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El caso de una célebre monja pulquera

Dr. José Luis Curiel Monteagudo

Universidad Iberoamericana

En los siglos XVII y XVIII, los españoles se entusiasmaron con los pulques, crearon haciendas magueyeras y abrieron pulquerías.      

Una dama célebre, Doña Antonia Josefa María de la Concepción, Rafaela, Albina, Tomasa de Jesús, Rodríguez de Pedroso, hereda de su abuelo, el conde de Xala, grandes haciendas como la de los Llanos de Apan, la hacienda de San Borja (hoy colonia del Valle) o Hacienda de Pinillos (hoy San Angel Inn). Se casó con el almacenero Don Manuel Rodríguez de Pinillo López Montero y García Cortés, y el 18 de enero de 1778, el rey Carlos III les otorgó el título de Marqueses de Selva Nevada, por tener grandes extensiones de terreno donde había pueblos como San Lucas el grande el verde, San Matías Tlalancaleca, San Cristóbal Tepatlaxco, San Rafael Tlanalapa, además de ranchos como la Soledad, Mecatepec, Bella Vista, San Francisco Tlalo, Cantarranas, Lameyal, Nanacamilpa o San Jerónimo Tepeaca; todos ellos ubicados  en las inmediaciones del bosque nevado del Iztaccíhuatl.

Al fallecimiento de su esposo, la Marquesa de Selva Nevada, ingresó al claustro de San Jerónimo en 1791, donde estaban sus hijas Manuela y Mariana, cuyas celdas fueron construidas por Ignacio Castera. Sin embargo, ella prefirió alejarse de ellas e internarse en el convento de Regina Coelli, donde le asignaron una celda incómoda y con chinches. Entonces solicitó al célebre arquitecto Manuel Tolsá la construcción de “una casa que serviría como  celda o retiro de la Señora Marquesa”.

Estuvo ubicada aquella celda de la Marquesa frente de la pulquería del “Tornito”, también de su propiedad en el número 24 de la calle del tornito de Regina (hoy Restaurante Zéfiro del Claustro de Sor Juana en la calle de San Jerónimo). Según Sor María Bárbara de la Purísima Concepción, madre Priora del convento: la Marquesa “tenía acceso a manjares, frutas, carnes y dulces y a fumar los cigarros que las señoras mexicanas acostumbraban”. [1]

Sin embargo, con gran sacrificio vivió durante veinte años tomando solamente atoles de sabores y dejó de fumar cuando profesó. Desde su celda de la ciudad de México, fundó el convento de las carmelitas descalzas de Querétaro el 21 de noviembre de 1799.

En 1784, en la Ciudad de México había 194 tabernas: 158 dentro de la ciudad y 36 fuera de ella. Cuando moría un tabernero sin testamento se clausuraban estos negocios. 

A las pulquerías de la ciudad de México de finales del siglo XVIII acudía gente de medianos y escasos recursos, pues las “personas de honor y decentes, […] que debían ser más bien pocos, no podían concurrir a ellas sin deshonor.”[2] La marquesa tuvo un molino de aceite y olivares en la Rivera de San Cosme, además de una elegante casa en la calle de la Cadena, (hoy Venustiano Carranza 49), numerosos inmuebles y muchos de ellos con expendios de pulque como la Garrapata, los Cántaros, las Granaditas, la Nana, la Retama o el Tornito.

Al enviudar la marquesa, decidió heredar su título nobiliario únicamente a sus descendientes de sexo femenino. La segunda marquesa de Selva Nevada fue María Josefa Rodríguez de Pinillos y Rodríguez de Pedrozo.

Para su hijo Francisco compró el título de Conde de Buenavista y le solicitó al gran Tolsá le construya un palacio, (hoy museo de San Carlos). Sin embargo el conde murió en 1797 antes de estrenar el recinto cuya  obra concluyó hasta 1803.


[1] Josefina Muriel, Fundaciones neoclásicas. La marquesa de Selva Nevada, sus conventos y sus arquitectos, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, México, 1969.

[2]  Juan Pedro Viqueira Albán, ¿Relajados o reprimidos?: diversiones públicas y vida social en la Ciudad de México durante el Siglo de las Luces; Fondo de Cultura Económica, México, 1987 p. 171.

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