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Psicología alimentaria en el cuidado de la salud

LN. Griselda López Córdova

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición

“Salvador Zubirán”

La relación entre las carencias afectivas 

y nuestra actitud ante la comida.

Geneer Roth

Cuando decidimos hacer cambios en nuestros hábitos, ya sea para cuidar nuestra salud, disminuir la gravedad de alguna enfermedad ya presente o prevenir su aparición, podemos identificar como la piedra angular la adopción de un estilo de vida adecuado a nuestra salud, cuya adherencia en el tiempo significará la diferencia entre la salud y la enfermedad.

Si bien, la idealización y construcción del camino que recorreremos para hacer estos cambios (como la identificación de actividades por realizar o el establecimiento de horarios en nuestra rutina), parece ser una tarea motivadora y sencilla, la realidad es que la implementación de ellos, y, sobre todo, el mantenimiento a largo plazo de estos parece ser la faena que se convierte en una experiencia complicada, y en ocasiones, desmotivadora.

En el tema de la alimentación, la realidad no es tan distinta de lo anterior. Sabemos que llevar una alimentación adecuada brinda una mayor posibilidad de mantener la salud, entonces, ¿por qué iniciamos con gran ánimo un plan de alimentación personalizado, y al poco tiempo “lo dejamos”? ¿Por qué volvemos al consumo alterado de alimentos, ya sea en calidad o en cantidad, que nos hace volver a una condición de enfermedad? ¿Por qué no generamos y nos apegamos a los cambios a lo largo del tiempo, si eso es lo que más deseamos?

La realidad es que los seres humanos somos seres sorprendentes. Podemos conseguir cualquier meta establecida, sin embargo, si no estamos en sincronía y armonía con nuestra salud mental, rara vez lograremos actuar en concordancia con nuestros pensamientos.

La psique, según la psicología, es el conjunto de actos y funciones, de aspectos conscientes e inconscientes, que inciden en nuestras acciones y en nuestras emociones. Entender nuestra psique es un proceso que se vive de forma distinta en cada persona, sin embargo, la importancia de comprenderla reside en que, al saber gestionarla, podemos obtener mejores efectos y resultados cuando tratamos de hacer cambios en nuestro estilo de vida.

La psicología alimentaria es una rama de estudio que se enfoca en tres componentes principales, que impactan la elección de alimentos: cognitivo, conductual y afectivo, aunque su aplicación puede ir mucho más allá. Lo anterior surge tras conocer que las emociones pueden influir en el proceso de elegir alimentos, y la alimentación puede generar cambios en el organismo que, a su vez, pueden modificar el estado de ánimo y las emociones humanas. 

Si bien, gran parte del estudio de la psicología alimentaria se destina a la obesidad, puede ser aplicada en diversos trastornos de la conducta alimentaria, que requieren de un proceso de acompañamiento y educación para la identificación, aceptación y trascendencia de emociones fuertemente asociadas a los alimentos, con el objetivo de disociar dichas emociones y mejorar nuestra salud mental, así como nuestra conducta alimentaria.

Un ejemplo de lo anterior hace referencia a los individuos que, como respuesta a una emoción desagradable (enojo, tristeza, ira, miedo, entre otra), tienden a consumir alimentos considerados “no saludables”. Además, usualmente, este consumo es en grandes cantidades, lo que puede conducir al individuo, a lo largo del tiempo, a desarrollar alguna condición de salud, como puede ser obesidad y/o alteraciones metabólicas. En este caso concreto, la psicología alimentaria es una herramienta que utiliza el profesional de la salud (psicólogo o nutriólogo, principalmente) para poder identificar, a través de un proceso personal y único, las situaciones que generan una cascada de emociones que provocan que el individuo formule pensamientos, los traduzca en acciones y consuma alimentos que no son adecuados para el cuidado de su salud. 

Al identificar estos procesos, se pueden generar estrategias para prevenir las situaciones, o bien, para poder vivirlas de una forma distinta en la que nuestro tren de pensamiento sea modificado y, entonces, nuestras acciones cambien. Es muy importante señalar que este proceso se vive de la mano de la validación de las emociones, es decir, es completamente normal sentir. Los seres humanos sentimos miedo y tristeza, así como sentimos la dicha y la felicidad, y reconocer las emociones y saber que su presencia tiene un motivo, nos permite aceptarlas y trascenderlas o manejarlas. Tratar de reprimirlas solamente nos generará presión y afectación, que puede derivar en conductas perjudiciales.

Consideremos el ejemplo de una olla de presión. Estas ollas están diseñadas para liberar constantemente el vapor, evitando que la presión interna sea tanta que explote. Lo mismo sucede con nuestras emociones. Los seres humanos debemos liberar constantemente nuestras emociones, no reprimirlas, para mantener la salud. Lo anterior implica sentirlas, identificarlas, aceptarlas y trascenderlas o regularlas, sin que requiramos “explotar” en búsqueda de refugio en la comida.

Ahora bien, es importante recalcar que en este proceso es esperado que existan recaídas a las conductas previas. La psicología alimentaria, a su vez, está preparada para ofrecer soluciones temporales y permanentes para dichas recaídas, favoreciendo el aprendizaje en el proceso de cambio, reforzando los cambios y la adherencia a estos a largo plazo.

Por lo anterior, la psicología alimentaria pretende ser una herramienta para la construcción de una relación saludable con los alimentos, en la que nuestras carencias y/o dificultades afectivas no se vean asociadas a la comida, permitiendo que nos apeguemos al consumo de un patrón de alimentación adecuado adoptado por gusto, y no como un escape de nuestras emociones, construyendo a la vez la salud física y mental.

Bibliografía:

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Schlüter, K., Vamos, S., Wacker, C. & Welter, V. (2020). A Conceptual Model Map on Health and Nutrition behavior (CMMHB/NB). Int. J. Environ. Res. Public Health; 17:7829.

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