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La ONU declaró que actualmente vivimos una crisis alimentaria más grave que la que vino después de la Segunda Guerra Mundial. ¿Qué podemos hacer?

En el mundo, millones de personas sufren desnutrición por falta de alimentos. Esa desnutrición deriva en enfermedades que se agravan y resultan fatales.

Es común que cuando oímos la palabra “desnutrición” pensemos en los niños de África. Pero esta situación está más cerca de lo que pensamos: en muchos lugares de Sudamérica, en nuestros países vecinos, como Bolivia, los índices de desnutrición están aumentando.

Subalimentación

Según la FAO (la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), hay 793 millones de personas subalimentadas en el mundo. Según Stephen O’Brien, jefe de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), estamos presenciando la peor crisis humanitaria desde que ese organismo fue creado.

Los conflictos bélicos que sufren muchos países, afectan la distribución de alimentos y medicamentos. Y, en pleno 2017, todavía hay niños que mueren de deshidratación o diarreas.

La crisis alimentaria afecta a los más vulnerables, es decir, a niños menores de 2 años. Estos niños tienen pocas posibilidades de sobrevivir y tienen retrasos importantes en su crecimiento, lo cual les traerá problemas al llegar a la edad adulta.

Hambre Cero

En 2012, Ban Ki-moon, entonces Secretario General de la ONU, propuso trabajar en la meta “Hambre Cero”. El objetivo era que todas las personas tuvieran acceso a alimentos y agua.

¿Cómo puedo ayudar?

Dentro del plan de Ban Ki-moon había 5 acciones muy precisas: tener sistemas alimentarios sostenibles, que el 100% de las personas tengan acceso a la comida todo el año, cero retraso en el desarrollo de niños y niñas, aumentar la productividad de pequeños productores, y disminuir lo más posible los desperdicios.

Muy probablemente ninguno de nosotros pueda influir en las primeras acciones, pero sí podemos actuar en las últimas dos. Si consumimos cultivos obtenidos de agricultores pequeños, apoyamos su desarrollo y contribuimos a que existan mayores opciones de agricultura. Si reducimos los desperdicios de comida, aprenderemos mejores formas de aprovechar los alimentos.

Aunque es común escuchar consejos, a nivel familiar, sobre no desperdiciar la comida porque hay muchos niños que no tienen qué comer, comerlo todo o desperdiciar no es una solución.

Se trata de formar mejores hábitos de alimentación, de contribuir con el resto del mundo. Aunque nos parezca que África (o incluso Venezuela o Bolivia) están muy lejos, la crisis de alimentos es un problema que nos debería importar a todos.

¿Por qué? Porque la ONU y la FAO proyectan que para el 2050, el desabasto de alimentos será muy grande y la seguridad alimentaria estará en peligro en muchos más países que en los que ya sucede esto.

Si comenzamos ahora a construir mejores formas de alimentarnos y de contribuir a que sobrevivan otras opciones de agricultura y producción de alimentos, estaremos mejor preparados para el 2050.

Por otro lado, estar informados de lo que sucede con el abasto de alimentos y las formas como podemos ayudar a que este se mantenga, es una vía de acción para tener un mejor futuro. Por ejemplo, averiguar cómo funciona la biotecnología y lo que ofrece al suministro de alimentos o cómo los alimentos procesados pueden ayudar a resolver problemas de salud causados por deficiencias de nutrimentos.

Se trata de construir un mejor futuro, de participar en la comunidad que es el mundo y ayudar, en la medida de lo posible, a que personas en situación de hambruna tengan mejores condiciones de vida.

Fuentes:

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