Cargando

Escriba aquí

Salud y violencia familiar 

Dr. Jesús Acevedo Alemán

Facultad de Trabajo Social

Universidad Autónoma de Coahuila

La Organización Mundial de la Salud (OMS) definió, desde hace más de 20 años, a la violencia como “el uso deliberado de la fuerza física o el poder, ya sea en grado de amenaza o efectivo, contra uno mismo, otra persona o un grupo o comunidad, que cause o tenga muchas probabilidades de causar lesiones, muerte, daños psicológicos, trastornos del desarrollo o privaciones”. Estas acciones pueden ocurrir en distintos niveles, incluyendo a la violenciainterpersonal, relacionada con el comportamiento suicida y los conflictos armados; de igual forma cubre una amplia gama de actos, que van más allá de las amenazas e intimidaciones, como pueden ser la muerte y las lesiones; abarcando innumerables consecuencias del comportamiento violento que, a menudo, pueden pasar desapercibidas, como los daños psíquicos, privaciones y deficiencias del desarrollo que comprometen el bienestar de los individuos, las familias y las comunidades [1] fenómeno que ha sido reconocido particularmente dentro de los contextos familiares, como una verdadera “pandemia en la sombra” [5].

Una breve aproximación al entendimiento de las violencias 

De acuerdo con la propia OMS [1], y en conformidad con sus diversos análisis efectuados en el mundo sobre el origen de las violencias, el organismo reconoce que dicho fenómeno responde a visiones y perspectivas de tipo ecológicas [2]. Es decir, que encuentra sus explicaciones en numerosos factores que pueden ir desde los biológicos, sociales, culturales, económicos y políticos que influyen en determinados tipos de violencias. Derivadas de, al menos, cuatro niveles como son: el individual, el relacional, el comunitario y el social, donde están presentes el sujeto, la familia, la comunidad y la sociedad en su colectivo e interrelación (imagen 1).

Imagen 1. Hacia el entendimiento ecológico de las violencias

Fuente: Elaborado con base en el modelo ecológico [2].

La “nueva” pandemia

Ahora bien, se comienza a reconocer que las violencias representan los nuevos fenómenos pandémicos en el mundo, no solo por los embates y las consecuencias a nivel global, sino por la estrecha relación que adquiere frente a la crisis sanitaria por el virus SARS-COV2 que produce la COVID-19; según el Informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el coronavirus afectó no solo en la dimensión económica y social, por ejemplo, en la disminución del número de empleos (aumento del desempleo y el subempleo) y en la calidad del trabajo (reducción de salarios y menor acceso a la protección social). Impactó, también, a los grupos más vulnerables, como el de los trabajadores en el sector informal, las personas con problemas de salud subyacentes, adultos mayores, jóvenes desempleados, personas subempleadas, mujeres, trabajadores desprotegidos y trabajadores migrantes, marcando aún más las brechas de desigualdades. Esto derivó en el aumento de los índices de pobreza y de extrema pobreza, así como en el descontento generalizado y en la interrupción de las actividades en los centros educativos, afectando significativamente el aprendizaje y los estados de bienestar de la población infantil y adolescente [3].

La CEPAL destaca que la crisis sanitaria impactó mucho más a las mujeres, quienes han sido más afectadas, especialmente por el retroceso significativo de su participación laboral, la agudización de su sobrecarga de trabajo doméstico no remunerado, y por una mayor exposición al riesgo de violencia (sexual y de género) que se manifestó durante el confinamiento, así como, el acoso digital ante la exposición a medios virtuales; aumentando con ello, las situaciones de violencias en los hogares, hasta el punto de incrementarse los casos de violencia física, psicológica y sexual [4].

Lo anterior, enmarca un escenario de violencias por razones de odio de género que ha sido calificada por las Naciones Unidas (ONU) como una verdadera “pandemia en la sombra”, que afecta, al menos, a 1 de cada 3 mujeres en todo el mundo. Según el mismo organismo, la prevalencia de las violencias, se da en las relaciones de pareja o durante alguna etapa de la vida de las mujeres; impactando de manera dramática en el incremento de los casos de feminicidios [5].

