M. en C. Patricia Martínez Reyna
Educación Médica, Coordinación de Enseñanza Clínica Complementaria, Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo
Dra. Elisa Dufoo-Hurtado
Sustainable Bioproducts, Departamento de Bioingeniería, Tecnológico de Monterrey, Campus Querétaro
En la actualidad, tanto a nivel mundial como en nuestro país, existe un aumento de población con una edad que supera los 60 años, considerados como adultos mayores. Este fenómeno ha sido impulsado gracias a la tecnología y los avances científicos en pro de la salud, haciendo que la esperanza de vida aumente.
La Organización Mundial de Salud prevé que en el 2050 se duplique el porcentaje de adultos mayores de 11 a 22%. Este crecimiento demográfico conlleva un aumento en las enfermedades crónicas y un mayor desafío en cuanto al conocimiento adecuado sobre la alimentación que deben seguir.
A medida que envejecemos, nuestras necesidades nutricionales cambian de manera significativa. El cuerpo experimenta diversos cambios fisiológicos que afectan tanto el metabolismo como la absorción de nutrimentos, lo que hace que la alimentación en la vejez sea un tema crucial para mantener la salud y el bienestar. Una de las preguntas más frecuentes es si se debe aumentar el número de comidas diarias o si es mejor recurrir a suplementos nutricionales para satisfacer estas nuevas necesidades.
Normalmente cuando hablamos de una buena alimentación siempre se habla de que tenemos que hacer cinco comidas al día: tres comidas principales (desayuno, comida y cena) al día y una colación entre cada una de ella. Esta sugerencia se basa en la regulación homeostática de la saciedad y el apetito. Es decir, entre más tiempo hemos pasado sin comer, más hambre tendremos. Sin embargo, en la vejez suceden una serie de cambios físicos, biológicos, psicológicos y sociales que afectan el comportamiento alimentario y, en consecuencia, el estado nutricional. Estos cambios incluyen una disminución de actividad física, aislamiento social, en algunos casos pobreza, soledad, entre otros. Además, se presentan alteraciones como la reducción de fuerza al masticar, pérdida de piezas dentales, alteración en el gusto y olfato, cambios o alteraciones intestinales, lo que contribuye a una disminución en la absorción de nutrimentos.
Para cubrir las necesidades nutricionales en la vejez sin forzar al individuo, se han desarrollado diversas estrategias que buscan asegurar la ingesta calórica necesaria para prevenir la desnutrición y la depleción muscular, manteniendo la salud del individuo. Entre estas estrategias, es fundamental respetar y atender sus preferencias alimentarias, dándoles de comer lo que se les antoja y les gusta principalmente las veces que lo pida. La dieta debe cumplir con las características de una alimentación adecuada: completa, equilibrada, variada, suficiente, e inocua. Es recomendable priorizar alimentos energéticamente densos, ofreciéndolos primero para cubrir las necesidades básicas antes que la saciedad aparezca. Además, durante las comidas, es preferible dar prioridad a los alimentos sobre los líquidos, y si se necesitan líquidos, ofrecerlos en pequeños sorbos para que evitar que se sientan llenos demasiado pronto.
Por otra parte, es fundamental ofrecer porciones de alimentos que no resulten abrumadoras, para que el adulto mayor sienta que puede terminarlas sin presión y con éxito. Además, es importante acompañarlos durante las comidas, brindándoles apoyo y motivación, ya que la compañía puede mejorar su disposición a comer. Los alimentos deben ser fáciles de masticar y tragar, evitando aquellos que sean muy picantes o estén demasiado calientes, para que los consuman con mayor comodidad. También es crucial asegurar una hidratación adecuada, ya que los adultos mayores tienden a deshidratarse si no se les ofrece agua con regularidad; tener una jarra o vaso a la mano siempre es buena idea.
Sin embargo, a pesar de todas estas recomendaciones, a menudo es difícil alcanzar la ingesta calórica diaria necesaria para evitar la depleción muscular, desnutrición o las deficiencias de vitaminas y minerales, debido a la poca cantidad de alimentos que suelen consumir. Por ello, los suplementos nutricionales se presentan como una alternativa eficaz para complementar su dieta.
Los suplementos nutricionales pueden ser herramienta valiosa para cubrir deficiencias específicas y mantener la salud en la vejez, especialmente en casos donde la dieta por sí sola es insuficiente. Dentro de estos suplementos destacan vitaminas y minerales, que incluyen a las vitaminas D, B9 y B12, calcio y magnesio; suplementos de proteínas; ácidos grasos omega-3; probióticos y fibra. Estos suplementos no solo ayudan a prevenir la pérdida ósea y muscular, sino que también protegen la función cognitiva y cardiovascular, mejoran la salud digestiva y fortalecen el sistema inmunológico. En el mercado, se pueden encontrar en diversas presentaciones, como comprimidos, cápsulas, polvos, líquidos y gomitas, lo que facilita su incorporación en la dieta diaria de las personas mayores. Sin embargo, es crucial que su uso sea supervisado por un profesional de la salud para evitar posibles efectos adversos y garantizar que se adapten a las necesidades individuales de cada persona mayor, mejorando así su calidad de vida.
Mantener una nutrición adecuada en la vejez es fundamental para preservar la salud y la calidad de vida. Aunque los desafíos son muchos, existen estrategias efectivas para adaptar la alimentación a estas nuevas necesidades, desde respetar las preferencias alimentarias hasta considerar el uso de suplementos nutricionales bajo supervisión médica. Ambos enfoques son válidos y pueden adaptarse a las necesidades individuales. Lo más importante es personalizar la dieta según las condiciones específicas de cada persona y consultar con un profesional de la salud para tomar decisiones informadas. Una buena nutrición en la vejez no solo promueve la longevidad, sino que también asegura una mejor calidad de vida. Reflexionemos sobre la alimentación de nuestros seres queridos mayores y la propia.
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