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Fragilidad social en personas adultas mayores

DCE. Luis Carlos Cortez González

DCS. José Luis Nuncio Domínguez

Facultad de Enfermería

Unidad Saltillo. Universidad Autónoma de Coahuila

El deterioro de la capacidad física a menudo simboliza el síndrome de la fragilidad en las personas adultas mayores; no obstante, la noción de fragilidad abarca elementos cognitivos y sociales (Arai, 2014; Morley, 2013). 

¿Qué es la fragilidad?

La fragilidad social se describe como la falta de recursos comunitarios, interacciones sociales y capacidades de autogestión necesarias para cumplir con las necesidades sociales fundamentales (Bunt et al., 2017; Ding, Kuha & Murphy, 2017). La fragilidad se relaciona con una tendencia a la dependencia y representa una condición de exposición a riesgos vinculada al envejecimiento, en la que se observa una reducción de las reservas funcionales en varios sistemas del cuerpo, incrementando así el riesgo de caídas, pérdida de habilidades para la vida diaria y muerte (Tapia, 2015).

Entre las preguntas que más se utilizan para definir la fragilidad social, se observa con mayor repetición la convivencia con otras personas, comunicación con alguien todos los días y salir con menos frecuencia que antes. Diversos autores abordan la fragilidad social con instrumentos que miden la soledad, redes de apoyo social, aislamiento, soporte y participación social. Por lo que se puede dificultar el concepto de fragilidad social con estos otros conceptos ya existentes. (Zúñiga Hernández, 2020).

¿Cómo disminuir la fragilidad social?

Reducir la fragilidad social en las personas adultas mayores es fundamental para potenciar el bienestar, la salud mental y calidad de vida. Algunas de las estrategias que pueden ayudar son las siguientes: 

  • Fomentar la participación comunitaria mediante la participación en talleres, actividades recreativas o culturales en centros comunitarios. 
  • Fortalecer las redes sociales y familiares, a través de visitas frecuentes a amigos y familiares, o comunicación por videollamadas en caso de que estén lejos.
  • Fomentar espacios donde puedan compartir con nietos y otros jóvenes proyectos en común. 
  • A través de la capacitación digital y la creación de grupos virtuales, mejorar el acceso a la tecnología con el fin de mantenerse conectado con amigos y familiares. 
  • Facilitar el acceso a los servicios de apoyo mediante el trabajo social comunitario y el acceso al transporte para que puedan movilizarse fácilmente a eventos sociales y citas médicas.  
  • Detectar signos de depresión, ansiedad y estrés para brindar acompañamiento profesional y sugerir terapias grupales, participación en conversatorios o encuentros presenciales o virtuales. 
  • Crear entornos amigables con los adultos mayores a través de barrios y colonias seguros, espacios adaptados para ellos como: parques, bibliotecas o cafés con accesibilidad.  

Las relaciones con otras personas en entornos residenciales y redes sociales, así como las actividades sociales en la comunidad, como juegos de lotería, las visitas a la peluquería o a algún familiar o amigo, están asociadas con el riesgo futuro de demencia y el riesgo de necesitar cuidados de alguien más.

No hay una definición común sobre la fragilidad social, ya que se percibe como una dimensión de la fragilidad en su totalidad, interpretándola desde el modelo multidimensional de la misma. En esta revisión, se evidencia la fuerza del concepto ya no desde la multidimensionalidad de la fragilidad, sino como un concepto autónomo a desarrollar y entender. Además, esta aspira a ser uno de los factores a tener en cuenta en la evaluación completa de los adultos mayores con el objetivo de potenciar elementos deficitarios, mejorando de esta manera la calidad de vida del individuo, reduciendo los riesgos vinculados a la fragilidad.

Referencias:

Arai, H. (2014). Implication of frailty in elderly care. Nihon Ronen Igakkai Zasshi51(51), 497-501.

Bunt, S., Steverink, N., Olthof, J., Van Der Schans, C. P., & Hobbelen, J. S. M. (2017). Social frailty in older adults: a scoping review. European journal of ageing14, 323-334.

Ding, Y. Y., Kuha, J., & Murphy, M. (2017). Pathways from physical frailty to activity limitation in older people: Identifying moderators and mediators in the English Longitudinal Study of Ageing. Experimental Gerontology98, 169-176

Morley, J. E., Vellas, B., Van Kan, G. A., Anker, S. D., Bauer, J. M., Bernabei, R., … & Walston, J. (2013). Frailty consensus: a call to action. Journal of the American Medical Directors Association14(6), 392-397.

Pek, K., Chew, J., Lim, J. P., Yew, S., Tan, C. N., Yeo, A., … & Lim, W. S. (2020). Social frailty is independently associated with mood, nutrition, physical performance, and physical activity: Insights from a theory-guided approach. International journal of environmental research and public health17(12), 4239.

Tapia, C., Valdivia-Rojas, Y., Varela, H., Carmona, A., Iturra, V., & Jorquera, M. (2015). Indicadores de fragilidad en adultos mayores del sistema público de salud de la ciudad de Antofagasta. Revista médica de Chile, 143(4), 459-466.

Zúñiga Hernández, C. (2020). Definición de fragilidad social en personas mayores: una revisión bibliográfica. Revista médica de Chile148(12), 1787-1795. https://dx.doi.org/10.4067/S0034-98872020001201787

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