En tal sentido, la cuarentena, entendida como una medida para atender la emergencia sanitaria, permitió mitigar los impactos derivados por la pandemia de la COVID-19. Sin embargo, por otra parte, representó todo un caldo de cultivo de nuevas formas de violencias, derivando en el aumento de los reportes de violencia familiar. Ante lo cual, según estimaciones de organismos como la OMS y la ONU efectuadas en algunos países “6 de cada 10 mujeres han sido objeto de violencia psicológica o física ejercida por la pareja, durante la pandemia”. Este dato muestra un crecimiento importante de la demanda de servicios de atención de casos de violencia familiar. Por ejemplo, durante el período de cuarentena, las fuentes oficiales en diversos países reportaron un incremento del 43% de las llamadas relacionadas con casos de violencia de pareja, mientras que un 35% de las llamadas se vincularon con casos de violencia ejercida por padres o madres contra niñas y niños. Reportando, además, la mayor parte de los estudios realizados durante el periodo que duró el confinamiento, que la violencia contra las mujeres aumentó, particularmente, la violencia familiar en los países donde se implementó la cuarentena de manera más estricta o con más restricciones a la movilidad [6].

Mejorando el sistema inmunológico de la familia. Los grandes desafíos

Frente a dichos escenarios por los que atraviesa la familia, que pueden ser desconcertantes o poco alentadores para las actuales generaciones, sobre todo cuando se habla de la llamada “hostilidad extrema”, aquella a la que las familias son expuestas por la presencia de los grupos delictivos, la infancia y la juventud, particularmente, se ven expuestas cada vez más a toda una serie de acontecimientos caóticos y conflictivos que dejan poco margen para la construcción de una cultura de paz y bienestar social [7].

Sin embargo, se debe de reconocer que la familia, en su evolución y conformación histórica, ha ido cambiando en cuanto a sus formas de educación a los hijos y ha ido evolucionando frente a sus prácticas de crianza ante escenarios hostiles y violentos. Esto permite proyectar la construcción de sociedades más pacíficas, bajo una cultura de paz y armonía social, lográndolo, en la medida que se cuenta con modelos de crianza positivos y con herramientas y competencias apropiadas para la crianza y educación de sus hijos libres de violencias, en el marco de una cultura de paz. Particularmente, adquiere mayor relevancia hablar de las Competencias Parentales (CP), identificadas como medidas que pueden “fortalecer el sistema inmunológico de las familias, frente al virus de las violencias”. De igual forma, las CP, representan alternativas saludables y eficaces para generar contextos de mayor armonía, entendiéndolas como la adquisición de conocimientos, actitudes y destrezas que posibilitan el conducir el comportamiento parental, a través de diversas situaciones de la vida familiar, la crianza y en las distintas dimensiones y necesidades como: físicas, cognitivas, comunicativas, socioemocionales y del desarrollo del menor, con la finalidad última, de garantizar su bienestar y el ejercicio pleno de sus derechos humanos [8].

De ahí la importancia de mejorar el sistema inmunológico de las familias con mejores CP, las cuales posibiliten atender desafíos en los ámbitos educativos, en el área de agencia parental, en la autonomía y desarrollo personal, entre otras dimensiones. De igual forma, las CP permitirán habilitar, a los padres y cuidadores en aquellas capacidades prácticas para cuidar, proteger y educar a sus hijos o tutelados, asegurándoles con ello un desarrollo sano y pacífico sin ningún tipo de crianza violenta como medidas disciplinarias. Además, propiciarán que la familia se blinde con conocimientos, actitudes y destrezas para conducir el comportamiento de los hijos e hijas, su vida familiar, la crianza y las distintas dimensiones y necesidades físicas, cognitivas, comunicativas, socioemocionales y espirituales del desarrollo de los niños, niñas y adolescentes, con la finalidad última de garantizar su bienestar y el ejercicio pleno de sus derechos humanos en un ambiente libre de violencias [8].

