Dra. Sara E. Valdés Martínez
Facultad de Estudios Superiores Cuautitlán
Laboratorio de Tecnología de Calidad en Alimentos
Universidad Nacional Autónoma de México
Durante la segunda mitad del siglo XIX Henri Nestlé empieza a producir un substituto de leche materna, combinando leche de vaca con harina de maíz y un poco de azúcar. Posteriormente esta leche fue modificada, eliminando la acidez y el almidón del harina, haciéndola más digerible. La fórmula adquirió gradualmente popularidad para ser consumida por los niños que por alguna razón no soportaban la leche materna o no tenían acceso a ella1. Con el paso de los años se han reformulado nuevas y mejores mezclas y con ellas su popularidad ha aumentado.
Las leches maternizadas son aquellas cuya composición ha sido enfocada para que sean lo más semejante posible a la leche materna; se les conoce también con el nombre de “leches para lactantes” o “leches modificadas”. Muchas de estas leches son elaboradas a partir de leche de vaca, mientras que en la elaboración de algunos substitutos se emplean otros tipos de leche, especialmente para niños sensibles a la de vaca2,3,.
A partir de la Revolución Industrial la mujer empieza a integrarse formalmente a la fuerza de trabajo, lo que provocó una serie de cambios económicos y sociales positivos, pero también condujo a algunos cambios no tan buenos, como el creciente abandono de la práctica de la alimentación del seno materno a los lactantes. A mediados del siglo XX, en Inglaterra, hubo una reducción sensible en la mortandad infantil, que se interpretó a partir de la preferencia de leches maternizadas para lactar sobre la leche materna y la popularidad de éstas creció aún mas, tanto en países desarrollados como en países en vías de desarrollo. En diversos estudios posteriores se demostró que las mejoras en las condiciones sanitarias de vida eran las responsables de la disminución de la tasa de mortalidad en Inglaterra y no debido al uso de las fórmulas lácteas4. A pesar de que se encontró que no había relación entre la disminución de la mortandad y la alimentación con leches maternizadas a los lactantes, su popularidad continuó creciendo en todo el mundo incluyendo los países subdesarrollados, donde las condiciones higiénicas no siempre son las mas adecuadas para esta práctica5.
Contar con las leches maternizadas en el mercado produjo una sensible disminución en la alimentación por seno materno, lo cual se considera como un efecto indeseable, ya que la leche materna proporciona el balance exacto de los nutrientes requeridos por el bebé en sus diferentes etapas de desarrollo, además de darle la protección inmunológica que requiere. Sin embargo, estos sustitutos de leche materna representan muchas ventajas para la mujer trabajadora del siglo XX6.
En el desarrollo de las fórmulas para leches maternizadas se consideraron múltiples factores con el objeto de contar con alternativas que cubriesen los requerimientos nutrimentales de los lactantes, garantizando que estos puedan crecer sanos, y considerando que en su primer año de vida, duplican o triplican su peso y aumentan hasta dos veces su estatura. Durante esa etapa muestran también una serie de cambios dramáticos en el desarrollo de sus órganos. Todo lo anterior implica requerimientos nutricionales específicos debido al alto metabolismo que presentan2 los niños en esa etapa2,3.
Las normas para garantizar que la composición de las leches maternizadas sea la adecuada, ha sido determinada en los diversos países donde se consumen. En el caso de México es la Norma NOM- 131-SSA1-1995, Bienes y Servicios, Alimentos para Lactantes y Niños de Corta Edad. Disposiciones y Especificaciones Sanitarias y Nutrimentales. En ella se establecen las especificaciones7 respecto de:
Baez Oliva, J.J. (1993), realizó un estudio sobre 5 leches maternizadas disponibles en el mercado mexicano. Encontró que todas ellas cumplían con lo establecido en la etiqueta, así como con los requerimientos nutricionales de los lactantes dependiendo de su edad, teniendo composiciones muy similares entre sí8.
Se ha encontrado que, en México, la alimentación a niños con sucedáneos y el destete temprano se da principalmente en familias pequeñas, donde la madre presenta una mayor educación, mejores condiciones de vivienda e influencia médica, sobre todo en la zona Norte del País. Normalmente la ablactación se da en el segundo semestre de vida9,10. Las mujeres entre los 36 y los 45 años de edad representan el mayor porcentaje de las madres que no alimentan a sus hijos con seno materno, y son quienes tienen mayor escolaridad y ocupación11. Se reporta que el abandono en la práctica de alimentación vía seno materno es principalmente debido a la falta de facilidades para alimentar a los niños, ya que por tener jornadas de trabajo largas, les es imposible alimentar al bebé de esta manera. Otro parámetro que afecta el destete temprano es la incapacidad de las madres de producir suficiente leche para sus hijos12.
