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Dr. José Luis Curiel Monteagudo

Universidad Iberoamericana

Desayunaba temprano y se iba a cabalgar. A las 9 se servía el almuerzo, aprovechaba siempre el momento para realizar acuerdos con su secretario o con algún ministro. En los viajes llevaba en su carruaje pan, quesos, carnes frías y una botella fría de champagne rosé, su bebida favorita. Al finalizar su refrigerio fumaba un habano. Maximiliano, además de ser muy simpático, fue excelente anfitrión: siempre respetuoso, no permitía en la mesa hablar de política ni de religión y en su conversación intercalaba anécdotas simpáticas de sus invitados. Las minutas se hacían manuscritas en español cuando los invitados eran mexicanos, y en francés cuando se trataba de las fuerzas armadas o del cuerpo diplomático. Era muy puntual, todo tenía su ritmo y su momento. En una ocasión, un comensal se quedó sin comer pues mientras platicaba se le fue el tiempo. Los chambelanes le retiraron los platos antes de que probara bocado, pues de no hacerlo se retrasaban los tiempos de la mesa. Para el emperador, la comida significaba un momento de cordialidad, con gran espontaneidad y simpatía dialogaba con los invitados y, en ocasiones, hacía bromas. Había diferentes banquetes civiles o militares, franceses o mexicanos. 

Según las comidas variaba el servicio, los chambelanes y la vestimenta de los ayudantes. En los viajes a provincia el uniforme reglamentario del servicio de mesa fue el traje de charro con pantalón negro. Para cada evento variaba la iluminación según el número de velas, la orquesta cambiaba el número de músicos, los ramilletes de flores eran diferentes según los banquetes, se usaban vajillas de plata o de porcelana. Cada banquete se armonizaba con los mejores vinos: champagne rosé, tokay, riesling, bourgogne, bordeaux. Los convidados especiales se presentaban de uniforme de gala, los miembros de la corte vestían la casaca de la casa del emperador con grandes cruces, placas, cadenillas, condecoraciones y demás corcholatas y el resto de los invitados vestían traje ordinario según la ocasión. Si la casa militar estaba presente, el emperador asistía de uniforme. El chambelán de servicio informaba al emperador el momento cuando estaba lista la comida y esperaba la indicación para iniciar. Los chambelanes servían los platos. 

En la mesa del emperador no podía haber trece personas pues Maximiliano era muy supersticioso. Al alcanzar ese número, se agregaba alguien o se paraba alguno. Las mesas eran cubiertas con manteles de lino fino con el escudo del imperio. Porcelana de las vajillas con el monograma de Maximiliano con una “M” coronada fabricadas en mejores casas europeas. Entre el impresionante conjunto se encontraban platos de diferentes tipos, platones, soperas, bandejas, fruteros, chocolateras, cafeteras, canastas al estilo de la época. El ajuar de la mesa imperial se completaba con cubiertos de Christofle y cristalería de bohemia. Se servía por tiempos al estilo francés: sopas o potajes, relevés, entrée, rôtis, entremets, dessert. Como bebidas: chocolate, café, té, punch, limonada, toronjada, frambuesada y hasta para terminar la comida… consomé.

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