Mtra. Erika Ochoa Ortiz
Tec de Monterrey
Consulta privada en el Centro Médico ABC
La leche humana (LH) es el estándar de oro de la alimentación del ser humano, siendo el único alimento que se debe ofrecer en los primeros seis meses de vida y complementada con alimentos hasta los 24 meses, o hasta que el binomio madre-hijo lo decida, de acuerdo a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) (WHO, 2003).
La LH no sólo es nutrición, es clave en la supervivencia del lactante y niños pequeños; se estima que más de 820,000 muertes infantiles pueden prevenirse si aumentamos las cifras de lactancia (Victoria CG, 2016). El éxito de la lactancia depende de diversas acciones y prácticas que se realicen en la etapa perinatal, como la hora de oro, contacto piel con piel, alojamiento conjunto, alimentación a libre demanda, no usar chupones ni biberones, entre otras (WHO, 2017).
La aparición del virus SARS-CoV-2 en el primer caso neonatal reportado en febrero 2020 (Wang, 2020) dio lugar a la preocupación genuina sobre transmisión vertical (Zeng H, 2020; Dong L, 2020), es decir, de la madre al lactante tanto al momento del nacimiento como a través de la leche humana. Las prácticas contrarias a las recomendaciones de la OMS no tardaron en aparecer: pinzamiento inmediato del cordón, separación inmediata del binomio (implicando no contacto piel con piel ni inicio de la lactancia en la primera hora de vida), aislamiento por al menos 14 días, mantener extracción de leche humana, pero descartar por posible presencia del virus (Chen D, 2020).
En junio 2020, la OMS reafirmó la necesidad de mantener prácticas que fomenten la lactancia (WHO, 2020) y otras organizaciones hicieron énfasis en que no existía evidencia suficiente sobre la transmisión a través de la leche humana y que sus beneficios superan cualquier riesgo. Las recomendaciones deben considerar no sólo el peligro de infección por COVID-19 para el lactante, sino la morbimortalidad asociada a prácticas inadecuadas de lactancia y el riesgo que implica el uso inapropiado de fórmulas infantiles (WHO, 2020).
Diversos estudios han reportado presencia del virus en la leche humana; quizá uno de los casos más relevantes es el publicado por Groß R y col. en junio 2020, ya que se observaron cuatro muestras de leche materna positivas para RNA de SARS-CoV-2 que coinciden con los días de inicio de sintomatología del lactante.
En una revisión sistemática (Centeno-Tablante E y col, 2021) se describe que 9 de 68 muestras analizadas para RNA de SARS-CoV-2 resultaron positivas; de los 6 lactantes expuestos a leche humana positiva para el virus, 4 presentaron infección por COVID-19. En otras revisiones y meta-análisis se describe que sólo entre 2.6 y 5% de las muestras resultaron positivas para RNA viral (Zhu F y col, 2021; Kumar J y col, 2021).
En una cohorte más reciente de 110 muestras de leche humana sólo se detectó RNA viral en el 6% de las muestras de mujeres con infección confirmada o sintomática, pero no se observó replicación viral en los cultivos (Krogstad P y col, 2022).
La evidencia a la fecha nos indica, por lo tanto, que la presencia de RNA de SARS-CoV-2 en leche humana es poco frecuente y la presencia de RNA no es necesariamente sinónimo de que el virus sea viable o contagioso para el lactante. En los casos de lactantes con COVID-19 y cuya leche también resultó positiva para RNA viral, es importante considerar otras posibles vías de contagio.
La protección inmunológica que confiere la leche humana no es necesariamente específica para SARS-CoV-2, incluyendo oligosacáridos, péptidos, factores de crecimiento e inmunoglobulinas. En un reporte preliminar se encontró que 12 de 15 muestras de leche de mujeres recuperadas de COVID-19 presentaban anticuerpos IgA secretora (sIgA) que reaccionaba a SARS-CoV-2. En la revisión sistemática de Zhu F y col en 2021, el 83% de las muestras presentaban anticuerpos. En el estudio COVID MILK se encontraron anticuerpos IgA contra la proteína spike del virus hasta 5 meses después de la infección materna, demostrando la posibilidad de transferir inmunidad pasiva contra el virus (Juncker HG y col, 2021).
A partir de la disponibildiad de vacunas contra SARS-CoV-2 y por la falta de representatividad de mujeres embarazadas o lactando en los ensayos para la aprobación de las vacunas, existe gran interés sobre su efecto en lactantes a través de la leche humana. En un estudio con 76 mujeres (embarazadas o lactando) con dos dosis de vacuna de RNAm, se dectectaron anticuerpos IgG e IgA en leche humana capaces de unirse y neutralizar el virus, siendo mejor la respuesta de IgA si la vacunación ocurrió durante el embarazo (Collier AY y col, 2021). En un estudio de 42 muestras de leche humana de mujeres vacunadas durante la lactancia y con diferentes plataformas encontraron IgG, pero no IgA presente en todas las muestras, por lo que representa una posible protección pasiva para los lactantes (Scrimin F y col, 2022).
En un estudio previo se observaron resultados similares donde IgG se encontraba en todas las muestras, pero IgA sólo en el 89%; cabe destacar que en este estudio la respuesta de anticuerpos fue mayor en aquellas mujeres que llevaban lactando más de 24 meses (Romero Ramirez DS y col, 2021). La elevación de anticuerpos IgG parece llegar a su pico máximo un mes después de la vacunación y mantenerse elevado por al menos 6 meses. Por otro lado, los anticuerpos IgA suelen detectarse por menos tiempo y tienden a disminuir (Perez SE y col, 2022). La capacidad de neutralizar el virus se correlaciona mejor con los anticuerpos IgG y parece no verse afectada por la pasteurización (Perez SE y col, 2022), por lo que los lactantes que reciben leche de donadoras vacunadas pueden recibir esta protección.
Con la evidencia aquí mostrada podemos concluir que las prácticas que atentan contra la lactancia representan un riesgo importante a la salud de los lactantes, siendo que tendrán menor protección inmunológica (no sólo para SARS-CoV-2) y tampoco nos asegura menor riesgo de infección contra COVID-19 por otras vías de transmisión. El riesgo de contagio del virus SARS-CoV-2 por leche humana es considerada prácticamente inexistente.
Por otro lado, la inmunidad pasiva a través de la leche de mujeres vacunadas representa una protección importante y persistente para los lactantes, quienes son vulnerables al todavía no contar con vacunas disponbiles contra este virus. Quizá la protección que ofrece la vacunación favorezca que la duración de la lactancia sea mayor en algunos casos.
Es recomendación de la OMS y otros organismos internacionales el promover y proteger la lactancia de madres con COVID-19: contacto inmediato piel con piel, iniciar lactancia en la primera hora de vida, alojamiento conjunto y lactancia a libre demanda. Si la situación clínica de la madre no lo permite, debemos priorizar la extracción de leche de la madre y ofrecerla al lactante o hacer uso de leche de donadora, preferentemente de mujeres vacunadas.
Resulta también relevante considerar la importancia de la empatía y apoyo que requieren las mujeres que se encuentran lactando en esta pandemia. El aislamiento puede ser muy solitario y afrontar problemas de lactancia por sí solas, es complejo. Proteger la lactancia requiere educación, capacitación y, sobre todo, acompañamiento constante y desde la empatía. En esta pandemia, todos tenemos un rol en fomentar y proteger la lactancia.
Referencias:
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