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Dra. Ruth Pedroza Islas
Universidad Iberoamericana

Dra. Arely Prado Barragán
Universidad Autónoma Metropolitana Iztapalapa

Los alimentos light o reducidos en energía, fueron desarrollados para enfermos diabéticos y para personas con obesidad y actualmente también se dirigen a personas que buscan cuidar su peso. El término light (ligero o dietético), se usa para denominar a aquellos alimentos bajos en energía por reducción de azúcar o reemplazo de ésta por otro tipo de edulcorantes que no proporcionen energía, y a aquellos que redujeron su contenido energético por disminución o sustitución de grasas. Recientemente se han incorporado a esta denominación, los productos alimenticios reducidos en sal.

La denominación light se refiere a que un producto aporta una menor cantidad de energía que un alimento regular. Para 1980 la obesidad se había duplicado en todo el mundo alcanzando cifras de 1,500 millones de adultos en el 2008. En 2010, se reportaron 43 millones de niños con sobrepeso menores de cinco años (OMS, 2012). Ante esta situación, la industria de alimentos busca apoyar la disminución del problema de la obesidad en relación con el consumo de energía, con la creación de los alimentos light.

México tiene un consumo de energía por día de aproximadamente 3, 160 (OMS, 2012) y ocupa los primeros lugares a nivel global en prevalencia de sobrepeso y obesidad. Las cifras son alarmantes ya que la obesidad y el sobrepeso son el quinto factor principal de riesgo de muerte en el mundo, además de ser precursores de enfermedades como la diabetes mellitus, el cáncer y otras enfermedades crónico-degenerativas (OMS, 2012).

El sobrepeso se atribuye al desequilibrio entre la energía consumida y la gastada. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), entre sus causas se encuentra el aumento en el consumo de alimentos altos en energía (azúcares y grasas) y bajos en vitaminas, minerales y otros micronutrimentos, en combinación con un descenso importante en la actividad física, es decir, por los hábitos sedentarios de vida. Sobre esto último, hay que resaltar que la inactividad física, causa la muerte anual de 5.3 millones de personas. Adicionalmente existen causas genéticas que, entre otros efectos, pueden alterar el metabolismo y la sensación de saciedad.

La OMS señala también que hay factores ambientales y sociales que han favorecido el cambio de hábitos alimentarios y de actividad física. Según esta organización los gobiernos no han propuesto las políticas de apoyo necesarias en materia de salud, comercialización de alimentos, transporte, planeación urbana, medio ambiente y educación, para detener y aliviar el gran problema que el sobrepeso y la obesidad representan.

Por su parte, la industria alimentaria propone ofrecer a los consumidores productos con menor contenido de energía, sin sacrificar su sabor, a través de diversas estrategias, pero con un objetivo en mente: la sustitución de los azúcares y de las grasas por ingredientes que disminuyan el aporte energético de los productos alimenticios.

La sustitución de azúcar ha sido posible por el uso de edulcorantes denominados no-calóricos o de alta intensidad, tanto naturales (estevia) como artificiales (aspartame, neotame, acesulfame-K, ciclamato, sacarina, neotame, sucralosa, taumatina). Hoy se usan en bebidas y alimentos para proporcionar el sabor dulce pero con menor aporte de energía o incluso sin éste. Recientemente se ha cuestionado su utilización en cuanto al condicionamiento al sabor dulce, a su impacto en el hambre y la saciedad, e incluso sobre su eficacia en el manejo del peso. No obstante, en un ambiente obesogénico en el que la población consume más azúcares de lo recomendable y es altamente sedentaria, resulta relevante comprender el potencial que los edulcorantes no-calóricos tienen como una herramienta útil para el manejo del peso. Hay consenso en que los edulcorantes por sí solos no reducen el peso, pero sí constituyen un apoyo cuando se incluyen en dietas de restricción energética acompañadas de actividad física.

Hay quien sugiere como solución a estos padecimientos, que habría que “desendulzar” la dieta mundial. Sin embargo, no puede dejarse de lado que a largo de la evolución el sabor dulce ha tenido un papel en la nurtición humana, ayudando a orientar el comportamiento de alimentación hacia los alimentos que proporcionan energía y nutrimentos esenciales. Quedan preguntas que hoy nos conducen a diversos estudios para clarificar cómo el organismo humano responde a estos edulcorantes no-calóricos y su relación con la preferencia del sabor dulce, aunque la respuesta biológica al dulzor es sólo uno de los aspectos de la preferencia y selección de los alimentos, hay que añadir los aspectos culturales y los económicos.

Actualmente el 15% de la población consume edulcorantes no-calóricos y el desarrollo de nuevos productos que los incluyen está creciendo de manera importante. Por ello, pretendemos iniciar con el tema de alimentos light reducidos en contenido de azúcar, para que a través de la página Hablemos claro, se proporcione información científica objetiva para apoyar al consumidor en la toma de decisiones informada respecto de su alimentación y salud.

 

Referencias:

Drewnoski A, Mennela JA, Johnson SL, Bellisle F. 2012. Sweetness and Food Preference.
The Journal of Nutrition, Supplement: 1142S-1148S

Organización Mundial de la Salud. 2012. [ www.who.int/mediacentre consultado en julio 20, 2012 ]

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