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Masculinidad y alimentación saludable: ¿un estereotipo social?

Dra. Janeth Margarita Ventura Sobrevilla 

Miembro de la Asociación Mexicana de Ciencia de los Alimentos (AMECA)

Universidad Autónoma de Coahuila

 

Sin duda, alguna vez hemos escuchado historias, mitos y frases que nos dicen que los hombres que son verdaderos hombres no deben hacer dietas. Eso de comer verduras y hacer combinaciones de alimentos es terreno femenino. Esta ocasión trataremos un tema, tal vez controversial, pero fundamental para la salud de los varones, pues llevar una alimentación saludable es parte de los hábitos de una buena calidad de vida.

La idea de “estar a dieta” o “comer alimentos saludables” pensamos que es un asunto mujeres, pero: ¿está bien que un hombre haga dieta o lleve un control en su alimentación?, ¿el hombre que cuida su alimentación, le hace mejorar su apariencia física o su salud y esto no es válido?, ¿será que los roles sociales influyen en las decisiones de alimentación y estilo de vida en los hombres sin importar su edad?, ¿las dietas son solo para las mujeres?, ¿el género influye sobre el consumo de ciertos alimentos como la carne y frutas-verduras? Estas son algunas preguntas que surgen cuando pensamos en el estereotipo social masculino, respecto de la alimentación.

En el contexto social, la masculinidad está muy relacionada con hábitos alimentarios perjudiciales para la salud, esto debe a tres aspectos: 

  1. La variedad de alimentos que se consumen es limitada; 
  2. las porciones de los alimentos que, por lo general, son demasiado grandes y 
  3. el obligado distanciamiento de las conductas femeninas.

Estos factores incluyen al descuido de los patrones alimentación, sin dejar de lado la idea de que las expertas en la cocina son la mujeres, mientras que los hombres tienen pocos conocimientos sobre la compra de ingredientes, la preparación de los alimentos y el diseño de los platillos1,2 . Un “verdadero, auténtico y real” hombre debe alejarse y desafiar lo que culturalmente se conoce como “el control femenino”, por lo tanto, es socialmente aceptado que los hombres eviten los cuidados médicos y las recomendaciones de alimentación.

A través de instrumentos de evaluación que miden la percepción social de la masculinidad, se han realizado estudios conductuales, tanto en hombres como en mujeres, en poblaciones de distintos países como USA, Kenia, UK, Australia, Hong Kong, Cuba y México2–9. En ellos, se ha analizado cómo se percibe un comportamiento normal en cuestiones de género; es decir, lo que es aceptable para los hombres o lo que es aceptable para las mujeres. Además, se han revisado las conductas de una vida saludable que no tiene relación con el género como, por ejemplo: uso del cinturón de seguridad, actividad física, consumo de tabaco, entre otros, para tratar de entender su influencia sobre las conductas que se requieren para llevar una vida saludable. 

Particularmente los hombres que siguen un modelo masculino tradicional tienen normas sociales y patrones de socialización que se consideran factores de riesgo para la salud.2,3 Otros aspectos sociales como la edad, el nivel de educación, los ingresos económicos, la cultura, las diferencias raciales y la religión, también impactan sobre la alimentación de los varones. Otro aspecto es la edad, pues marca diferencias en los patrones de conducta alimentaria. Los hombres más jóvenes tienen una mayor apertura para modificar hábitos y conductas que les permiten cuidar su alimentación, desde el punto de vista preventivo respecto del desarrollo de enfermedades no transmisibles, o simplemente para cuidar su apariencia física 4–6

El género masculino se rige por una hegemonía e ideas culturales que forman el concepto de masculinidad. Por ejemplo, parte de estas conductas tradicionales están ligadas al aspecto cuantitativo y la orientación del comportamiento sexual. El ideal de masculinidad es que un hombre debe ser heterosexual con ciertas conductas en su comportamiento como ser asertivo, dominante, tener fuerza física y resistencia a la expresión de sus emociones. Aunque hay que aclarar que este ideal no tiene el mismo significado para todos los hombres por el simple hecho de ser hombre, pues se debe considerar dentro de un contexto socio-cultural más amplio.

En resumen, el estereotipo de masculinidad queda definido por tres aspectos generales: comportamiento sexual, comportamiento social y apariencia física. En pocas palabras, ser hombre es sinónimo de valentía, fuerza y musculatura. El modelo hegemónico de la masculinidad marca las características “de ser verdaderamente hombre”, este patrón se fortalece con la socialización y se construye desde niños10. La presión por cumplir las normas sociales de la masculinidad genera, de manera directa o indirecta, estrés innecesario en los hombres poniendo en riesgo su salud. 