Consideración final, pero no concluyente

Recordemos que las violencias no son un problema social sin solución, ni un componente ineludible de la condición humana. Es por ello que podemos generar acciones concretas para prevenirlas o erradicarlas de nuestros contextos y, especialmente, de nuestras familias. Para ello, debemos asumir nuestra responsabilidad histórica y habilitarnos en los conocimientos, competencias o habilidades necesarias para evitar, bajo todos los medios, el contagio de dicho virus, como lo es la violencia en nuestras familias y, por ende, de la sociedad. Recuerda que, al hacerlo, estaremos contribuyendo a un mundo mejor y, ¿por qué no decirlo?, estaremos garantizando “la sobrevivencia de la especie humana” [1].

Referencias: 

1. Organización Mundial de la Salud [OMS] (2002), Informe mundial sobre la violencia y la salud, [en línea] https://apps.who.int/iris/bitstream/handle/10665/67411/a77102_spa.pdf?sequence=1 [Último acceso: 30 enero 2023].

2. Bronfenbrenner, U. (1979). The Ecology of Human Development: Experiments by Nature and Design Cambridge, MA: Harvard University Press, 1979. ISBN 0-674-22457-4 

3. CEPAL [Comisión Económica para América Latina y el Caribe] (2020). Informe especial, Covid-19. América Latina y el Caribe ante la pandemia del COVID-19. Efectos económicos y sociales. Naciones Unidas [en línea] https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/45337/6/S2000264_es.pdf [Último acceso: 30 enero 2023]

4. CEPAL [Comisión Económica para América Latina y el Caribe] (2022). Los impactos sociodemográficos de la pandemia de COVID-19 en América Latina y el Caribe. Cuarta reunión de la conferencia regional sobre población y desarrollo de América latina y el caribe. [en línea] https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/47922/1/S2200159_es.pdf [Último acceso: 30 enero 2023]

5. OMS [Organización Mundial de la Salud] (2021). Violencia contra las mujeres, estimaciones para 2018: estimaciones mundiales, regionales y nacionales de la prevalencia de la violencia de pareja contra las mujeres y estimaciones mundiales y regionales de la prevalencia de la violencia sexual fuera de la pareja contra las mujeres: resumen [en línea] https://apps.who.int/iris/handle/10665/349589. [Último acceso: 30 enero 2023]

6. Wilson, A., Aguilar, J., Ledgard, D. y J. Agüero (2022). El impacto de la pandemia por la covid-19 sobre la violencia familiar. PNUD. [en línea] https://www.undp.org/es/latin-america/publications/el-impacto-de-la-pandemia-por-la-covid-19-sobre-la-violencia-familiar-diferenciando-v%C3%ADctimas-tipos-de-violencia-y-niveles  [Último acceso: 30 enero 2023]

7. Acevedo, J., Trujillo, Ma. y Ma. López (2013). Problemática de los grupos vulnerables: visiones de la realidad TOMO IV. [en línea] http://www.investigacionyposgrado.uadec.mx/site/wp-content/uploads/2020/10/3.-2013GruposVulnerables4.pdf?fbclid=IwAR0pGCWYXYF_zGa0zxUUYX8FVkoEjm0QRDPFaKTEmYr3itgAH37WvCDhKcs [Último acceso: 30 enero 2023]8. Acevedo, J., De León, C. y G. Delgadillo (2018). Ante la crianza con violencia: las competencias parentales. Revista Trabajo Social, ENTS-UNAM. [en línea] https://www.bing.com/search?q=competencias+parentales+jesus+acevedo+aleman&form=ANNTH1&refig=449ccd6f256b49a1a435a7d558626252[Último acceso: 30 enero 2023

Etiquetas

Leave a Comment

Your email address will not be published. Required fields are marked *