Por otra parte, se ha demostrado que en países en vías de desarrollo los lactantes provenientes de familias de menores recursos económicos son alimentados por tiempos más prolongados vía seno materno que por leches maternizadas. Este fenómeno puede deberse al hecho de que las familias no cuentan con los recursos que les permitan adquirir las fórmulas lácteas13.
Las leches maternizadas son una excelente alternativa para la alimentación de los lactantes, sin embargo, no se ha encontrado la forma en que también puedan otorgar las ventajas que da la leche materna.
Con la lactancia materna también se mejoran los niveles de micronutrientes, proteínas y el status energético, y presenta una reducción en el gasto económico de las familias. Todo esto se refleja en la promoción del crecimiento y el desarrollo de los niños, lo que a la larga conduce a un mejor desarrollo académico y productividad en la edad adulta7. Por lo anterior se está dando un giro que recomienda este tipo de alimentación de los lactantes durante los primeros 4 a 6 meses de vida, seguida por alimentación combinada hasta cumplido el año14,15,16..
En el caso de madres infectadas con el virus del VIH/SIDA, se recomienda que se cancele completamente la lactancia, ya que de 600,000 a 700,000 niños son infectados por sus madres anualmente, en ese proceso. En el caso de mujeres bajo riesgo que no son seropositivas, se recomienda que alimenten a sus hijos exclusivamente con su leche durante los primeros 6 meses de vida y que después reciban otros alimentos en conjunto con la leche materna, hasta que cumplan dos años de edad9,15. En caso de que la madre pase de ser no-seropositiva a seropositiva durante el periodo de lactancia, debe suspenderla inmediatamente y emplear una de las muchas alternativas de leches maternizadas en el mercado. Otra razón por la que una madre debe suspender la alimentación por seno materno, es si a causa de alguna enfermedad se encuentra consumiendo medicamentos que puedan afectar adversamente la calidad de la leche. La recomendación en el caso de niños adoptados es que sea alimentado con leches maternizadas.
A pesar de que se cuenta con campañas para promover la lactancia materna en diferentes países, afortunadamente, los problemas asociados a una mala digestibilidad de las leches artificiales han sido resueltos, constituyendo una opción segura para la madre que, por cuestiones de trabajo o salud, no pueda alimentar a su bebé16. Fomon, S.J. (1993) comenta que: “Ninguna mujer en un país industrializado debe hacer sentirse culpable porque elegir no amamantar a su hijo”17.
No hay que perder de vista que las leches maternizadas se elaboran bajo las Buenas Prácticas de Manufactura, pero que en múltiples ocasiones debido a malos manejos durante el transporte, las latas o bolsas contenedoras son dañadas. Si estos productos son adquiridos así, esto puede representar un riesgo para la salud del bebé, ya que al haber perdido la integridad, los microorganismos pueden contaminar el producto, quitándole su inocuidad. Otro factor que puede convertir en un riesgo la alimentación de lactantes con fórmulas maternizadas es la calidad del agua con la que se preparan.
Para garantizar la inocuidad de las leches maternizadas hay que mantener las Buenas Prácticas de Manufactura incluso a nivel hogar. Esto puede resultar complicado, ya que en zonas alejadas de las ciudades y dentro de éstas en las zonas menos protegidas o en los asentamientos ilegales, frecuentemente no se cuenta con servicios de agua potable y drenaje. En estos lugares es común que la preparación de las mamilas no sea la mejor, debido a las condiciones de vida o al desconocimiento de las madres sobre la necesidad de preparar las fórmulas en condiciones higiénicas. Alimentar a los bebés con mamilas bajo condiciones no higiénicas y con agua no esterilizada, puede conducir a problemas de diarreas en el bebé, que si no nos atendidas adecuadamente, pueden conducir a su muerte.
Las leches maternizadas se han mejorado a lo largo de los años, al irse conociendo los mejores métodos de preparación, los requerimientos nutrimentales de los niños y la química de la alimentación. No hay que perder de vista que la leche materna presenta las ventajas ya mencionadas, pero que respecto a su importancia psicológica y emocional (por ejemplo, en las formas de dar cariño y afecto al bebé) sustituir el amamantar por leches no maternas, no disminuye necesariamente la cantidad y calidad del vínculo madre-hijo: al momento de alimentar al bebé con el biberón, se le abraza y hay un contacto visual o auditivo claro. Es decir, un lactante alimentado con leche maternizada no tiene porque sentir falta de cariño ni unión con su madre.
Las leches maternizadas continúan siendo un gran negocio y el mercado para su distribución se mantiene, ya sea para las madres que por alguna razón no pueden amamantar o para quienes no desean hacerlo. Los avances en estudios nutricionales relacionados con los lactantes ofrecen los elementos para elaborar leches más balanceadas cada vez, y que contengan los nutrientes requeridos por el lactante en la forma más biodisponible. La industria debe aprovechar estas investigaciones para ofrecer al mercado la mejor calidad posible en sus productos.
Bibliografía: