Los estudios epidemiológicos han revelado cambios importantes en el consumo de alimentos en México. La aculturación a menudo disminuye la ingesta de alimentos nativos y aumenta la ingesta de alimentos refinados, y dietas con alto contenido de grasa y azúcares. Varios investigadores han demostrado una correlación entre la obesidad, la diabetes y la aculturación.
Datos recientes respaldan el apoyo a alimentos tradicionales que conectan el origen étnico con los patrones de ingesta alimentaria, para promover estilos de vida saludables. La dieta mesoamericana prehispánica se basó principalmente en maíz, frijoles negros, nopal, chile, calabaza y semillas de chía, así como pavo, pescado, aves e insectos como fuente de proteína y minerales. Esta variedad no estaba disponible para toda la población en todo momento. De hecho, los españoles quedaron impresionados por la frugalidad de la dieta diaria del indio promedio. La dieta prehispánica era principalmente vegetariana, a base de maíz, frijol y semillas.
Se ha reportado ampliamente que la combinación de los cereales y las leguminosas, como el maíz y el frijol, complementan adecuadamente los aminoácidos limitantes y esa mezcla proporciona una proteína de mejor calidad. En la dieta azteca, no se incluía casi nada de grasa o aceite, y las principales fuentes de grasa en la dieta tradicional fueron semillas de calabaza con pequeñas cantidades de DHA y EPA, y semillas de chía ricas en ácidos grasos omega 3, principalmente ácido linolénico.
Un consumo de alimentos como el de la dieta prehispánica disminuye el factor de transcripción SREBP implicado en la síntesis de ácidos grasos y su gen blanco FAS (sintetasa de los ácidos grasos), es decir, disminuye la producción de ácidos grasos y aumenta su oxidación a través de un aumento en la expresión de la carnitina palmitoil transferasa (CPT-1).
El nopal, por ejemplo, se ha utilizado durante mucho tiempo en la cocina tradicional mexicana y la medicina. En la actualidad, se usa comúnmente como medicina complementaria y alternativa (CAM) de la población hispana debido a su efecto anti-hiperglucémico. Los efectos benéficos de la dieta prehispánica podrían deberse, en parte, a la presencia de varios compuestos antioxidantes, una buena relación de aminoácidos, bajos niveles de grasa, alto contenido de fibra soluble e insoluble y a una modificación en la microbiota, en la que se disminuyen los Firmicutes y aumentan los Bacteroidetes; los primeros están implicados en el desarrollo de la obesidad. Por lo tanto, es importante fomentar el consumo de un modelo de dieta lo más similar posible a la prehispánica como una estrategia para la conservación de la salud.
Referencias: