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L. en N. Liliana Ortega Islas

Consultora

 

En los últimos años, el Gobierno nacional ha emprendido diversas acciones para frenar el elevado desarrollo de sobrepeso y obesidad entre la sociedad mexicana. Se han instalado áreas recreativas para fomentar la práctica de actividad física, se han promovido actividades dominicales como el paseo ciclista y mensuales como el ciclotón, se han desplegado campañas publicitarias para aumentar el consumo de ciertos alimentos,  se elaboraron normas específicas para la distribución de alimentos en las escuelas, se especificaron nuevos impuestos para el consumo de bebidas azucaradas y alimentos procesados, se ha promovido la atención oportuna con especialistas, etc. La industria alimentaria también ha hecho lo propio, modificando las porciones de alimentos y creando una amplia gama de productos modificados en energía.

Sin embargo, a pesar del esfuerzo conjunto del Gobierno, escuelas, industria alimentaria y medios de comunicación, los índices de sobrepeso y obesidad persisten.

“El sobrepeso junto con la obesidad afectan a 7 de cada 10 adultos y esto representa un serio problema de salud pública” (1). Desafortunadamente, México ocupa el primer lugar en obesidad infantil.

Hemos escuchado infinidad de veces que, para perder peso, basta con modificar la dieta y hacer ejercicio. Sin embargo, lograr que esta sencilla frase se lleve a cabo y sea efectiva, ha resultado un trabajo abismal; pues detrás de ello, hay que desmenuzar carencias, hábitos de vida, hábitos culturales, economía, disponibilidad de alimentos, desarrollo familiar, educación, etc., etc. La obesidad es una enfermedad multifactorial y debe ser tratada como tal.

Sin duda alguna, hay mucho trabajo por delante para el personal de salud en cualquier instancia donde labore: ofreciendo a los pacientes educación alimentaria clara, sencilla, oportuna; llevando una evaluación estricta de los padecimientos asociados a la obesidad y también involucrando de manera muy consciente a cada familia. A final de cuentas, es en el seno de cada familia donde se forma el niño, el adolescente, el adulto; ahí es donde se aprende o no a trabajar por una vida saludable, independientemente de que la sociedad viva en un ambiente obesogénico.

Los padres de familia tenemos una gran responsabilidad en enseñar a los hijos el autocuidado y, a través de esta página, pretendemos ofrecer orientación básica sobre salud y alimentación que se pueda aplicar de manera muy sencilla a la vida diaria, este es el objetivo de la sección estilo de vida saludable.

En el XIV Curso de Obesidad. Obesidades en el ciclo de la vida: Oportunidades de prevención y tratamiento, del presente año, se mencionó de manera constante, el gran impacto que tiene la inactividad física en la salud del individuo. Se le ha dado una gran importancia a la modificación de hábitos de alimentación en el paciente y la actividad física en ocasiones se deja como complemento, y no se le da la importancia debida. Así que, aquí existe una gran área de oportunidad en la cual se debe trabajar de manera inmediata.

Antes de emprender cualquier acción, observemos lo que cada uno de nosotros vivimos en casa:

  • ¿Cuántas de las personas con las que compartimos el hogar, realizan alguna práctica de actividad física constante (correr, caminar, nadar, andar en bicicleta, bailar, etc)?
  • ¿Cuántas horas al día miramos series, películas o programas de televisión? ¿Cuántas horas suman a la semana?
  • Los niños, adolescentes y también algunos adultos, ¿cuántas horas dedican a las redes sociales a través de toda la gama de dispositivos móviles presentes en la actualidad?
  • ¿Cuántas horas al día dedican los niños y adolescentes a jugar videojuegos?
  • ¿Cuántas de esas horas sentado mirando o jugando, son acompañadas por bebidas azucaradas y alimentos altos en grasas y azúcares?

Seguramente las respuestas nos sorprenderán tremendamente, sin embargo, lo que queda por delante no sólo es preocuparse, sino ocuparse para que esta condición cambie en nuestro entorno y beneficie a cada miembro de la familia.

Podemos citar cualquier tipo de pretextos para no hacer ejercicio: las largas distancias entre el trabajo y la casa; no hay dinero para pagar una actividad constante, el trabajo de oficina es agotador, el trabajo en casa es muy desgastante, no hay tiempo para llevar a los chicos a clases extracurriculares, la inseguridad en la ciudad es abrumadora, el ejercicio no nos agrada, no es agradable asistir solo al gimnasio, el clima es muy variable, etc.

Sin embargo, lo único de que debemos recordar es que la inactividad física es un factor de riesgo para el desarrollo de diversas enfermedades  (2), como:

  • Diabetes tipo II
  • Ateroesclerosis
  • Obesidad
  • Osteoporosis

La práctica de actividad física es recomendable en cualquier etapa de la vida; lo ideal es comenzar en edades tempranas para que el niño adopte el ejercicio como parte de su estilo de vida, sin embargo, cualquier momento de la vida, será muy bueno para comenzar.

Antes de decidir seguir un plan de entrenamiento, es conveniente que cada miembro de la familia acuda a una cita médica, para valorar su estado de salud en general. Hay ejercicios que no son favorables si la persona tiene ciertos padecimientos, por eso es tan importante la valoración médica.

Las actividades en el agua pueden ser muy favorables para el paciente que cursa con obesidad, ya que no expone sus articulaciones o huesos a movimientos bruscos y cargas pesadas. Una sencilla caminata o ejercicios en el agua 30 minutos al día, llega a ser de gran beneficio para la salud.

Cada miembro de la familia puede gustar de actividades diferentes y es importante respetar ese gusto, ya que es fundamental realizar la actividad física con agrado. El ejercicio debe ser constante, de preferencia diario. La OMS recomienda que:

“Los niños y jóvenes de 5 a 17 años inviertan como mínimo 60 minutos diarios en actividades físicas de intensidad moderada a vigorosa… La actividad física diaria debería ser en su mayor parte, aeróbica.

“Adultos de 18 a 64 años, la actividad física consiste en actividades recreativas o de ocio, desplazamientos (paseos a pie o en bicicleta), actividades ocupacionales, tareas domésticas, juegos, deportes o ejercicios programados… Con el fin de mejorar las funciones cardiorrespiratorias y musculares, la salud ósea y reducir la depresión; se recomienda que dediquen como mínimo 150 minutos semanales a la práctica de actividad física aeróbica”. (3)

En un estilo de vida saludable, hacer ejercicio es parte fundamental, es tan básico y necesario como dormir suficiente. Seamos promotores de la salud de nuestro entorno, promovamos la actividad física familiar, así todos se sentirán parte del propósito y trabajar en equipo por la salud será mucho más eficiente.

Referencias:

http://www.who.int/dietphysicalactivity/factsheet_recommendations/es/

http://www.jornada.unam.mx/ultimas/2016/02/18/mexico-primer-lugar-mundial-en-obesidad-de-ninos-afirma-la-ops-3119.html

http://promocion.salud.gob.mx/dgps/descargas1/doctos_2016/ensanut_mc_2016-310oct.pdf

Nutriología Médica. Casanueva, Esther; Kaufer- Horwitz, Martha. Editorial Panamericana. México, 1995.

http://www.who.int/dietphysicalactivity/factsheet_recommendations/es/

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