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La Güera Rodríguez

Dr. José Luis Curiel Monteagudo

Ingeniería de Alimentos

Universidad Iberoamericana

Se llamaba María Ignacia Xaviera Rafaela Agustina Feliciana Rodríguez de Velasco Osorio Barba Ximenez Bello de Pereyra Fernández de Córdoba Salas Solano y Garfias. Nació el 20 de noviembre de 1778. Cuando joven era era encantadora, muy amable en su trato, interesada en ayudar a los demás y apasionada en el amor sincero; así cautivó a quienes la miraban con el encanto de los bucles dorados, la dulzura de sus ojos azules, el timbre dulce de su voz, la inteligencia de sus respuestas, su permanente alegría y por la sinceridad de su mirada. Su belleza era tal que opacó a las más lindas damas novohispanas como aquella “niña del Prado” o “sol de la Alameda” cuya hermosura era extraordinaria.

En 1792 casó con el militar José Jerónimo López de Peralta de Villar y Villamanil y Primo, con quien tuvo cuatro hijos y cuando enviudó se casó con Manuel de Elizalde.

Para honrar a la elocuencia personificada de militares y científicos, la magnífica anfitriona y espléndida conversadora, invitó en diferentes momentos a personajes como Simón Bolivar, al Baron Von Humbolt y a Agustín de Iturbide a convivir en la sala de su casa donde se sentaban alrededor de una coqueta mesilla cuyo mantel engastado de bordados, olanes y encajes de bolillos caía y formaba finos pliegues sobre las patas de caoba. Ofrecía té o chocolate en delgadas tazas de porcelana, galletas de nata, enrejados de chocolate, huesillos de manteca, besos de merengue, polvorones de almendra, tortaditas de Santa Clara. Brindaba con ratafía quiditativa, elixir de los dioses, perfecto amor y otras bebidas espirituosas de las botellas realzadas de cristal cortado con extractos de jazmín, guayaba, rosas, capulines o membrillos.

La encantadora dama mantuvo el mayor afecto de sus admiradores y nunca se mostró como la mujer disoluta que pinta Don Artemio[1] y otros autores. Por el contrario, María Ignacia Rodríguez de Velasco debe inscribirse dentro de círculo de las mujeres que lucharon por la independencia de México.

La Güera Rodríguez, asistió a las reuniones encabezadas por el Licenciado Francisco Primo de Verdad, participó con personajes ilustres como el cura párroco de Dolores, Don Miguel Hidalgo y Costilla, sin duda uno de los hombres de mayor simpatía e inteligencia por sus profundos razonamientos filosóficos y su gran conciencia política. Más de una de esas reuniones tuvo como marco el café de Manrique.

Poco después encarcelaron a la Güera Rodríguez como sospechosa de conspirar en 1810 y la obligaron a declarar ante el tribunal de la inquisición. Como resultado, la desterraron de la Ciudad de México y se refugió en Querétaro. Sin embargo, en 1820 reaparece en su casa de la calle de San Francisco. Es en ese momento cuando conversa con el prepósito de la iglesia Profesa Don Matías Monteagudo para celebrar las “juntas de la Profesa” unas reuniones secretas en la sacristía de la iglesia, donde se preparó el Plan de Iguala con Agustín de Iturbide al mando del ejército Trigarante, para pactar la paz con el ejército Insurgente al mando de Vicente Guerrero y así lograr la independencia de México en 1821.


[1] Artemio De Valle-Arizpe, La Güera Rodríguez. Librería de Manuel Porrúa, México, 1950

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