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El ayuno de las monjas en la Nueva España: el chocolate

Isaura Leonardo

Consultora

En su maravilloso libro Las esposas de Cristo. La vida conventual en la Nueva España, la historiadora Asunción Lavrin ha recuperado de distintos archivos información sobre la vida cotidiana e íntima de los conventosnovohispanos: desde cómo expresaban su vocación las aspirantes, pasando por quiénes tenían el privilegio de ser aceptadas en estas instituciones, hasta cómo se manejaba la administración de las mismas, entre montones de detalles más. En su capítulo VI, Cuerpo, alma y muerte, dedicado a las enfermedades, sus tratamientos y los cuidados del cuerpo, Lavrin nos permite enterarnos de cómo vivían las monjas la experiencia de la enfermedad, que debía ser aceptada de buena gana como una prueba de Dios para purificar al cuerpo.

Junto a los dolores de la enfermedad común, aparecen además otras “mortificaciones de la carne” que forman parte de la observancia religiosa de las monjas: la flagelación y el ayuno. Vamos a lo que nos interesa en esta columna, el ayuno.

Si bien, como dice Karlheinz Deschner en Historia sexual del Cristianismo, Jesús no predicó la mortificación de la carne y no fue él mismo un asceta, al cristianismo llega, por supuesto, de la influencia del judaísmo, tanto como del ascetismo de cultos helenistas (y muy probablemente de tradiciones ascetas de India, pero esa es otra historia), y se va introduciendo de a poco en la evolución del cristianismo primitivo (en el Concilio de Jerusalén, por ejemplo, cuando se prohibió comer sangre o animales muertos de forma inadecuada, o se predicó contra la fornicación y la idolatría). 

Se dice que el ayuno cristiano encuentra su sustento en los días que Cristo pasó en el desierto. Desde luego que no es la única religión en la que dejar de comer o abstenerse de ciertos alimentos cargados de simbolismo se relaciona con el desarrollo de la espiritualidad.

Pero volvamos a nuestras hermanas de Nueva España. Lavrin nos cuenta que “El ayuno o abstención voluntaria de ingerir alimentos formaba parte obligatoria de la preparación para fiestas religiosas como la Cuaresma, el Adviento y las vísperas de algunos días santos” (Las esposas de Cristo. La vida conventual en la Nueva España, p. 222). Aunque las formas del ayuno fueron varias (basadas la mayor parte de ellas en la vida de santas medievales): comer solo sobras, cebollines hervidos, pan y agua, lo que otras hermanas les ofrecieran, etcétera, asesores espirituales de la época tuvieron que enfrentar un interesante dilema: el chocolate, al que no pocas monjas estaban dispuestas a renunciar. 

Antes de la llegada de los europeos esta bebida era privilegio de algunos miembros de la nobleza, pero luego de la Conquista su popularidad se acrecentó. Muchas dudas acometieron a los religiosos entonces: ¿era una bebida o debía considerarse un alimento?, ¿tenía propiedades afrodisiacas?, y, de tenerlas, ¿sería moralmente aceptable que lo consumieran las monjas y los sacerdotes y frailes?, ¿consumir chocolate rompía el ayuno? Era tal la preocupación, que el asunto debió dirimirse en términos teológicos. Así, el jurista peruano Antonio León Pinelo tuvo el encargo de brindar una respuesta, y: “Tras una acuciosa revisión de abundantes fuentes calificadas, estimó que el chocolate era una bebida con propiedades para aliviar diversos problemas de salud, como asma, cólicos, flatulencia, úlceras, problemas cardiacos y malos humores. Por tratarse de una bebida con beneficios médicos, se estableció que el chocolate no rompía el ayuno” (Las esposas de Cristo. La vida conventual en la Nueva España, p. 57).

Para tranquilidad de las monjas, el chocolate fue aprobado y pudieron beberlo incluso durante sus ayunos en un espacio dedicado para ello: el chocolatero

Una vez resuelto el tema del chocolate, Lavrin nos da otros detalles relativos al ayuno de las monjas en el virreinato de la Nueva España, por ejemplo, que los sacerdotes y confesores cuidaron que las hermanas no practicaran ayunos extremos. Transcribo solo un ejemplo para que podamos darnos una idea al respecto: “Antes de profesar como monja en el convento franciscano de San Juan de la Penitencia, sor Sebastiana Josefa de la Santísima Trinidad vivía en beaterio o clausura para mujeres laicas, donde tomó la decisión de abstenerse de comer carne y beber chocolate como un acto piadoso. Esto atrajo la atención de la abadesa de la institución quien, bajo el juicio de que ‘deseaba ser peculiar’, la obligó a seguir una dieta regular incorporando en ella la carne y el chocolate. Por la misma causa también fue reprendida por su maestra durante el noviciado” (Las esposas de Cristo. La vida conventual en la Nueva España, p. 225).

Es decir, aunque se propició entre las monjas la práctica de la abstinencia de comida o el sufrimiento estoico de la enfermedad, también se vigiló que lo hicieran con moderación dadas las precarias condiciones de la atención sanitaria durante ese periodo y lo escasas que eran las medicinas. Lavrin apunta que, no obstante, muchas hermanas encontraron el modo de recrudecer sus ayunos con tal de obtener mayores gracias divinas. Se consideraba que la resistencia amorosa y humilde de las aflicciones del hambre era una de las más grandes pruebas de logro espiritual. Por ejemplo, la misma sor Sebastiana Josefa de la Santísima Trinidad, nos dice la historiadora, intensificaba sus restricciones alimentarias a frijoles y semillas, comiendo pan y bebiendo chocolate solo los viernes.

Para cerrar quisiera transcribir un pasaje que me ha resultado de especial candor: “Así, en una ocasión, la voz del Señor que la instaba a comer: ‘y me pusieron el último plato y era de dulce y yo no había comido dulce en toda mi vida […] y estaba interiormente diciendo cómo me he de quedar sin comer […] y entonces me dijo el Señor: María, come, que esta vida no se puede pasar sin comer y todo lo que da la comunidad es para que se coma, sea lo que fuere, que yo no me desagrado de que se coma como sea con templanza’”. (Las esposas de Cristo. La vida conventual en la Nueva España, p. 226)

Desconozco si en la actualidad las monjas practican el ayuno en estos términos, más allá de las pautas alimentarias exigidas por la Iglesia en días santos. El Canon 1251 del Código de Derecho Canónico indica las reglas para el ayuno: los mayores de edad deberán abstenerse de comer carne todos los viernes y en tiempo de Cuaresma, el miércoles de Ceniza y el Viernes Santo hasta los 59… Aunque no habla de más alimentos, tengan la tranquilidad de que el chocolate no rompe el ayuno.

Fuentes:

Asunción Lavrin. (2016). Las esposas de Cristo. La vida conventual en la Nueva España. México: FCE.

Código de Derecho Canónico: https://www.vatican.va/archive/cod-iuris-canonici/esp/documents/cic_libro4_cann1249-1253_sp.html

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