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Cambios en los hábitos alimentarios de la mujer adulta mayor

Mtra. Fabiola Garza Gómez

Universidad Vizcaya de las Américas campus Piedras Negras

Dra. Janeth Margarita Ventura Sobrevilla

Escuela de Ciencias de la Salud. Universidad Autónoma de Coahuila Unidad Norte.

Dr. Víctor Daniel Boone Villa

Escuela de Medicina UN. Universidad Autónoma de Coahuila Unidad Norte.

La población de adultos mayores está en aumento, en el mundo se estima que habrá un crecimiento del 56 % en este grupo demográfico para el año 2030. Durante la senectud las personas experimentan distintos desafíos sociales, económicos, psicológicos, fisiológicos y alimentarios, por lo que es fundamental apoyar el autocuidado de los pacientes para que experimenten la transición como un envejecimiento saludable y activo.

Particularmente, las personas adultas mayores presentan cambios en el sistema digestivo como menor producción de saliva, problemas bucales, caries, edentulismo (pérdida de dientes), pérdida en la sensibilidad de gusto y olfato, disminución en el vaciamiento gástrico (debido a una disminución de hormona ghrelina), todo esto conlleva a una reducción del apetito y una saciedad temprana. Es decir, los adultos mayores tienden a comer menos de lo que necesitan para cubrir sus necesidades nutricionales.  

Con el paso de la edad el tejido adiposo presenta cambios es su estructura, composición y función, aumentando la inflamación, alterando el perfil de las células inmunitarias, disminuyendo la adipogénesis y alterando la secreción de citocinas. En las personas adultas mayores existe una mayor disminución del tejido adiposo marrón y beige, por lo tanto, tienen una menor capacidad para oxidar los ácidos grasos libres y catabolizar la glucosa, así como los aminoácidos de cadena ramificada que vienen de las proteínas. Estos tres son sustratos para la generación de calor y energía, por lo que se disminuye la termogénesis corporal. Dicho de otra manera, en las personas adultas mayores se reduce la capacidad para utilizar los nutrimentos de la dieta y convertirla en energía.

La pérdida en la sensibilidad del gusto y el olfato puede alterar el hedonismo por la comida, es decir, disminuye el placer de comer ciertos alimentos; además, la pérdida de dientes puede llevar a reducir la capacidad de masticar de manera eficiente y, como consecuencia, se pueden alterar las conductas en la selección de los alimentos que integran su dieta.  Por ejemplo, se evitan los alimentos sólidos, fibrosos, crujientes y secos.

Por otro lado, las mujeres adultas mayores presentan mayor riesgo en la afectación con algunos trastornos de la conducta alimentaria como la anorexia del envejecimiento, debido a una restricción calórica asociada a su edad, lo que genera problemas como sarcopenia (pérdida de masa y fuerza muscular), osteopenia (pérdida de masa en los huesos), deterioro del estado funcional (desnutrición), disfuncionalidad en la capacidad cognitiva (capacidad de pensar), alteraciones en la función inmunológica, una pobre cicatrización (mayor riesgo de infecciones) y mayores ingresos hospitalarios. Se estima que en las mujeres existe una ingesta de 30% menos de las calorías que necesitan. La bulimia nerviosa y el trastorno por atracones son otros dos trastornos de la conducta alimentaria que se presenta en las mujeres de edad avanzada (de hecho, a partir de los 45 años). 

Otro aspecto importante es el aislamiento social y las pérdidas emocionales a las que se enfrentan las personas mayores como la muerte de familiares y amigos, terminación de la vida laboral, ausentismo de los hijos, dificultad para comprar y preparar alimentos, entre otros. Algunos cambios percibidos por adultos mayores sobre hábitos alimentarios asociados al distanciamiento social son disminución del apetito, disminución en la destreza para cocinar, falta de asequibilidad de los alimentos (costos altos de los alimentos), falta de apoyo para cocinar (ausencia de amigos, familiares, grupos comunitarios), sentido de independencia (no desean que controlen su vida o les digan que comer), poco interés para comprar y cocinar para una sola persona y comer solo, auto capacidad para seleccionar los alimentos (comer lo que se le antoje, cuidar la ingesta de ciertos nutrimentos que ellos consideran deben incluir en su dieta).