Algunos hábitos y conductas que afectan negativamente la salud del hombre son el tabaquismo, el alcoholismo, el abuso de sustancias adictivas, el sedentarismo, los desvelos, la violencia interpersonal, la presión de tener el rol de proveedor, el conducir ebrio o a alta velocidad, la actividad sexual de riesgo y, por supuesto, la mala alimentación. Todas estas conductas permiten comprender, en parte, las prevalencias de enfermedades no transmisibles, la baja calidad de vida y, en casos más extremos, hasta las muertes prematuras en las estadísticas de salud de los hombres. Un claro ejemplo de cómo influye la concepción de género sobre los hábitos de alimentación es las idea popular de que el consumo de carne roja es para el género masculino, mientras que el consumo de vegetales está estereotipado para las mujeres3,9.

Sin embargo, la percepción de la masculinidad ha ido cambiando con el tiempo. Los nuevos conceptos incorporan aspectos positivos que promueven conductas, comportamientos y estilos de vida más saludables, siendo los hombres más jóvenes los que cuidan mejor su salud. En hombres jóvenes y de mediana edad es más común escuchar pláticas sobre cómo la modificación de sus comportamientos o el adoptar nuevos los ha librado de algún daño o accidente. Por el otro lado, entre mayores son los hombres, el tema de conversación se centra en presumir los daños o accidentes que sufrieron como consecuencia de sus comportamientos, como un acto de gallardía o arrojo, pues exponerse a los riesgos aumenta el grado de hombría. 

Generalmente, el cambio en la alimentación y un estilo de vida saludable en los varones de mayor edad se da cuando padecen enfermedades no transmisibles en un estado de gravedad, como, por ejemplo, cuando se presentan complicaciones en la diabetes, hipertensión o problemas cardiovasculares.2,9,11

Los programas de salud pública encaminados a cuidar la salud integral de los varones tienen como barrera el estereotipo de la masculinidad. Para cambiar los hábitos de salud y alimentación es necesario romper el paradigma social, por lo cual estos programas requieren de un gran apoyo con un sustento tanto médico y psicológico, que se entrelace con la cultura y las tradiciones mexicanas. 

 

Referencias:

  1. Gough, B. ‘Real men don’t diet’: An analysis of contemporary newspaper representations of men, food and health. Soc. Sci. Med. 64, 326–337 (2007).
  2. Fleming, P. J., Lee, J. G. L. & Dworkin, S. L. “Real Men Don’t”: Constructions of Masculinity and Inadvertent Harm in Public Health Interventions. Am. J. Public Health 104, 1029–1035 (2014).
  3. Nakagawa, S. & Hart, C. Where’s the Beef? How Masculinity Exacerbates Gender Disparities in Health Behaviors. Socius 5, 2378023119831801 (2019).
  4. Sloan, C., Conner, M., & Gough, B. How does masculinity impact on health? A quantitative study of masculinity and health behavior in a sample of UK men and women. Psychol. Men Masc. 16, 206–217 (2015).
  5. Griffith, D. M., Gunter, K. & Watkins, D. C. Measuring Masculinity in Research on Men of Color: Findings and Future Directions. Am. J. Public Health 102, S187–S194 (2012).
  6. Rochelle, T. L. Masculinity, health behavior, and age: An examination of Hong Kong Chinese men. Psychology of Men & Masculinity 16, 294–303 (2015).
  7. Avitia, G. C. Masculinidad y su relación con hábitos alimentarios y actividad física en la frontera Norte de México. (2018).
  8. Nechifor, V. & Winning, M. Global economic and food security impacts of demand-driven water scarcity-alternative water management options for a thirsty world. Water (Switzerland) 10, (2018).
  9. Campos, L., Bernardes, S. & Godinho, C. Food as a way to convey masculinities: How conformity to hegemonic masculinity norms influences men’s and women’s food consumption. J. Health Psychol. 0, 1359105318772643
  10. Heath, P. J., Brenner, R. E., Vogel, D. L., Lannin, D. G. & Strass, H. A. Masculinity and barriers to seeking counseling: The buffering role of self-compassion. Journal of Counseling Psychology 64, 94–103 (2017).
  11. Griffith, D. M., Gilbert, K. L., Bruce, M. A. & Thorpe, R. J. Masculinity in Men’s Health: Barrier or Portal to Healthcare? in Men’s Health in Primary Care (ed. Heidelbaugh, J. J.) 19–31 (Springer International Publishing, 2016). doi:10.1007/978-3-319-26091-4_2

 

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