-analysis. BMC Public Health, 19(1), 36. https://doi.org/10.1186/s12889-018-6319-3
Darcey, E., & Boyle, T. (2018). Tobacco smoking and survival after a prostate cancer diagnosis: A systematic review and meta-analysis. Cancer Treatment Reviews, 70, 30–40. https://doi.org/10.1016/j.ctrv.2018.07.001
GBD 2019 Tobacco Collaborators. (2021). Spatial, temporal, and demographic patterns in prevalence of smoking tobacco use and attributable disease burden in 204 countries and territories, 1990–2019: a systematic analysis from the Global Burden of Disease Study 2019. The Lancet, 397(10292), 2337–2360. doi:10.1016/s0140-6736(21)01169-7
Instituto Nacional de Psiquiatría Ramón de la Fuente Muñiz, Instituto Nacional de Salud Pública, Comisión Nacional Contra las Adicciones, & Secretaría de Salud (2017). Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco 2016–2017: Reporte de tabaco. INPRFM.
Kodriati, N., Pursell, L., & Hayati, E.N. (2018). A scoping review of men, masculinities, and smoking behavior: the importance of settings. Global Health Action, 11, 37–48. https://doi.org/10.1080/16549716.2019.1589763
López, A.D., Collishaw, N.E., & Piha, T.A. (1994). A descriptive model of the cigarette epidemic in developed countries. Tobacco Control, 3(3), 242–247.
Martin, A., Rodríguez, I., Rubio, C., Revert, C. & Hardisson, A. (2004). Efectos tóxicos del tabaco. Revista de Toxicología, 21(2–3), 64–71.
Organización Panamericana de la Salud (2022). Report on Tobacco Control for the Region of the Americas 2022. Washington, DC: PAHO.
Pokherel, P., Fagan, P., Kehl, L., Herzog, T.A. (2015). Receptivity to E-cigarette marketing, harm perceptions, and E-cigarette use. American Journal of Health Behavior, 39(1), 121–131. http://dx.doi.org/10.5993/AJHB.39.1.13
Riviere, P., Kumar, A., Luterstein, E., Vitzthum, L.K., Nalawade, V., Sarkar, R.R., Bryant, A.K., Einck, J.P., Mundt, A.J., Murphy, J.D., & Rose, B.S. (2020). Tobacco smoking and death from prostate cancer in US veterans. Prostate Cancer and Prostatic Diseases, 23, 252–259 (2020). https://doi.org/10.1038/s41391-019-0178-6
Rubio, G. & Santo-Domingo, J. (2004). Todo sobre las drogas. Información objetiva para decidir y prevenir. MR Ediciones.
Villegas, M.A., Gámez, M.E., Martínez, P., Sosa, M.R., & Sánchez, L. (2017). Consumo de tabaco: epidemiología, prevención y tratamiento. En: Llanes, A., & Cervantes, M.J., Educación en Salud (pp. 31–50).Colofón.
Wang, R.J., Bhadriraju, S., & Glantz, S.A. (2021). E-cigarette use and adult cigarette smoking cessation: a meta-analysis. American Journal of Public Health, 111, 230–246. https://doi.org/10.2105/AJPH.2020.305999Yoong, S.L., Stockings, E., Chai, L.K., Tzelepis, F., Wiggers, J., Oldmeadow, C., Paul, C., Peruga, A., Kingsland, M., Attia, J., & Wolfenden, L. (2018). Prevalence of electronic nicotine delivery systems (ENDS) use among youth globally: a systematic review and meta-analysis of country level data. Australian and New Zealand Journal of Public Health, 42(3), 303–308. https://doi.org/10.1111/1753-6405.12777