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¿Recuerdas que hace muchos años se hablaba de la importancia de tener una buena “flora intestinal”? Esa flora intestinal es lo que ahora se conoce como “microbiota”. El cambio de nombre se dio, probablemente, porque esa “flora” es más cercana al reino vegetal y porque forma un “micro ecosistema” dentro de nuestro cuerpo.

La microbiota es un grupo de diferentes microorganismos que establecen relaciones de convivencia entre sí y entre el lugar en el que viven, en este caso, nosotros. Estos microrganismos se encuentran en varias partes de nuestro cuerpo, pero donde son más abundantes es en el intestino.

Nos cuidan

En los últimos 15 años, han aumentado las investigaciones sobre estos microorganismos y, afortunadamente, tenemos más información sobre la relación que hay entre ellos y nuestra salud.

Entre los microorganismos que tenemos hay bacterias, hongos y virus. La mayor cantidad de estos, se encuentra en el intestino. Nosotros tenemos una relación con estos microorganismos que nos beneficia a los dos (es simbiótica): nosotros los alimentamos y, como parte de su metabolismo, recibimos mejoras en nuestra salud.

Con todo y que llevamos investigando más de 10 años el papel de la microbiota en nuestra salud, hay cosas que aún no sabemos. Pero, entre las que sí conocemos está el hecho de que cuando se presenta un desequilibrio en el tipo y cantidad de microorganismos en el intestino (disbiosis), la persona tiene problemas relacionados con inflamación.

La inflamación no se limita a cuando nos indigestamos, sino que está vinculada a problemas serios como la obesidad, diabetes, artritis, etc. Los procesos inflamatorios están relacionados con enfermedades crónicas.

Mejorando nuestra microbiota

Desde muy jóvenes, en la infancia, podemos ayudar a que nuestros hijos tengan una microbiota favorable a su salud, dándoles una dieta adecuada, actividad física y manteniendo el uso de antibióticos lo más bajo posible (siempre bajo supervisión médica).

En la edad adulta, es muy probable que ya tengamos establecida la variedad de microorganismos en nuestro intestino. Pero, eso no significa que no hay nada qué hacer. Una dieta adecuada y la suplementación de probióticos, puede ayudar a mejorar las características de nuestra microbiota.

Algunos ejemplos de probióticos son: lactobacilos (hay de diferentes especies: acidophilus, casei, sp, rhamnosus, etc.), las bifidobacterias (especies: lactis, animalis, longum, etc.), etc. Cada uno de estos tiene una función diferente en nuestra salud.

Junto con los microorganismos benéficos, hay otros que causan infecciones y enfermedades. La clave es mantener una mayor población de los benéficos sobre los otros. Esto se logra consumiendo alimentos con probióticos (como yogurt y otros productos fermentados) y comiendo suficientes prebióticos, que son el alimento de la microbiota (por ejemplo, fibra y otros compuestos presentes en frutas, verduras y semillas).

Hasta ahora se han encontrado diferencias importantes en la composición de la microbiota entre personas con condiciones de salud diferentes. Por ejemplo: entre quienes padecen obesidad, diabetes, autismo, depresión y quienes no. Esto es un indicador fuerte de la importancia que tiene la microbiota en nosotros.

La investigación sobre la microbiota aún tiene mucho por hacer y los beneficios serán para nosotros. Uno de los objetivos de los científicos que se dedican a este campo es lograr definir lo que hace que la microbiota intestinal esté sana, es decir, de qué manera podemos mantener a largo plazo un balance correcto entre las especies de microorganismos que están ahí.

 

Fuentes:

http://www.foodinsight.org/microbiome-probiotics-prebiotics-research-microflora

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5061000/

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