Para las mujeres adultas mayores el problema se agrava aún más, pues además de los problemas biológicos y sociales del envejecimiento, se enfrentan un tipo de violencia de género conocida como violencia estética. La violencia estética se refiere a una imposición de ciertos estándares estilísticos para ser considerada “bella”, en donde el valor de una mujer está relacionado con la delgadez, el cuerpo perfecto como cintura pequeña, senos grandes, glúteos torneados y grandes, cuerpo delgado y con curvas; es decir, el modo como una mujer debe verse, apegándose al modelo clásico de la feminidad. La violencia estética muestra un rechazo a la vejez, de esta manera una mujer de 25 años puede ser considerada como madura, vieja o pasada de moda para los estándares del modelaje. La violencia estética promueve la gerontofobia (rechazo a la vejez).  

Como se mencionó antes, durante el envejecimiento existe menos termogénesis y se reduce el gasto energético en el cuerpo. Dicho en términos más sencillos, para una mujer entre más edad tenga le será más difícil remover la grasa corporal, le será más complicado alcanzar los estándares de belleza para estar delgada, lo que la hace más susceptible a sufrir violencia estética y a su vez buscará cambiar su forma de alimentación de manera drástica para no engordar o bajar de peso.

La nutrición, alimentación y elección de alimentos para las personas adultas mayores es fundamental para promover un estilo de vida saludable y disminuir la probabilidad de enfrentar algunos de estos problemas. 

El Instituto Nacional de Enfermedades de la Diabetes, Digestivos y del Riñón de los Estados Unidos de América (NIDDK, por sus siglas en inglés) publicó en su portal de internet algunas recomendaciones para la promoción y educación de la salud alimentaria de las personas adultas mayores:

  • Incorporar en la dieta alimentos altos en fibra como panes y cereales integrales, leguminosas (frijol, lenteja, garbanzo), nueces y semillas sin sal, verduras de colores intensos y frutas.
  • Preferir alimentos asados, a la parrilla o hervidos en lugar de fritos en aceite (preferir el uso de freidora de aire). 
  • Tomar leche baja en grasa, descremada, fortificada con vitamina D, productos lácteos y bebidas tipo leche de origen vegetal (soya, almendra, nuez, avena). 
  • Consultar a su profesional de atención médica.
  • Incrementar la actividad física de manera habitual y progresiva, de forma segura.
  • Beber agua natural (mínimo litro y medio al día), evitando bebidas azucaradas o con alto contenido en grasa (refrescos, malteadas, jugos).
  • Elegir actividades físicas que le sean agradables y que pueda hacer solo o acompañado. 
  • Mantener el contacto con familia, amigos y comunidad.
  • Reducir el consumo de alimentos altos en sodio y grasas sólidas
  • Controlar el tamaño de las porciones.
  • Planear las comidas y colaciones con anticipación.

Las personas adultas mayores deben consumir alimentos de los colores del arcoíris como frutas y verduras, cereales integrales, lácteos bajos en grasa, mariscos, carnes rojas y blancas magras, huevos, así como leguminosas y semillas. 

Es importante y, más aún para las mujeres adultas mayores, acudir a un manejo terapéutico personalizado o grupal bajo la supervisión del personal de salud, quienes pueden ofertar un abordaje multidisciplinario que incluyen seguimientos nutricionales, psicológicos, farmacológicos, así como promoción de actividad física.

Bibliografía:

Behar, R. (2018). Trastornos alimentarios en mujeres adultas (maduras). Revista chilena de neuro-psiquiatría56(3), 177-185.

Whitelock, E., & Ensaff, H. (2018). On your own: older adults’ food choice and dietary habits. Nutrients10(4), 413.

National Institute of Diabetes and Digestive and Kidney Diseases. Recomendaciones de salud para los adultos mayores. Disponible en https://www.niddk.nih.gov/health-information/informacion-de-la-salud/control-de-peso/alimentacion-saludable-actividad-fisica-vida/adultos-mayores

Mancuso P., & Bouchard B. (2019). The Impact of Aging on Adipose Function and Adipokine Synthesis. Frontiers in endocrinology, 10, 137. 

Tarantini S, Subramanian M, Butcher JT, Yabluchanskiy A, Li X, Miller RA, Balasubramanian P.  (2023). Revisiting adipose thermogenesis for delaying aging and age-related diseases: Opportunities and challenges. Ageing research reviews, 87, 101921.

Herrera, P.  (2023). Violencia estética, atacar a las mujeres por su físico. Revista Global UNAM.  Disponible en https://unamglobal.unam.mx/global_revista/violencia-estetica-atacar-a-la-mujeres-por-su-fisico/.

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