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¿Cómo construir y mantener hábitos saludables en familia?

MNC. Tania G. Delgado Arana

Universidad del Valle de Atemajac

La construcción de hábitos saludables inicia desde el momento en el que contemplamos, como individuos, toda la logística para alimentarnos: número de comidas al día, horarios, selección de productos, almacenamiento y manejo de los alimentos. Además, si este proceso se rige habitualmente con otros acompañantes, se ejerce un efecto distinto dependiendo de quiénes son los sujetos con quienes compartimos, la frecuencia con que lo hacemos, así como las decisiones sobre cuánto come cada miembro del grupo, las técnicas y los tipos de preparación culinaria, el orden en que se sirven los alimentos y las elecciones específicas para días ordinarios y festividades.

Hablar de hábitos saludables no solo incluye la visión correspondiente a nivel dietético sino al conjunto de prácticas de higiene, cuidado personal, autorregulación, relaciones interpersonales, actividad física y descanso que nos ayudan a vivir con plenitud.

En relación con la alimentación, si bien las costumbres y hábitos se adquieren en el ámbito familiar, su evolución se ve afectada por los cambios que ocurren en el contexto social. Durante las últimas décadas, diversos fenómenos socioculturales, económicos y demográficos han introducido cambios en los patrones de alimentación y se han expresado en un nuevo perfil de salud-enfermedad con un incremento notable de enfermedades crónico-degenerativas (Popkin, 1999).

Por otro lado, un gran problema que enfrentamos ante la urbanización es la distancia entre los hogares y los centros de trabajo, situación en la que la gran mayoría de nosotros nos encontramos inmersos, dicho factor, desestructura la dieta familiar al modificarse los sitios y horarios de consumo y el número de integrantes que pueden comer juntos.

Existe una gran cantidad de investigaciones que sugieren que aumentar y mantener hábitos saludables dentro del hogar puede ser un método prometedor para la prevención de las enfermedades actuales (Christofaro, et al., 2016; Hart et al., 2020; Malden et al., 2020; Pinho et al., 2017).

Cuando las familias adoptan hábitos saludables en el hogar, se producen consecuencias positivas tanto para los adultos como para los niños. Estos hábitos incluyen una nutrición adecuada, ingesta reducida de azúcares, disminución del consumo de comida rápida, así como niveles de actividad física recomendados y exposición limitada a factores estresantes no saludables, es decir, funcionamiento familiar positivo (Haines et al., 2016; Mehdizadeh et al., 2020).

A modo general, podríamos deducir que los hábitos se encuentran en constante dinamismo al permanecer expuestos a dos tipos de fuerzas: aquellas que propician cambios y las que se encargan de conservarlos. Por ejemplo, el factor tiempo se encuentra dentro de las fuerzas que generan cambios: no se puede negar que es requerido para la adquisición, la preparación y el consumo de los alimentos así como para la limpieza posterior, de ahí su importancia en la elección de la comida. 

Si se habla de generar a nivel colectivo o a nivel familiar la edificación de hábitos positivos, se puede hacer uso de modelos de comportamiento, tal como es el caso de “Fogg behavior model”, el cual utiliza tres componentes básicos para producir un cambio de comportamiento: motivación, habilidad y rapidez. Por lo tanto, el individuo o el grupo (por ejemplo, al abordar una familia que requiere adquisición de hábitos nutricionales con distintos enfoques), el paso inicial es mantener la motivación constante para iniciar el cambio; posteriormente, trabajar en desarrollar las habilidades para generar dichos cambios de comportamiento y, finalmente estar dispuestos a recibir recordatoriossobre cómo llevar a cabo los nuevos comportamientos saludables (Fogg, 2020; Fogg & Euchner, 2019; Toledo et al. ., 2018).

Una gran diversidad de estudios ha relacionado que, en tema de disponibilidad de productos alimenticios y adquisición de estos en un núcleo familiar, convergen factores contextuales como la cultura y la clase socioeconómica. Es evidente que el conocimiento y la práctica alimentaria de los padres o tutores, afecta positiva o negativamente los alimentos que consumen los infantes. Los adultos representan una gran influencia no solo en la elección de alimentos y sus cantidades, sino también en temas de horarios para consumo de alimentos, actividades a realizar, etc., haciéndose más evidente estos hábitos conforme avanzan en la adolescencia y luego en la edad adulta.

Por lo tanto, el primer paso para cambiar un comportamiento es crear conciencia sobre lo que se hace regularmente (Marsch, 2020). Conocer nuestros hábitos familiares y evaluarlos es elemental, ya que los comportamientos repetitivos que nos brindan plenitud afectan nuestro cerebro, convirtiéndose en acciones automáticas y creando hábitos (saludables o no) que, con el tiempo, resultará difícil de modificar. Un ejemplo bastante claro, es el consumo de los alimentos frente a los dispositivos electrónicos, los cuales desvían la atención al punto de perder la noción de lo consumido, alterando nuestro proceso de hambre-saciedad. Por ello, hoy en día, se aborda la prioridad extrema de la alimentación perceptiva desde el inicio de la alimentación complementaria, en búsqueda de generar un hábito que perdure a lo largo de la vida.

Elaborar un plan que incluya metas pequeñas y razonables, así como acciones específicas a realizar, lo que permita acercarse hacia los objetivos pactados. Para este punto, se puede hacer uso de la estrategia SMART(Specífic, Measurable, Achievable, Realistic, Timely, es decir, específico, medible, alcanzable, realista y en un tiempo determinado), dicho acrónimo, permite acceder al conjunto de acciones visualizadas, cumpliendo sus cualidades (objetivos específicos, medibles y alcanzables).

Finalmente, es importante anticipar obstáculos, y preguntarnos qué situaciones podrían descarrilar los esfuerzos para generar un nuevo hábito saludable y cómo brindarle solución. Mantener un registro para anotar elementos fundamentales de la alimentación (por ejemplo, cuando se acude al supermercado con una lista de productos saludables); o a modo de recordatorio con el tema de la activación física, las nuevas tecnologías previstas por los relojes inteligentes, que envían señales para evitar el sedentarismo, modular el nivel de estrés o incluso vigilar los patrones de sueño. Las opciones para tener mayores probabilidades de éxito en la construcción de hábitos saludables en familia son variadas y se pueden adaptar a lo que funcione mejor en cada caso.

Bibliografía:

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García Cardona, M., Pardío López, J., Arroyo Acevedo, P., & Fernández García, V.  (2008). Dinámica familiar y su relación con hábitos alimentarios. Estudios sobre las Culturas Contemporáneas, XIV(27), 9-46.

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García-Ubaque, J. C., García-Ubaque, C. A., & Vaca-Bohórquez, M. L.  (2014). Variables involucradas en la práctica individual y colectiva de hábitos saludables. Revista de Salud Pública, 16(5), 719-732.

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