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Microbiota intestinal y el espectro autista

Dr. Jorge Carlos Ruiz Ruiz

Profesor-Investigador

Escuela de Nutrición

Universidad Anáhuac Mérida

El tracto gastrointestinal constituye una interfaz entre el organismo y diversos factores ambientales. La microbiotaestá constituida por comensales, patógenos y simbióticos que se encuentran en organismos multicelulares que incluyen, no solo bacterias, sino también protistas, hongos y virus. La microbiota ha evolucionado durante miles de años, conformando una relación compleja y mutuamente beneficiosa. Se estima que la cantidad de microorganismos que recubren el epitelio gastrointestinal asciende a 1014 y que la proporción de células humanas y microbioma es 1:1.

La microbiota fortalece la integridad intestinal, modela el epitelio intestinal, genera metabolitos (ácidos grasos de cadena corta, vitaminas y hormonas), protege contra patógenos y regula la inmunidad. Sin embargo, existe la posibilidad de que estos mecanismos se interrumpan como resultado de una composición microbiana alterada, conocida como disbiosis. Con el desarrollo de métodos cada vez más sofisticados para perfilar y caracterizar los complejos ecosistemas bacterianos, el papel de la microbiota en un gran número de enfermedades intestinales y extraintestinales se ha vuelto cada vez más evidente. 

Actualmente, la interacción intestino-cerebro es considerada un eje de señalización bioquímica bidireccional, incluyendo el sistema neuroendocrino, el neuroinmune, el eje hipotalámico pituitario-suprarrenal, los sistemas simpático y parasimpático, el sistema nervioso entérico y el nervio vago. En estudios recientes, el eje intestino-cerebro ha sido relacionado con la microbiota y se ha estudiado su papel en diferentes enfermedades como la obesidad, la enfermedad de Alzheimer, la diabetes tipo 2

Existen otro tipo de condiciones de salud o del desarrollo que podrían tener alguna relación con el estado de la microbiota intestinal y que se están investigando cada vez más. Una de estas es el autismo. El autismo puede definirse como una anomalía del neurodesarrollo, caracterizada por deficiencias en la comunicación social, comportamiento reiterativo y obstinado que posiblemente se refleje en la calidad de vida de la persona. Según las estadísticas, la proporción de autismo es de 1:3 en niños varones y 1:4 en niñas. La evidencia generada por diversos estudios demostró que las personas con autismo albergan una microbiota intestinal alterada que puede influir en el sistema inmunitario y provocar la secreción de sus metabolitos, estableciendo así una asociación entre la microbiota intestinal disbiótica y el autismo. 

Adicionalmente, existe una alteración de la permeabilidad intestinal en pacientes autistas debido a la disbiosis, que resulta en la producción y diseminación de una potente endotoxina proinflamatoria (LPS, lipopolisacárido). Esta molécula puede modular el sistema nervioso central, aumentando la actividad de áreas como la amígdala que controlan las emociones y el comportamiento. Adicionalmente, la fisiología del cerebro puede verse alterada a través de las vías neuroendocrina y neuroinmune.

Algunos enfoques terapéuticos incluyen el uso de antibióticos que podrían corregir la mutación prematura en un hipotético gen polimórfico relacionado con el autismo. Otros estudios mostraron beneficios mediante la eliminación selectiva de microbiota. Por otra parte, la terapia de transferencia de microbiota ha sido reportada como una alternativa que consiste en un tratamiento antibiótico de limpieza intestinal seguido de una transferencia de microbiota a dosis altas, lo que debería conducir a una reconformación de las bacterias presentes en el intestino. 

En un enfoque no farmacológico, el consumo de probióticos podría generar modificaciones favorables de la microbiota intestinal. Se presupone que su mecanismo de acción consiste en alterar el funcionamiento y composición de la microbiota, ejerciendo funciones de barrera al incrementar los niveles de expresión de mucina, promoviendo la síntesis de antioxidantes y modulando la secreción de inmunoglobulina A para estimular la inmunidad de la mucosa. Por otra parte, los prebióticos como los galactooligosacáridos o el almidón resistente potencian el crecimiento de ciertas cepas de bacterianas benéficas.

La alimentación puede alterar la composición de la microbiota intestinal y podría influir en sus efectos a nivel metabólico y de las vías neuroendocrina y neuroinmune. Las intervenciones que se planteen para la población infantil deben evitar, en la medida de lo posible, restricciones alimenticias y estar muy atentos a no correr el riesgo de que haya deficiencias nutrimentales, ya que los niños con autismo solo toleran una gama estrecha de alimentos. En la actualidad, destacan las intervenciones dietéticas enfocadas en restringir el gluten y la caseína, la implementación de dietas cetogénicas, libres de levaduras, restricciones de alérgenos, suplementación con vitaminas A, C, B6, ácido fólico, B12, minerales como el magnesio y ácidos grasos omega. 

El autismo es un trastorno complejo del neurodesarrollo; la complejidad de su etiología subyacente sigue siendo incomprensible en algunos aspectos, pero, es evidente que los factores genéticos y ambientales juegan un papel clave. La evidencia generada por diversos estudios indica que la microbiota intestinal está directa o indirectamente relacionada con el autismo. De tal forma que los enfoques terapéuticos propuestos para la modificación de su composición e influencia metabólica, neuroendocrina y neuroinmune, aun requieren más investigación para obtener resultados concluyentes 

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