Los altos niveles de estrés son un factor que afecta nuestra salud. Pero, ¿pueden alterar la forma en la que comemos?
Cuando estamos en situaciones que nos ponen en riesgo, el estrés es la respuesta que nuestro cuerpo da para poder enfrentarlas. Esto pasa, por ejemplo, cuando tenemos un accidente en el que necesitamos reaccionar rápido.
El estrés es positivo cuando nos ayuda a resolver una emergencia, y es un proceso en el que muchas hormonas, como la adrenalina y el cortisol, se elevan. Una vez que pasó el evento de estrés, el cuerpo regresa a la normalidad. A esto se le conoce como estrés agudo de alto nivel.
El estrés como factor de obesidad
Pero, ¿qué pasa cuando el estrés se prolonga por tiempo indefinido? Las presiones de la vida cotidiana, al ritmo en que la estamos viviendo, hacen que tengamos un nivel de estrés constante pero no tan alto. Y esto no es nada bueno.
El estrés que dura mucho tiempo y que es ocasionado por eventos constantes como la presión del trabajo, provoca cambios en el comportamiento. Este estrés afecta la forma en la que comemos.
El 30% de las personas que están bajo estrés continuo comen menos. Pero el 70% come más. El estrés afecta a las hormonas que controlan la sensación de saciedad y recompensa, por eso muchas personas comen más cuando están estresadas.
Esto significa que una de las causas de la obesidad y el sobrepeso, está relacionada con el nivel de estrés en el que vivimos. Es importante recordar que la obesidad tiene muchos factores y entre más sepamos sobre estos, mejores serán las estrategias para combatirla.
A nivel mundial, hay aproximadamente 2,000 millones de personas con sobrepeso, 200 millones de hombres y 300 millones de mujeres con obesidad.
¿Qué hacemos?
Saber que el estrés prolongado altera la forma en la que comemos y que puede ser un factor relacionado con la obesidad, nos sirve para enfocar de otra manera nuestras estrategias para estar más saludables.
Actualmente, se están desarrollando diferentes estrategias que podrían funcionar para evitar comer más por estrés. Una, se basa en el mindfulness que busca darle a la persona herramientas para bajar su nivel de estrés. Utiliza técnicas de respiración y la práctica de la atención plena (algo así como no estar en mil cosas a la vez).
También se está investigando qué tipo de alimentos son los que come la gente bajo estrés. Lo que se ha descubierto es que, por lo general, se trata de comida con sabores muy intensos (dulces o salados) o muy altos en grasas.
Este tipo de alimentos podría desencadenar mecanismos muy parecidos a los de una adicción, por los canales de recompensa y saciedad que despiertan o bloquean, al ser consumidos en exceso. Esto explicaría por qué muchas personas que se someten a cirugías o a programas de reducción de peso, logran mantener su peso un promedio de 5 años y después comienzan a engordar de nuevo.
Estos dos enfoques pueden trabajar juntos y sumarse a otras estrategias para detener la epidemia de obesidad en el mundo. Y, si de paso, bajan los niveles de estrés, será una doble ganancia.
Fuentes: